FLORES COMO PALABRAS
El otro día observaba como una
madre intentaba arreglar la ropa a su hijo. Intentaba por todos los medios que
su retoño estuviera bien guapo para ir al cole. Faena que estoy seguro había
realizado antes de salir de casa pero que volvía a repetir con esmero, a modo
de despedida, antes de que el pequeñajo entrara corriendo por las puertas del
colegio.
Acto seguido, como todas las
mañanas, me dirigí hacia la carretera que lleva al cementerio para que mi perro
y yo estiremos un poco las patas antes de comenzar la jornada. Todos los días
me encuentro con personas (en su mayoría mujeres) que caminan también por allí
y que luego descubrí que tienen costumbre de ir al cementerio todos los días a
hacer la visita de rigor.
Estos días, la carretera, se
nota más concurrida de lo normal y, supongo, que este fin de semana lo estará
más todavía ante la próxima solemnidad de Todos los Santos.
Puede parecer que lo que os
contaba al principio no tenga nada que ver con lo que seguía. Pero si nos fijamos
un poco no podemos más que caer en la cuenta que la historia se repite. Si de
pequeños nos dejábamos arreglar por nuestros padres para estar bien guapos; de
mayores, arreglamos a nuestros padres, hermanos, maridos, mujeres y demás
familiares incluso después de fallecidos.
Estos días, los cementerios se
llenan de vida (vaya paradoja) y de color por las flores que rompen con su
alegría el color negro del luto. Estoy seguro que, cuando me llegue el tiempo
de limpiar el nombre y la fotografía de mis padres y ponerles flores, recordaré
cuando ellos me arreglaban el pelo y me bañaban en colonia Nenuco….ese será el
día en que la historia se repita para mi.
Ciertamente, nos puede llenar
de tristeza y de recuerdos estos viajes al Campo Santo pero, si nos fijamos bien,
hasta los muertos nos pueden estar hablando sin mediar palabra. Basta con
pararse en cualquier calle del cementerio y observar. Todos nuestros
antepasados nos muestran los bellos colores de las flores que en sus lápidas
han depositado sus familiares.
Y digo yo. ¿No será esto un
anuncio de lo que ellos ya viven y que nosotros también viviremos? ¿No serán
las flores las que nos anuncian la Vida Eterna feliz y alegre que nos regaló el
Señor? Los muertos hablan, sí, pero las palabras las ponemos nosotros. De
nosotros depende que las palabras que pongamos estos días sobre las tumbas de
nuestros familiares sean de angustia y de tristeza o, por el contrario, de
esperanza del feliz reencuentro definitivo con ellos en el Eterno abrazo del
Padre en la Resurrección.
Vuestro párroco
No hay comentarios:
Publicar un comentario