Ciudad de ángeles
Esta semana que vamos a
empezar celebramos a los Santos Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael y, tengo
que reconocer, que tengo bastante olvidado este tema. Sin embargo, charlando
con una persona hace poco, le escuchaba decir que para él su padre, ya en la
Gloria de Dios, era un ángel que siempre estaba velando por su familia.
No os voy a contar la
conversación que mantuve, sólo notar la paz, tranquilidad y sosiego que esta
persona irradiaba al hablar su particular ángel de la guarda. No pude evitar
recordar esa oración que nos enseñaban de pequeño (y que desgraciadamente
parece estar cayendo en el olvido) que rezaba por las noches antes de dormir: “Ángel de la Guarda, dulce compañía. No me
desampares ni de noche, ni de día. No me dejes solo que si no me perdería.”
Los ángeles son seres
espirituales creados por Dios. Son seres inmortales, dotados de inteligencia y
voluntad. Como son seres espirituales no pueden ser vistos; sin embargo, en la
Biblia encontramos ejemplos, como en los profetas Daniel y Zacarías, donde, por
intervención de Dios, han podido ser vistos entre gran asombro y respeto.
Cada uno de nosotros tenemos
nuestro ángel. Siempre he creído que tengo cuatro: mis abuelos; encargados de
velar por mi y de rodearme del amor de Dios. Tengo dos más que todavía no se
han ganado las alas…pero que el Señor no tenga prisa en dárselas que todavía me
hacen falta aquí.
A lo largo de nuestra vida nos
encontramos con personas cuyo trato hacia nosotros o su manera de hacer las
cosas, las consideramos como ángeles o regalos de Dios. Será porque nos
recuerdan el amor que Dios nos tiene o porque, simplemente, encontramos paz
estando a su lado.
Sea lo que sea, lo cierto es
que Dios, en su divina misericordia, envía mensajeros de su voluntad y amor todos
los días hacia nosotros. No harán ruido, no vendrán entre nubes y
relámpagos,…pienso que su presencia será algo tan sutil como una brisa suave.
Tienen algo importante que darnos, algo que es más importante que ellos mismos:
la presencia, cercanía y cuidado de Dios en nuestra vida. Por eso, para que no
olvidemos esto por culpa de nuestro asombro, no se dejan ver…o si…
Vuestro párroco
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