viernes, 24 de febrero de 2017

ESTOY ENFERMO
Estoy enfermo. Necesito curarme. Me pondré en cuarentena y, si sigo todos los pasos que me ha recetado el médico, quedaré totalmente sano. No quedará ni rastro de mi enfermedad. Y eso que es muy grave. Tanto que me va la vida en ello.

Los síntomas de esta enfermedad son horribles y, aunque intento disimularlos, a veces la gente que me rodea padece sus efectos. No es agradable ver como sufren los que están más en contacto conmigo a causa de mi enfermedad. Me revelo en esos momentos contra ella y le grito lo más fuerte que puedo para decirle que se centre en mí y se olvide de los demás.

No os creáis que es una enfermedad rara, está más extendida de lo que nos podemos imaginar. Incluso hay gente que la tiene y ni siquiera se ha dado cuenta. Esas personas son las que peor lo llevan. Yo, al menos, me he dado cuenta y estoy poniendo los medios para curarme.

Comparto esto con vosotros por si acaso la tenéis y no lo sabéis. Por si no os habéis fijado en los síntomas y creéis que lleváis una vida normal, como me pasó a mí. No quiero que nadie llegue a morir por esta enfermedad y, por eso, he decidido darla a conocer.
Es difícil darse cuenta de los síntomas de esta dolencia porque pasan muy desapercibidos; al menos, al comienzo de la enfermedad. Al comienzo de la misma simplemente son pequeños olvidos a la hora de rezar. Esos olvidos dan paso a días enteros sin hacerlo y en los casos muy avanzados llegan incluso hasta ser varias semanas.

Otro de los síntomas es el de la falta de caridad. Sus efectos son muy amplios pero los más notorios son la falta de caridad en el trato con el otro, la falta de caridad con los que no tienen tantos recursos, la falta de caridad ante los fallos de los demás… Sólo en casos muy extremos se llega a la violencia pero sólo cuando la enfermedad ha infectado a todo el individuo.

Se aconseja, durante el tiempo de cuarentena, que la dieta sea ligera. Sobre todo un día a la semana y alguna que otra excepción al principio y al final del tratamiento. Esos días se aconseja tomar pescado, no sólo por su valor nutritivo, sino porque nos ayudará a caer en la cuenta de que estamos intentando curar nuestra enfermedad.

El miércoles que viene inicio la cuarentena y, aunque tenga un poco de miedo, voy a poner todas mis fuerzas en curarme para que la enfermedad del pecado (como se suele llamar) no pueda conmigo. El médico me ha dicho que tengo muchas posibilidades y que confía en mí. Que incluso daría su vida para sanarme. Creo que exagera aunque él lo decía muy convencido.

Espero que esta confesión haya servido para que otros muchos se den cuenta de si padecen o no estos síntomas u otros similares. En caso afirmativo, un duden a acudir al médico más cercano. Estoy seguro que los estará esperando con los brazos abiertos para poder ayudarles.

Vuestro párroco.

viernes, 17 de febrero de 2017


Ganas de ti, mamá

El pasado martes celebramos el aniversario del hallazgo de nuestra patrona la Virgen de Sales con inmensa alegría. Una oportunidad más que, personalmente tengo, para conocer las costumbres y devociones del pueblo de Sueca que tan buena acogida me está dando. Agradecer a la Real Asociación y a D. Manuel el que pensaran en mí para poder celebrar la Misa de 8:30 a los pies de María en su casa donde, desde lo alto del altar, vela por todos nosotros.

Y es que nuestro pueblo está abrazado por María. Sólo hay que caer en la cuenta que cuatro de las cinco parroquias están dedicadas a ella: la Virgen de Sales, la Milagrosa, el Carmen y Fátima; y, en medio, San Pedro que, desde los inicios de la historia de nuestro pueblo, ha albergado la fe y la devoción de todos los habitantes de Sueca.

San Pedro abrazado por María. Esto me recuerda una escena de la película de “La Pasión”, en la cual, María abraza a un Pedro destrozado tras negar a Jesús. ¿Cuántos de nosotros abrazaríamos al que ha dejado a nuestro hijo solo y ha renegado de él? Pero María no es del “ojo por ojo” como dice Jesús en el Evangelio…su amor va más allá, como el de Cristo. Por eso, toda devoción y fiesta que hagamos en su honor, es poca.

Otra fiesta muy importante que tendremos será el centenario de las Apariciones de la Virgen de Fátima que celebraremos el 13 de mayo. Hasta la fecha estamos ultimando algunos actos que, estoy seguro, os gustará mucho participar.

El pistoletazo de salida lo realizará el grupo Junior de la parroquia. Este sábado día 18 a las 20:00 horas tendrá lugar una oración para los jóvenes de todo el pueblo al que todo el mundo será bienvenido. Tras la oración cenaremos todos juntos y haremos un juego nocturno que será de lo más divertido.

El mes que viene visitaremos el Asilo de ancianos. Coincidirá con el día 13 y queremos que sea un encuentro precioso de María con las personas que allí viven y con las que cuidan de ellos.

Pasada la Semana Santa y el viaje que tenemos al Santuario de Fátima, nuestra imagen saldrá por todas las calles del barrio en una procesión que será única y muy particular. Más adelante os informaremos mejor y nos gustaría que pudieseis participar y colaborar.

Más sorpresas estamos preparando para no dejar pasar de largo este centenario y las queremos compartir con todos los vecinos de Sueca. No dudéis en venir a visitar a nuestra madre bajo el título entrañable de Virgen de Fátima. Ella os espera con los brazos abiertos preparados para darnos el mejor de sus abrazos.

Vuestro párroco.

viernes, 10 de febrero de 2017

La enfermedad del hambre
El mes de febrero es el mes de los enamorados. Aunque soy de los que celebrarían esta fiesta del amor el día 9 de octubre que para algo tenemos la tradición de regalar la “mocaorá”. Pero sea cual sea la fecha que decidamos escoger, siempre se va a tratar de demostrar el amor (algo inmaterial) con un regalo (algo material). Como si el amor no se pudiera demostrar de otra forma.

Dos oportunidades más de demostrar el amor tenemos este mes. Un amor diferente, sí, pero pleno, lleno de vida y esperanza, lleno de fuerza, lleno de Dios
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Este sábado, festividad de la Virgen de Lourdes, celebramos la jornada mundial del enfermo. Esta jornada fue instaurada por san Juan Pablo II hace poco más de 20 años y, en ella, se nos alienta a vivir la enfermedad (tanto si la padecemos como si somos quienes cuidamos de los enfermos). Sin duda alguna es una oportunidad que se nos brinda para llenar de esperanza todo aquello que la sociedad intenta apartar y esconder.

Todo este dolor, sufrimiento, noches de insomnio, visitas al médico, malestar,… intentar vivirlo junto con Cristo que pasó por los mismos sentimientos y, por eso, también nos puede acompañar,  porque Él también los pasó.
  
Pero también podemos demostrar este amor cargado de Dios en la campaña contra el hambre que organiza todos los años Manos Unidas. Bajo el lema “1/3 de nuestros alimentos acaba en la basura – el mundo no necesita más comida, necesita más gente comprometida” se nos invita a reflexionar sobre la necesidad de vivir con lo justo evitando el derroche innecesario.

Concienciar a las generaciones más jóvenes que la comida que ellos no se comen podía habérsela comido mucha más gente. Concienciarnos de que, a menudo, nos pasamos de la raya llegando incluso a ser ofensiva nuestra actuación…pero como no vemos a los que pasan necesidad…ojos que no ven, corazón que no siente.

El proyecto con el que vamos a colaborar este año es la mejora de la salud materno-infantil en Senegal. Más en concreto se trata de poder hacer llegar la salud obstetricia a las mujeres que viven más alejadas de los núcleos urbanos con ambulatorio. De este proyecto se podrán beneficiar cerca de 3000 mujeres.

Una forma de amar no es sólo colaborar económicamente. Lo más importante es que, unidos en la celebración de la Eucaristía de este fin de semana, podamos pedir al Señor que convierta los corazones de aquellos que pueden cambiar el mundo y que algún día no tengamos que realizar esta campaña. Unamos nuestras manos contra el hambre.

Vuestro párroco

viernes, 3 de febrero de 2017

DE HORMIGAS 
Y OTROS ANIMALES


Había una vez unas hormigas que, tras buscar y buscar en diferentes campos, decidieron establecerse en uno muy bonito con muchos naranjos y demás árboles alimentados por un potente río que pasaba no muy lejos de allí.

Estas hormigas convivieron con otros insectos que había por la zona y con los innumerables pájaros que anidaban en las copas de los árboles. Todos las conocían y, de vez en cuando, iban a visitarlas ya que eran muy alegres y tenían unas costumbres muy particulares.

Todos los días, cuando salía el sol, se juntaban todas las hormigas en la entrada del hormiguero y frotaban bien fuerte sus antenas de forma que todos los que estaban alrededor podían escucharlas. Era un sonido fuerte, que duraba apenas unos minutos, pero todos se alegraban de escucharlo porque significaba que había empezado un nuevo día. Los habitantes del campo empezaban a trabajar después de ese sonido, excepto los que trabajaban por la noche, que esperaban aquella música con ansia, pues significaba que podían acabar su tarea.

Este ritual lo repetían cada hora. Las hormigas paraban de recoger alimentos para juntarse en la entrada del hormiguero y frotar todas juntas sus antenas. Ese sonido iba acompañando los quehaceres de todos los que habitaban ese campo.

Todas las tardes, antes de acabar la jornada, las hormigas se juntaban de nuevo para hacer otro canto diferente, esta vez más seguido. Con ello indicaban a las hormigas que estaban lejos y no siempre podían juntarse con las demás para frotar sus antenas, que era hora ya de volver al hormiguero para dar gracias por el día que estaba acabando y por los alimentos que habían podido recolectar. Lo hacían tres veces casi seguidas y, después del tercero, todas se quedaban juntas y en silencio un ratito antes de volver a entrar en el hormiguero de nuevo.

Había días que se juntaban más veces de lo normal. Esos días hacían sonidos diferentes pues celebraban el nacimiento de nuevas hormigas, cuando se casaban las hormigas que se enamoraban, por el cumpleaños de la hormiga reina, etc. Otras veces, en cambio, sus canciones eran tristes ya que despedían, todas juntas, a las hormigas que pasaban al hormiguero eterno donde ya nunca tendrían que cargar con los alimentos sino vivir en paz.
Pasaron las generaciones y las hormigas continuaron en ese campo. Y todo el mundo las conocía y se alegraban (la gran mayoría) de que estuvieran allí.


Llegaron otros animales al campo a vivir buscando comida ya que, de donde venían, ya no se podía vivir como lo hacían sus antepasados. En el campo cabían todos y nadie les puso pegas para que se instalaran, al contrario, todos les ayudaron a asentarse. Pero pronto, los nuevos vecinos, comenzaron a quejarse del ruido que hacían las hormigas “a todas horas” y de sus desfasadas tradiciones. Los de su misma especie, que vivían allí generaciones y generaciones, les explicaron lo importante que era, para aquel campo, el sonido de las hormigas al frotar sus antenas. Pero no quisieron escuchar y obligaron a las hormigas a hacer lo mismo pero sin frotar las antenas…total, a nadie (a su parecer) le importaba saber cuándo era fiesta en el hormiguero… “¡¡No todos somos hormigas!!”

El campo continuó su marcha como todos los días y las hormigas también. El devenir del tiempo lo fue marcando otros ruidos más modernos y “democráticos” que, a su parecer, no excluían a nadie.


Sin embargo, algunos días, los diferentes animales que habían estado allí desde siempre, se ponían a los pies del hormiguero y observaban a las hormigas reunirse de nuevo. Aunque la reunión era en silencio, en sus corazones continuaban escuchando el frotar de sus antenas, mientas pedían con esperanza que, algún día, todos los animales del campo sepan vivir en armonía, permitiéndose unos a otros, convivir en paz…

Vuestro párroco