ESTOY ENFERMO
Estoy enfermo. Necesito
curarme. Me pondré en cuarentena y, si sigo todos los pasos que me ha recetado
el médico, quedaré totalmente sano. No quedará ni rastro de mi enfermedad. Y
eso que es muy grave. Tanto que me va la vida en ello.
Los síntomas de esta
enfermedad son horribles y, aunque intento disimularlos, a veces la gente que
me rodea padece sus efectos. No es agradable ver como sufren los que están más
en contacto conmigo a causa de mi enfermedad. Me revelo en esos momentos contra
ella y le grito lo más fuerte que puedo para decirle que se centre en mí y se
olvide de los demás.
No os creáis que es una
enfermedad rara, está más extendida de lo que nos podemos imaginar. Incluso hay
gente que la tiene y ni siquiera se ha dado cuenta. Esas personas son las que
peor lo llevan. Yo, al menos, me he dado cuenta y estoy poniendo los medios
para curarme.
Comparto esto con vosotros por
si acaso la tenéis y no lo sabéis. Por si no os habéis fijado en los síntomas y
creéis que lleváis una vida normal, como me pasó a mí. No quiero que nadie
llegue a morir por esta enfermedad y, por eso, he decidido darla a conocer.
Es difícil darse cuenta de los
síntomas de esta dolencia porque pasan muy desapercibidos; al menos, al
comienzo de la enfermedad. Al comienzo de la misma simplemente son pequeños
olvidos a la hora de rezar. Esos olvidos dan paso a días enteros sin hacerlo y
en los casos muy avanzados llegan incluso hasta ser varias semanas.
Otro de los síntomas es el de
la falta de caridad. Sus efectos son muy amplios pero los más notorios son la
falta de caridad en el trato con el otro, la falta de caridad con los que no
tienen tantos recursos, la falta de caridad ante los fallos de los demás… Sólo
en casos muy extremos se llega a la violencia pero sólo cuando la enfermedad ha
infectado a todo el individuo.
Se aconseja, durante el tiempo
de cuarentena, que la dieta sea ligera. Sobre todo un día a la semana y alguna
que otra excepción al principio y al final del tratamiento. Esos días se
aconseja tomar pescado, no sólo por su valor nutritivo, sino porque nos ayudará
a caer en la cuenta de que estamos intentando curar nuestra enfermedad.
El miércoles que viene inicio
la cuarentena y, aunque tenga un poco de miedo, voy a poner todas mis fuerzas
en curarme para que la enfermedad del pecado (como se suele llamar) no pueda
conmigo. El médico me ha dicho que tengo muchas posibilidades y que confía en
mí. Que incluso daría su vida para sanarme. Creo que exagera aunque él lo decía
muy convencido.
Espero que esta confesión haya
servido para que otros muchos se den cuenta de si padecen o no estos síntomas u
otros similares. En caso afirmativo, un duden a acudir al médico más cercano.
Estoy seguro que los estará esperando con los brazos abiertos para poder
ayudarles.
Vuestro párroco.