viernes, 27 de enero de 2017

Los tontos de Dios

El escrito de esta semana es especial. No está escrito desde el despacho de mi casa, como es habitual, sino que está escrito desde la montaña; y más en concreto, desde la montaña de Montserrat, a los pies de la “moreneta” como llaman aquí a la imagen de la Virgen que custodia la comunidad de Benedictinos que viven en esta abadía.

Ocho años llevo viniendo aquí unos días para rezar, para regalárselos íntegramente a Dios, para quitar todo lo que sobra en mi sacerdocio y llenarlo de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote, para hacer que mi vida se parezca lo más posible a la de Jesús. Unos días en silencio, sin móvil, sin televisión, sin ordenador (sólo el tiempo necesario para escribir este artículo), sin reuniones,… una libreta, una Biblia y la liturgia diaria son las únicas compañeras durante esta semana.

Es curioso cómo, cuando contaba la semana pasada a mis parroquianos dónde iba y qué iba a hacer, muchos se quedaban extrañados: ¿Y no vas a decir nada en toda la semana? ¿Vas a estar totalmente callado? No sabía si tomarme esas preguntas como expresión de asombro o porque hablo demasiado y los que me rodean se extrañaban de que pudiera estar callado tantos días… Pero sí, se puede estar en silencio. Un silencio habitado por la presencia y la Palabra de Dios, un silencio que transforma, un silencio que ayuda a entrar en oración, que ayuda también a los que me rodean a entrar en oración. Un silencio cargado de Dios, de amor, de esperanza y fortaleza.

Quiero imaginarme que es el mismo silencio que habría en el monte donde se subió Jesús para proclamar las Bienaventuranzas que escucharemos este fin de semana. Un silencio espectral ante aquellas palabras cargadas de consuelo. Un silencio que llenaría de la Palabra de Cristo los corazones de todas aquellas personas que se agolpaban alrededor de Jesús.

Sólo desde ese silencio podemos encontrarnos con el Señor. Sólo callándonos podremos escuchar la voz de Dios que continua hablando aunque nosotros no callemos. Y, aun sin callar, nos quejamos de que el Señor no nos habla, que se ha olvidado de nosotros, que no nos escucha…en fin…

Los que me conocen un poco saben que le doy mucha importancia al silencio. De hecho, en nuestra parroquia de Fátima, intento que, en la Eucaristía, haya momentos prolongados de oración personal en silencio (tras el sermón y la comunión) que ayuden a interiorizar lo que estamos viviendo. También intento que antes y después de las misas mantener el máximo silencio posible, pero por mucho que lo diga…lo único que gano es que la gente se enfade porque les he pedido silencio.

Porque estar en silencio es de tontos. ¡Con lo importantes que son mis palabras, opiniones y críticas! ¿Me las voy a guardar para mi? ¿No las voy a compartir con el que está sentado a mi lado?

Si estar en silencio es de tontos, me alegro de formar parte de los “tontos de Dios”: los tontos que quieren escuchar su Palabra, los tontos que quieren prepararse antes de celebrar cualquier sacramento, los tontos que no temen escuchar la voz de Dios aunque su Palabra les cambie por completo la vida, los tontos que dedican unos días al año íntegramente a Dios, los tontos que creemos que su Palabra es más importante que la nuestra. Bienaventurados, pues, los “tontos” que intentamos escuchar a Dios…

Vuestro párroco


viernes, 20 de enero de 2017

Y tú, ¿de quién eres?
Hace unos cuantos añitos, una marca de refresco sacó una campaña bajo este lema, haciendo referencia si preferías el refresco de limón o de naranja. Bastantes más años antes, un grupo de música llamado “no me pises que llevo chanclas”, publicaba una canción con este mismo título. En la canción una persona que estaba mirando un escaparate de zapatos porque quería comprarse unas chanclas, es abordado por una anciana que le pregunta: Y tú, ¿de quién eres? Intentando averiguar de quien era hijo, nieto o sobrino…vamos, la conversación típica que podemos tener lo más jóvenes si vamos a comprar un día de mercado y alguien parece reconocernos…o pasar el rato mientras le toca el turno.

Volviendo a la canción, el chaval intenta decirle, mil y una veces, quien es su abuela, su padre, su madre,…todas ellas sin éxito. Al final de la canción, desesperado y muy irritado ya no sabe ni quién es ni qué hacía mirando el escaparate de zapatos.

Esta semana, desde el pasado 18 de enero hasta el día 25, nos encontramos inmersos en la Semana de Oración por la Unidad de los cristianos y, tras la leer las lecturas de este fin de semana, me ha venido a la cabeza esta canción…y tú, ¿de quién eres? Ya nos responde San Pablo en la segunda carta que proclamaremos el domingo: “Yo soy de Pablo, yo soy de Apolo, yo soy de Cefas, yo soy de Cristo». ¿Está dividido Cristo? ¿Fue crucificado Pablo por vosotros? ¿Fuisteis bautizados en nombre de Pablo?”.

Los cristianos hemos estado demasiado tiempo mirando más lo que nos dividía que lo que verdaderamente nos une. Nos hemos esforzado en agrandar cada vez el gran pecado que tenemos de cara al mundo: la desunión. Y eso nos ha pasado factura ya que, como en la canción que antes os mencionaba, al final ya no sabíamos ni quiénes éramos ni hacia dónde íbamos; poníamos nuestros esfuerzos en separarnos más y más.

Pero, gracias a Dios, esta distancia hemos empezado a hacerla más pequeña y las diferentes confesiones cristianas están dando pequeños pasos que nos acercan cada vez más. Eso nos tiene que alentar para que, estos días al menos, añadamos a nuestras intenciones particulares la petición de que todos los cristianos mostremos al mundo que la unidad es posible.


Que, como nos dice Jesús en el Evangelio de esta semana, podamos cada día convertirnos más a Él y creer con más fuerza en la Buena Noticia del Evangelio.

Vuestro párroco.

viernes, 13 de enero de 2017

CINCO LOBITOS TIENE LA LOBA…

¿Quién de nosotros no ha cantado alguna vez esta canción a un niño moviendo la mano? Al menos yo sí que lo he hecho en varias ocasiones. Con esta canción jugamos con los dedos de la mano y hacemos ver a los párvulos que ellos también tienen sus “lobitos” y que los pueden usar. Y el primero que empiezan a usar enseguida es el índice.

La estampa típica de un pequeñajo es con la mano levantada y el dedo índice señalando mientras pronuncia “iaa” (mira) o “io” (mío). Conforme vamos haciéndonos mayores dejamos de sorprendernos tanto por las cosas aunque la expresión “mira” mientras señalamos con el dedo (de forma real o imaginada) la seguimos utilizando. Sin embargo, no lo hacemos indicando algo que nos sorprende. Desgraciadamente lo hacemos para criticar, señalar una actuación o una persona que no nos gusta, menospreciar, etc…

Menos mal que Juan el Bautista sale a nuestro encuentro y nos enseña de nuevo a utilizar bien esta forma de expresarnos. Juan señala a Cristo como el Cordero de Dios, el que tiene que salvar al mundo, el que tenía que venir. Nos llama la atención sobre la persona que debemos seguir y tenemos que fijar nuestra mirada.

Por si acaso no nos había quedado claro después de los Evangelios de estas últimas semanas, se nos vuelve a señalar a Cristo como el centro de nuestra fe. Es a Él a quien tenemos que señalar para llamar la atención de los que nos rodean y que se fijen en el que puede darnos la verdadera alegría que los cristianos hemos descubierto.

Dejemos, pues, de señalar para hundir y empecemos a ser faros que señalen la Luz verdadera que es Jesús. Que nuestras palabras no sean de condena sino de bendición. Que podamos ser cauce para que las personas puedan descubrir al que ha venido para darnos la Vida.

Alejandro Navarro Mulet
Párroco de Nuestra Señora de Fátima.

miércoles, 11 de enero de 2017

NADALS A LA 
PARRÒQUIA















Este Nadal han estat carregats d’activitats per celebrar el Naixement de Jesús, el nostre Salvador. Començarem amb bon peu amb la Missa del pollet. L’esgléssia estava plena de gom a gom per a rebre la gran notícia del naixement de Crist; i els més xicotets de la casa junt amb els nostres joves, van preparar uns teatrets que poguérem vore tots junts durant la Missa.












Va ser una Missa molt bonica, plena d’alegria, de fe i d’esperança per eixa gran notícia que el Senyor ens havia donat. Estic segur que el xiquet Jesús s’ho passà d’allò més bé amb nosaltres i s’alegraria del fet que ho celebrarem d’esta manera. L’any que ve repetirem i…qui sap…pot ser els pares i profes s’animen i ens facen una actuació!!!

Als pocs dies, el grup Junior Nostra Senyora de Fàtima, va fer un mercadet solidari per tal de poder replegar diners de cara al pròxim campament i poder ajudar un poquet a aquelles famílies amb problemes econòmics. Van fer una gran festa amb castells unflables, màgia, música,…a més de poder tastar plats suculents que van preparar, desinteressadament, alguns pares i mares de l’associació de pares i mares del nostre centre Junior. Gràcies a tots els que col·laborareu.


Per celebrar e nou any que acabàvem d’estrenar, els més joves de la parròquia, muntarem un viatge fins a Terol, més en concret, fins a l’estació d’esquí de Valdelinares, on pogueren disfrutar d’un bon dia tirant-se en trineu per les pistes. Que bé s’ho passarem. Tant, que ja estem pensant en tornar l’any que ve i tornar-ho passar d’allò més bé.














Com a colofó de festa tinguérem la visita sorpresa de Ses Majestats els Reis Mags!!! Quina sorpresa més gran ens feren. Volgueren compartir amb nosaltres l’Eucaristia i aprofitar per a donar-nos uns regalets que ens havien portat. Tots férem cares de bons xics per tal que els Reis no ens deixaren carbó. A més a més, al matí del dia 6, vam vore a la Sagristia que els Reis ens havien dut els Evangelis 2017!! Quina sorpresa més gran. No només pensaren en que disfrutàrem amb els jocs sinó que també es preocuparen de que pregarem amb la Paraula de Déu.


En fi, un Nadal ple d’alegría i esperança, però, sobretot, un Nadal ple de Déu.

domingo, 8 de enero de 2017


DEPURANDO LAS AGUAS

Una de las noches más mágicas del año, por no decir la que más, es la noche de Reyes. Desde bien pequeñito (como no) me ha gustado ese día: la cabalgata, los nervios, poner cara de no haber roto un plato, preparar turrón y mistela (que de leche ya irán saturados) para cuando vengan a traerme los regalos… Todo esto rodeado por un halo de misterio, de miradas furtivas y cómplices y frases del estilo: ¿Tú te has portado bien para que te traigan eso? Momento en que ponías la mejor de tus sonrisas y los ojos más tiernos.

Más mágica todavía se ha vuelto esta noche ahora que me he hecho más mayor. Os digo la verdad cuando afirmo que, la noche de Reyes, sigue siendo la noche más mágica y bonita del año. Sólo con ver la cara de los niños, por ejemplo, cuando ven pasar, nada más y nada menos, que a los Reyes Magos por las calles de su pueblo montado en esas carrozas tan bonitas…se me ponen los pelos de punta.

Un regalo que nos hace el Señor todos los años, como culminación del tiempo de Navidad, es la fiesta del Bautismo del Señor. Digo regalo, porque nos permite renovar las promesas bautismales de cara al año nuevo que tenemos recién estrenadito; y esos propósitos que nos hacemos para ser mejores personas, se junten con estos deseos de ser mejores cristianos.

Pero el regalo no se queda ahí. El Evangelio nos presenta a un Jesús crecido y preparado para darse a conocer al mundo. Desde el pasaje en el que Jesús se pierde en el Templo y sus padres lo encuentran mucho más tarde, Jesucristo ha crecido bajo la tutela de sus padres. Es, a partir de este instante en el Jordán, cuando comienza a cumplir esa misión a la cual estaba llamado: anunciar el Reino de Dios. Y qué mejor forma de comenzar que limpiando las aguas el Jordán de los pecados del pueblo. Jesús asume todo aquello que la gente quiso desprenderse con el gesto del Bautista.

La siguiente vez que hiciera lo mismo sería con la cruz a cuestas camino del Calvario; pero, para eso, aún quedaba mucho tiempo. Su misión acababa de dar comienzo y el Padre lo ratifica: “Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto”.


Es el tiempo en que nosotros comenzamos también a caminar tras Él. La renovación en esta ocasión radica en eso, en comprometernos de nuevo a caminar junto a Él por los caminos del antiguo Israel. Comprometernos a ser fieles a Cristo durante todo este año participando de la fiesta de ser cristiano y de los Sacramentos. Comprometernos a hacer cada día más grande el Reino de Dios y practicar la caridad y la justicia allá donde estemos. Comprometernos, en definitiva, a amar sin medida a Dios en los hermanos que nos rodean.

Vuestro párroco