viernes, 27 de octubre de 2017

FLORES COMO PALABRAS

El otro día observaba como una madre intentaba arreglar la ropa a su hijo. Intentaba por todos los medios que su retoño estuviera bien guapo para ir al cole. Faena que estoy seguro había realizado antes de salir de casa pero que volvía a repetir con esmero, a modo de despedida, antes de que el pequeñajo entrara corriendo por las puertas del colegio.

Acto seguido, como todas las mañanas, me dirigí hacia la carretera que lleva al cementerio para que mi perro y yo estiremos un poco las patas antes de comenzar la jornada. Todos los días me encuentro con personas (en su mayoría mujeres) que caminan también por allí y que luego descubrí que tienen costumbre de ir al cementerio todos los días a hacer la visita de rigor.

Estos días, la carretera, se nota más concurrida de lo normal y, supongo, que este fin de semana lo estará más todavía ante la próxima solemnidad de Todos los Santos.

Puede parecer que lo que os contaba al principio no tenga nada que ver con lo que seguía. Pero si nos fijamos un poco no podemos más que caer en la cuenta que la historia se repite. Si de pequeños nos dejábamos arreglar por nuestros padres para estar bien guapos; de mayores, arreglamos a nuestros padres, hermanos, maridos, mujeres y demás familiares incluso después de fallecidos.

Estos días, los cementerios se llenan de vida (vaya paradoja) y de color por las flores que rompen con su alegría el color negro del luto. Estoy seguro que, cuando me llegue el tiempo de limpiar el nombre y la fotografía de mis padres y ponerles flores, recordaré cuando ellos me arreglaban el pelo y me bañaban en colonia Nenuco….ese será el día en que la historia se repita para mi.

Ciertamente, nos puede llenar de tristeza y de recuerdos estos viajes al Campo Santo pero, si nos fijamos bien, hasta los muertos nos pueden estar hablando sin mediar palabra. Basta con pararse en cualquier calle del cementerio y observar. Todos nuestros antepasados nos muestran los bellos colores de las flores que en sus lápidas han depositado sus familiares.

Y digo yo. ¿No será esto un anuncio de lo que ellos ya viven y que nosotros también viviremos? ¿No serán las flores las que nos anuncian la Vida Eterna feliz y alegre que nos regaló el Señor? Los muertos hablan, sí, pero las palabras las ponemos nosotros. De nosotros depende que las palabras que pongamos estos días sobre las tumbas de nuestros familiares sean de angustia y de tristeza o, por el contrario, de esperanza del feliz reencuentro definitivo con ellos en el Eterno abrazo del Padre en la Resurrección.

Vuestro párroco 

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