MIM-ANDO
El diccionario de la Real Academia Española define la
mímica como la “expresión de
pensamientos, sentimientos o acciones por medio de gestos y movimientos
corporales”. En esta semana que nuestro pueblo se llena de artistas de la
mímica de todo el mundo, no podía dejar pasar la ocasión para ir un poco más
allá.
Durante estos días nuestras calles se llenarán de
espectáculos que nos invitarán a reír, a reflexionar, a llorar, a asombrarnos y
(espero y deseo) a sentir muchos más sentimientos. Cierto que habrán cosas que
nos gusten más o que nos gusten menos, pero creo que no podemos perdernos esta
dosis de cultura que se nos pone delante.
Sin embargo, yendo un poco más allá y poniendo los pies en
el suelo, lo que vamos a ver estos días en Sueca no dejan de ser obras
teatrales que nos van a querer contar historias. Ahondando un poco más, hay
otra definición de la RAE que me ha llamado la atención. Buscando la definición
de mimo (refiriéndome al artista que realiza este tipo de actuaciones) me he
encontrado cuatro acepciones que no tienen nada que ver con lo que buscaba a
priori. Me quedo con dos: “Cariño halago
o demostración de ternura” y “Cuidado,
delicadeza con que se hace algo”.
Personalmente, no me puedo quejar de las demostraciones de
mimo que recibo: un abrazo, un beso, una mirada que habla, unos buenos días o
buenas tardes o buenas noches, o largas conversaciones en las que no se dice
nada pero que se expresa todo. Por todas ellas me siento inmensamente
agradecido…
Lo que si me puedo quejar es de la falta de mimo que puedo
llegar a conceder a los que me rodean. Tal vez por despiste, por dejadez o por
miedo a cansar o molestar a las otras personas. Esa es una de mis tareas
pendientes.
No obstante, creo que todos necesitamos de buenas dosis de
mimo; y, una de las formas de mimar, nos
la propone esta semana la liturgia dominical: el perdón. Ya hablaremos de esto
este fin de semana en las Misas. Sólo espero que también esta demostración
continua de ternura del Señor hacia nosotros, nos haga reflexionar sobre si, ya
que nos gusta tanto recibir el mimo del perdón, somos capaces de mimar al otro
de la misma forma. Ahí queda la cosa.
Vuestro párroco
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