VELAD
Parece que era ayer cuando
celebrábamos las fiestas en honor a Nuestra Patrona la Virgen de Sales o las de
Nuestra Señora de Fátima y ya estamos al inicio del Adviento. ¡Hay que ver cómo
pasa el tiempo!
Esto nos avisa de que no
podemos dormirnos en los laureles. Que el tiempo apremia y hay que tomarse la
vida en serio. No habrá una segunda oportunidad, no volveremos a nacer (a no
ser que sea para la Vida Eterna). Por eso hay que VIVIR nuestra vida al máximo
intentando sacar lo mejor posible de cada día que pasamos.
A eso nos exhorta esta primera
semana de Adviento que vamos a comenzar: a estar en vela, a no dormirnos, a
mantener viva la esperanza. Ese podía ser el resumen de lo que deberíamos vivir
durante estas cuatro semanas que tenemos por delante.
Estemos, pues, vigilantes a lo
que semana tras semana vamos a ir descubriendo en las lecturas de la Eucaristía
dominical; en ellas encontraremos las claves para vivir la próxima Navidad no
esperando un regalo envuelto en papel de colores sino esperando el regalo que
viene envuelto en pañales.
“Jamás oído oyó ni ojo
vio un Dios, fuera de ti, que hiciera tanto por el que espera en él.” Con estas
palabras del profeta Isaías iniciaremos nuestra búsqueda personal de Dios
intentando no quedar aletargados entre anuncios, comilonas, perfumes de
colonia, etc…que inundarán nuestras vidas durante las próximas semanas. Si bien
todo es necesario no se nos puede ir la vida en ello.
A lo que si que deberíamos
darle importancia es a esta exclamación del profeta. Aunque nos sepamos la
historia al dedillo y pensemos que es una Adviento más como siempre, nuestra fe
debería darnos ese punto de sorpresa y emoción ante las casi cercanas fiestas
de Navidad. El derroche de amor con el que Dios va a inundar nuestras vidas con
el nacimiento de su Hijo no es cualquier cosa; por eso, debemos prepararnos.
Encenderemos este fin de
semana la vela verde, la de la esperanza. Que sea esa luz la que ilumine el
principio de nuestro Adviento personal. Que podamos caminarlo con alegría y con
espera gozosa de abrir el gran regalo que Dios nos tiene preparado: nuestra
Salvación.
Vuestro párroco
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