viernes, 28 de diciembre de 2018


Bombones
Una película que me gusta mucho y, a pesar de lo larga que es, la he visto en repetidas ocasiones es Forrest Gump. El personaje repite en varias ocasiones una frase que le decía su madre: “La vida es como una caja de bombones. Nunca sabes lo que te va a tocar”. Es verdad, estos días que nos atiborramos de dulces, si tenemos la suerte de topar con una caja de bombones de diferentes sabores, tentamos a la suerte mientras nos fijamos en formas y colores para escoger el bombón deseado.

Los habrán que nos gusten más y que nos gusten menos. Algunos querremos repetir pero no encontraremos otro igual. Otros nos parecerán amargos o menos apetitosos y, aunque intentemos evitarlos, caeremos más de una vez en el error de volver a cogerlos pensando que no los hemos probado antes.

Esta semana se nos presenta de nuevo una caja de bombones nueva. Sin estrenar. Con el envoltorio intacto, dispuesta a que le hinquemos el diente. Es una caja grande, muy grande. Tiene 365 bombones de diferentes sabores. Cada uno con su particularidad que los hace únicos. Muchos de ellos tendrán sabores parecidos pero cada uno será diferente, especial e irrepetible.

Al pasar los días veremos como la cantidad de bombones irá disminuyendo. Habrá quien empiece la caja un poco más tarde que el 1 de enero…esa será su primera caja de bombones. Esas personas tienen suerte: sus bombones tienen todos el mismo sabor dulce de la infancia, de los juegos, de las sonrisas. Son sólo unas poquitas cajas así; pronto empezarán a incorporar sabores nuevos que no serán tan agradables pero, mientras tanto, ¡a disfrutar!

Habrá quien, a mitad de caja, comience a compartirlos con otra persona. Esas personas descubrirán sabores que hasta ese momento no se habían podido imaginar. Habrá quien decida compartir los bombones para siempre con la otra persona y quien ira alternando su caja con otras de forma esporádica. Estas últimas tendrán ganas de compartir sus bombones con la persona que les haga sentirse especial…pero todavía les queda por probar algunas cajas para encontrar la definitiva.

Otros, sin embargo, se quedarán sin poder acabar sus bombones. Descubrirán un nuevo sabor: espectacular, divino, reparador,… Las personas que rodean a estas últimas que no acabarán sus cajas, sólo encontrarán bombones amargos…pero será por un tiempo. Luego volverán a encontrar sabor dulce en sus vidas.

Bombones tendremos de muchos tipos. No podremos evitar sus sabores pero sí que podremos pedir fuerzas a Dios para saber encajar los amargos y disfrutar de los dulces. Porque de eso se trata…de dejarse sorprender por los bombones que nos toquen. Feliz caja nueva…feliz año 2019.

Vuestro párroco

viernes, 21 de diciembre de 2018


NO ES OTRO CUENTO DE NAVIDAD
El pasado fin de semana ocurrió que, una persona de las que leen habitualmente en la parroquia, se emocionó mientras leía. La iglesia estaba medio llena y nadie hizo la menor mueca de desprecio ni de asombro.

Al acabar la Misa me acerqué a esa persona para ver si pasaba algo. Sólo una mujer se había acercado a ella para preguntarle cómo estaba. Mientras conversábamos una chiquilla con cierta discapacidad psíquica, que había entrado a ver el belén, se acercó a la persona con la que estaba hablando y, acariciándole el brazo, le decía que no llorara más. Hizo lo que le salió del corazón consiguiendo sacar una sonrisa de la persona que estaba a mi lado.

A diferencia de las personas que habían visto a esta persona llorar, esta chiquilla, no tuvo miedo ni reparo a la hora de acercarse a ella para calmarla un poco. No critico la actuación de las demás personas. Quizá hubiera hecho lo mismo si me encontrara en su lugar. Tal vez el miedo a no saber qué decir nos paraliza a la hora de empatizar con el otro.

Sólo cuando actuamos desde el corazón esos miedos desaparecen haciéndonos más fuertes y valientes. Y, a mi parecer, eso es lo que vamos a celebrar estos días: que Jesús nace en mí para abrir mi corazón al otro.

Tarea complicada ya que, tener el corazón abierto, implica sentirse vulnerable y más propensos a que nos causen dolor. Ciertamente, el dolor, cuando es verdadero, duele…

La Navidad no es un cuento. No son como las películas melosas que, desde hace un mes, nos ponen en la televisión. La Navidad es decidir tener un corazón como el de Jesús o no, es sentirse pobre como lo fue Cristo, es estar abierto a la voluntad de Dios que a veces cuesta entender y vivir.

La Navidad es una invitación a sostener a Jesús recién nacido en brazos y, pese a la dulzura del momento, coger fuerzas para poder decirle mirando esos ojos que acaban de abrirse al mundo: tú me enseñarás a vivir de verdad y tu muerte me salvará.

¡Feliz Navidad!

Vuestro párroco

viernes, 14 de diciembre de 2018


La voz del profeta

El otro día estaba haciendo unas gestiones por las calles de nuestro pueblo, nada fuera de lo normal. Me crucé con varias personas que me saludaron y otras tantas que se me quedaron mirando como diciendo: a este lo conozco pero no sé de qué…
Pasando por la plaza del ayuntamiento vi a un hombre, con unas pieles malolientes como vestimenta, que gritaba la venida de algo especial. Me senté en el bar a tomar algo calentito y me dispuse a escuchar lo que decía.
En eso que pasaba por delante de este hombre una persona mayor con una niña en la mano. ¡Vaya!, pensé, ya vienen los abuelos de ir a por sus nietos al cole. De repente, este hombre empezó a decirle a esa persona mayor lo siguiente: ¡Abuelos! Ayudad en lo que podáis a vuestros hijos pero no seáis sus esclavos. Mostrad a las generaciones que vienen que va a nacer Uno que cambió la historia del mundo y nos trajo la Salvación. Amaos incondicionalmente, a pesar de los años, en vuestros matrimonios y sed el fruto de una sociedad pacífica que mira al futuro sabiendo de donde viene. Esta persona mayor no se lo tomó demasiado bien y creo que, porque llevaba a su nieta en la mano, no hizo nada más que refunfuñar algo entre dientes bajo la atónita mirada de la pequeña.
No salía de mi asombro cuando pasó por delante de este hombre un joven mirando el móvil con tanta pasión que casi choca contra él. ¡Tu vida no se limita a una pantalla diminuta! Comenzó a decirle. Busca la Verdad y se tú mismo. No seas un borrego más entre las masas y se valiente en buscar respuestas. Dios está dispuesto a amarte sin condiciones y a mostrarte un camino que conduce a la felicidad. Consiguió que separara los ojos del móvil durante poco más de 10 segundos pero continuó su camino como si nada hubiese pasado.
Pasó un concejal. Se fiel a tus ideas y respeta las de los demás. No hagas uso del pueblo, forma parte de él. No busques su voto sino su bienestar. Vive desde la Ley del Amor que anunció el que tiene que nacer y encontrarás la alegría en el servicio a los demás… El concejal, visiblemente alterado, comenzó a espetarle sobre quién era él para decirle esas cosas en la calle y menos en una sociedad laica en la que bla, bla, bla,… Entré en el bar a pagar con la esperanza de que, al salir, todo estuviese más calmado.
Cuando volví a la calle me topé de bruces con este hombre en la puerta misma del bar. Me miró fijamente a los ojos que parecían irradiar fuego. Se humilde, fuerte y misericordioso como el que va a nacer. Un espejo donde los demás encuentren a Dios. No seas una isla independiente, al contrario, busca el bien mejor y la unión con los que son como tú. Denuncia las injusticias y lucha por la paz aunque la gente te odie…como le pasó a Cristo, como a mí me pasó…
Me quedé mirándolo sin mediar palabra. Noté que la plaza entera se había paralizado observándonos a los dos, miré a mí alrededor, lo volví a mirar a él, cogí mi bolsa y continué mi camino.
Antes de girar la esquina me giré y ese hombre ya no estaba, la gente estaba en sus cosas; ¿Había sido una imaginación? Las palabras de aquel hombre traspasaron mi corazón. Tenía toda la razón pero… ¿Quién era ese hombre para decirme lo que tengo que hacer?
Era Juan el Bautista que, como hace dos mil años, algunos lo tomaron por loco y no se percataron, cegados por otras luces, que nacía la salvación. ¿Ha cambiado algo la sociedad desde entonces?
Vuestro párroco

lunes, 10 de diciembre de 2018


Yermo
Ya lo decía San Pablo en su carta a los cristianos de Corinto. La predicación no era motivo de orgullo para él, no tenía más remedio que hacerlo porque se le iba la vida en ello. Tras su encuentro con Cristo y su conversión al cristianismo no pudo más que empezar a anunciar a Aquel que lo había salvado.

Quizá, lo más complicado que encuentro en mi ministerio como sacerdote sea la predicación, no ya porque pueden presentarse situaciones complicadas en algún entierro, por ejemplo, sino en el día a día, en los domingos, o en cualquier otro sacramento. La predicación no es fácil.

Captar la atención de las personas que tienes delante, mostrar el mensaje del Evangelio tal cual es, ser concreto y no irte por las ramas, utilizar un lenguaje adecuado y adaptado a las necesidades o las personas que tienes delante, partir de las realidades que todo el mundo puede vivir, tener los pies en el suelo mirando siempre las realidades del cielo, buscar tiempo hasta debajo de las piedras para poder preparar la homilía como Dios manda,…

A veces, tengo la sensación de predicar en el desierto, que lo que digo no interesa y, por lo tanto, el personal desconecta y no presta atención. ¡Ojo! No culpo a nadie más que a mí por no saber enfocar las cosas de forma que a la gente pueda llegar a tocarle el corazón.

Juan predicaba en el desierto, donde no hay vida, donde no hay nada. Desierto, sin embargo, se utiliza también en la oración para designar los momentos en los que nos apartamos de todo (TODO) para intentar encontrarnos con Aquel que lo es TODO. Visto así, sólo podríamos entender a Juan si nos quitáramos todo aquello que nos puede apartar del amor de Dios, si nos quitáramos de todo lo que nos podría distraer.

Sólo así podremos entender la fuerza, el fuego, de la predicación de San Juan Bautista. De ahí el color rojo del segundo cirio de la corona de Adviento. Si queremos entrar en el verdadero misterio de lo que está aconteciendo estos días, tanto predicadores como predicados, debemos saber quitarnos de todo aquello que nos pueda marear.

No convirtamos la Navidad en una campaña más de los Centros Comerciales. Sí, son tiempos de regalar cosas, eso está bien. Pero regalémonos también tiempo para nosotros, para nuestro encuentro con Aquel que viene a salvarnos. Regalémonos algún tiempo para visitar nuestro desierto…

Vuestro párroco

viernes, 30 de noviembre de 2018


Promesas
De pequeño me sorprendía ver a personas que iban descalzas, cirio en mano, en la procesión del Cristo de mi pueblo o por la televisión durante las procesiones de Semana Santa. Recuerdo que, al preguntarle el por qué a mis padres, ellos me dijeron que eran personas que habían hecho una promesa.

Poco a poco, esas imágenes de “devoción popular”, van desapareciendo de las procesiones bien por la creciente increencia en nuestra sociedad, porque convertimos las procesiones en un “acto cultural” más o porque cada vez se nos hace más complicado eso de cumplir promesas.

Esto de las nuevas tecnologías nos ha permitido a las generaciones más jóvenes (y algún que otro avispao de cierta edad) comunicarnos con cualquier lugar del mundo, enterarnos de las noticias casi antes de que ocurran y vomitar nuestra verborrea mental a diestro y siniestro amparados en el anonimato virtual.

Las personas cada vez damos más opinión de todo (que está genial) incluso de lo que no tenemos ni idea (que ya no me parece tan bien). A las noticias que se pueden leer por internet le siguen miles de comentarios de todo tipo: a favor o en contra, respetuosos u ofensivos, delicados o soeces… de todo lo que queráis. Hablamos, hablamos y hablamos de cosas que no nos atreveríamos a decir en voz alta o delante de nadie aunque, al menos por la expresión escrita, podamos parecer muy brabucones.

Creo que estamos perdiendo el poder que tiene la palabra para crear y la estamos utilizando como un arma más de destrucción masiva. El lenguaje, que sirve para unir y comunicarnos, cada vez nos está separando más. Además, la palabra cada vez más está perdiendo su valor ya que, de la noche, a la mañana se cambia de opinión como nos cambiamos de calcetines. A veces no nos comprometemos ni siquiera con las palabras que decimos.

Con este panorama ¿Quién es capaz de mantener una promesa? ¿Cuántos de nosotros hemos prometido algo que no hemos podido cumplir? ¿Cuántas palabras que hayamos podido decir se las ha llevado el viento?

Empezamos el Adviento esta semana y lo primero que nos viene es el anuncio de la gran promesa: la venida del Salvador. Esa sabemos que sí que se cumplió y que se sigue cumpliendo día tras día porque Dios sí que es fiel a su Palabra…a su promesa.

Yo no puedo tampoco prometer mucho pero, al estilo de los profetas que anunciaban al pueblo de Israel la venida del Mesías, sí que os puedo gritar con voz potente una promesa que se va a cumplir: Levantaos, alzad la cabeza…¡se acerca nuestra liberación!

Vuestro párroco

viernes, 23 de noviembre de 2018


Colaboradores

El día de nuestro bautismo, nuestros padres se comprometieron ante Dios a educarnos en la fe. A partir de ese momento, somos guiados por ellos (y por nuestros padrinos) hacia Cristo hasta el momento en que cada uno, de forma libre y voluntaria, se suelta de la mano de sus progenitores y comienza este camino solo.

Los catequistas de cada parroquia, incluyendo el sacerdote, prestan su ayuda a la hora de iniciar este camino de fe. Donde los padres o padrinos no llegan lo pueden hacer los catequistas, personas de confianza con amplios conocimientos de Dios que viven su fe de forma activa en cada una de las parroquias.


La palabra clave es la que da título a este artículo: colaboradores, según el diccionario, significa “persona que trabaja con otras en la realización de una tarea común”. En ningún de las acepciones que puede tener esta palabra aparece que, los colaboradores, suplen la figura de nadie, al contrario, aúnan esfuerzos para realizar una tarea; en el caso que nos toca: el anuncio del Evangelio.

Ningún catequista o monitor podrá suplir jamás el ejemplo de un padre o una madre a la hora de educar a sus hijos en la fe. Los primeros aportarán sus conocimientos y su tiempo libre y los segundos acompañaran a su prole en el proceso catequético.

Lo mismo ocurre en los colegios. Los maestros y profesores no pueden suplir la educación cívica que se debe realizar en los hogares. Los primeros mostrarán conocimientos al niño que le servirán en el futuro junto con ciertas nociones de humanidad; lo que no pueden hacer es criar a los hijos de otros padres. Conocimientos y educación son dos cosas distintas. Podremos criticar a un maestro porque nuestros hijos no tienen los conocimientos necesarios pero nunca podemos criticarlo porque nuestros hijos no tienen educación. Eso nace en los hogares…y allí  no hay profesores ni catequistas…hay padres.

Mis padres nunca han sido mis amigos, han sido mis padres y les he tenido un respeto muchísimo mayor que el que le podía tener a mis amigos. Porque estos últimos vienen y van, crecen y disminuyen, pero los padres se mantienen siempre ahí, mientras su corazón lata, y, por muchas perrerías que les pudiéramos hacer, siempre estarán dispuestos a acoger a un hijo.

Cuando reconocemos a nuestra parroquia y a la gente que allí entrega su tiempo como una gran colaboradora en nuestra labor educativa en la fe (o un colegio en el plano educativo) dejamos de exigirle imposibles para comenzar a pedir su ayuda en los momentos que no sabemos por dónde tirar.

Sólo así podemos tener respeto hacia la parroquia o hacia el colegio y, como no, a los que allí dan de su tiempo o trabajan. Los padres no pueden pedir a otros que hagan su labor. Si queremos una sociedad mejor tendremos que ocupar cada uno nuestros roles.

Vuestro párroco

viernes, 16 de noviembre de 2018


Trastos viejos
Esta semana hemos hecho limpieza en la parroquia. Es increíble la de cosas que podemos almacenar en los armarios “por si acaso”. Candelabros rotos, telas estropeadas, pilares de madera, bombillas inservibles y hasta un mapa de la provincia de Valencia de 1902 (eso lo hemos conservado).

Almacenamos y almacenamos por miedo a no tener; aunque aquello que guardamos ya no nos sirva o sea inutilizable. Ahora me viene a la cabeza la voz de mis padres cuando, al cambiar la ropa de verano a invierno del armario o viceversa me dicen: “Lo que ya no te sirva y esté bien dalo a Cáritas y lo que no o haces trapos o lo tiras”.

Ahí está el dilema. Esta camisa, ¿la tiro? ¿Y este suéter? Estos pantalones que ya no me caben…¡bah! Adelgazo y el año que viene los puedo utilizar (ja, ja, ja, ja, ja,…). Hasta los armarios están tan llenos de buenos propósitos como los 31 de diciembre de todos los años.

De vez en cuando está bien hacer un poco de limpieza de trastos. Creo que los curas eso lo tenemos fácil. Cuando nos mandan a otra parroquia y toca embalar cajas…llega la hora de limpiar y dejar cosas: libros, papeles, y cosas inútiles que puedes llegar a dejar olvidado al fondo de un cajón y que cuando lo ves piensas para qué narices has guardado eso. Lo que no podía caber ni en un camión, al final, cabe en un par de viajes en el coche medianamente cargado.

Lo que no es útil se convierte en un lastre que te ancla en el pasado y te hace más costoso avanzar hacia adelante y, aunque somos conscientes de esto, nos empecinamos en guardar cosas que están en desuso, rotas o que no las volveremos a ver hasta que toque limpieza a fondo.

Las lecturas de estas semanas nos hablarán del final. Lógico, estamos a pocos días de acabar este ciclo “B” y comenzar el “C” en la primera semana de Adviento. Lo viejo se acaba para dar pasa a algo nuevo y mejor.

Creo que hasta la liturgia nos está pidiendo a gritos que hagamos limpieza a fondo de nuestra vida para afrontar el nuevo año litúrgico libre de todo aquello que no nos deja avanzar hacia Cristo. Él está a la vuelta de la esquina, esperándonos para mostrarnos su verdadero rostro. Nos invita a que vayamos hacia Él pero, ¿qué cosas hay en mi vida que me están anclando al suelo y no me dejan avanzar? Tendré que hacer caso a mis padres y empezar a tirar trastos para poder renovar sino la totalidad de mi vida…al menos, el fondo de armario.

Vuestro párroco

viernes, 9 de noviembre de 2018


¿Qué te puedo dar?

Me he percatado de algunas malas costumbres que se están asomando por las parroquias desde hace un tiempo a esta parte. No hay semana (por no decir día) en que, durante la celebración de la Misa, suene algún móvil. Esa batalla casi la doy por perdida, la verdad, porque, por muchas veces que se diga que hay que apagarlo o ponerlo en silencio, siempre hay alguno que suena.

Un despiste, sí, todos podemos tenerlos y no se nos puede juzgar por ello. Sin embargo, hemos ido más allá. Os pongo un ejemplo: imaginaos que estuviera celebrando la Eucaristía, en las lecturas, en la homilía, en la consagración o en el momento de la comunión y, de repente, me sonara el móvil. Un despiste podríamos pensar. Pero ¿Qué diríais si contestara en ese momento? ¿Qué pensaríais si me retirara a la sacristía para contestar o, peor aún, que lo hiciera en el mismo altar? El aluvión de críticas lo tendría asegurado, ¿verdad?

No se me ocurriría nunca hacerlo, no ya por respeto a la gente que tengo delante, sino por lo que considero más importante: la celebración que estamos viviendo. Pues eso es lo que está ocurriendo últimamente durante las celebraciones. Personas que no se cortan a la hora de salir de la celebración o de contestar en el interior de la misma parroquia sea cual sea el momento.

Enseguida pienso lo mucho que les cuesta a algunas personas estar desconectadas del mundo durante unos minutos. También pienso en lo poco que se valoran esos minutos que regalamos a Dios…todo esto, por una simple llamada de teléfono que puede esperar.

Si esto hacen cuando hay gente delante, ¿qué harán cuando estén solos y se pongan a rezar?...si es que lo hacen.

La pregunta de esta semana es, pues, el título de este artículo: ¿Qué te puedo dar, Señor? ¿Lo que me sobra o todo lo que tengo? O, a raíz de lo que comentaba, cuando decido estar un rato contigo en oración o durante la Misa, ¿pongo todas mis fuerzas en ese encuentro contigo o sólo lo hago por puro trámite?

El Señor lo tiene claro: nos lo da TODO. Y tú, ¿Qué estás dispuesto a dar?

Vuestro párroco

sábado, 3 de noviembre de 2018


Otras realidades
Que la gente está dejando de creer es una realidad. No es una novedad que digamos. Muchos de nosotros lo hemos comprobado en los círculos en los que nos movemos: familia, amistades, vecinos,… muchos de ellos no comparten la fe que profesamos. Y ya no hablo de ir a Misa.

Hay que ser sinceros, mucha de la culpa de esa increencia la hemos tenido los mismos cristianos. Más aun, los mismos sacerdotes. No porque uno sea más permisivo que otro (¿¡CÓMO!?)  o que uno me exija más y el otro nada (¿¡QUÉ ME DICES!?) o que uno nombre más a los difuntos que otro (¡¡VENGA, VA!!)…esto que acabo de decir sólo lo pueden decir quienes hacen uso de las parroquias pero no viven en ellas su fe.

En realidad las causas que hemos podido provocar han surgido a raíz del abuso de poder, de la falta de acogida, del fijarse más en las realidades materiales que en las espirituales, y un largo etcétera pasando por todos los casos de pedofilia, corrupción y más atrocidades que han debilitado la fe de muchos fieles (incluso de un servidor que escribe) a pesar de saber que lo importante en la Iglesia es el Señor y no quien esté al frente de ella. Pero el ser humano es débil y la desbandada generacional que sufrimos en las parroquias la veo lógica y, hasta cierto punto, casi necesaria.

Esto último puede parecer extraño pero creo firmemente que una “limpieza y purificación” no nos viene nada mal y, el hecho de rompernos las sienes para ver de qué forma podemos mostrar el mensaje de Cristo de forma pura y cristalina, está haciendo que nos meneemos más, tanto los sacerdotes como los laicos, buscando formas atractivas y directas para tal cometido. ¡Estamos en ello!

Todo este preámbulo viene a raíz de lo que hemos estado celebrando esta semana. Desde el balcón de mi casa o mientras paseaba al guardián peludo de mi hogar no he dejado de ver pasar gente con ramos en las manos dirigiéndose hacia el cementerio.

Me preguntaba si toda la gente que veía llenaría nuestras parroquias o si sólo lo hacían por tradición. Pero he llegado a la conclusión de que, en el interior de todos (vayan a Misa o no), está la esperanza en que las personas que recordamos en el cementerio sobretodo estos días, viven. Nosotros lo llamaremos cielo y otros pueden pensar en misticismos u otras realidades. Sin embargo, el denominador común es que están vivas.

Por lo tanto, no creo que la gente haya dejado de creer pero sí que hemos dado motivos para dejar de hacerlo; así, que he pedido la intercesión de Todos los Santos para que podamos volver a abrir el corazón de todas las personas a la esperanza de la resurrección…volver a creer. Y os digo yo que es posible pues, si no creemos que en el corazón de todas las personas que dicen no creer hay una pequeña semilla divina ¿Por qué narices van a llevar flores a algo que (según ellos) ya no existe? Ahí lo dejo…

Vuestro párroco

domingo, 28 de octubre de 2018


Lluvia
La semana pasada padecimos un episodio de fuertes lluvias que obligó a paralizar un poco la normalidad. Los chavales no tuvieron clases, no hubo mercado, algunas actividades se suspendieron, planes para el fin de semana que, a lo mejor, tuvimos que aplazar… es algo que molesta pero que no podemos remediar…la dejamos caer y Santas Pascuas.

El agua no fue lo único que cayó. El sábado por la mañana nuestro pueblo se despertó con la noticia de que a muchos vecinos les había tocado el cupón de la ONCE. Muchos millones de euros han sido repartidos alegrando a más de uno y, a los que no nos ha tocado, también nos alegra pues ese dinero también repercutirá sobre los comercios y trabajadores del pueblo. De una manera u otra a todos nos ha tocado el cupón.

A parte de alegrarme (y no de forma falsa) por aquellos que les tocó el premio, más me alegró leer que los agraciados iban a contribuir en ayudar a la persona que les había vendido el número premiado con una prótesis para el brazo que había perdido. Esa noticia me emocionó muchísimo y me hizo tener esperanza en el corazón de las personas: en medio de este mundo tan viciado sigue habiendo bondad…¡Enhorabuena por la iniciativa!

Al protagonista de esta semana en el Evangelio también le tocó el cupón…y el gordo, y la primitiva; le tocó lo mejor que le podía pasar: encontrarse con Jesús y recobrar la vista. ¡MENUDO CHOLLO!

No obstante, ese premio lo tenemos todos los días. Todos nosotros tenemos el número premiado de esa “lotería divina” que siempre toca. Sin embargo, a menudo se nos olvida comprobar si hemos tenido premio y dejamos al Señor con las ganas de repartirnos el gran regalo de su presencia y de su amor hacia nosotros. Puede parecer cursi o rebuscado. Pero es la verdad.

Además hay bote esta semana. Si no teníamos suficiente premio, el próximo jueves, celebramos la solemnidad de Todos los Santos. Toda la gracia del cielo intercederá por nosotros ante el Padre. Eso si que es un bote…¡como Dios manda!

No olvidemos, pues, comprobar en la Eucaristía del fin de semana y del jueves en el cementerio si hemos ganado el premio. Estoy seguro que nos sorprenderá el resultado.

Vuestro párroco

viernes, 19 de octubre de 2018


Cambia el mundo

Este verano tuve la ocasión de conocer al padre Vicente, o al Padrecito como cariñosamente se le conoce en nuestro pueblo. Mientras estábamos en la Sacristía esperando para empezar la Misa contaba su vida en la misión. Había historias de todo tipo y muchas anécdotas. Pero todas ellas tenían un nexo en común: la búsqueda de Dios, de la justicia y de la paz.

Historias como las del padre Vicente, gracias a Dios, hay muchas; por eso, los cristianos, dedicamos un fin de semana en exclusiva para acordarnos de todos los misioneros y misioneras que, dejando sus tierras, marchan a lugares totalmente diferentes a los suyos anunciando el Amor con sus propias vidas.

De hecho, el video promocional de este año trata precisamente de eso, de historias que son posibles gracias a la acción de un misionero. Historias que nacen de la marginalidad, de la pobreza,…y que acaban en el agradecimiento por la oportunidad dada.

El lema de este año es “Cambia el mundo” y aparece junto con un cubo de Rubik. Este cubo es un juego formado por cuadrados de  seis colores cuyo objetivo es, a base de giros, llegar a poner todas las caras ordenadas del mismo color. No es un juego fácil pero entretiene si tienes paciencia.

Con esta imagen la campaña del DOMUND nos invita a reinventarnos, a girar nuestra vida, a poner en duda nuestra posición en el mundo para encontrar el lugar que le corresponde, a salir de nuestra comodidad,… No sólo hablamos de la aportación económica (que también es muy importante), sino de si estamos realmente concienciados de que también nuestro país, nuestro pueblo, son lugares de misión y que, por lo tanto, hemos de reinventarnos para dar verdaderas respuestas a los desafíos que nos presenta la nueva Evangelización.


Tal vez sea cuestión de acercarse a las personas e interesarte por sus vidas…el misionero del video cambió así muchas vidas, si nosotros llegamos a cambiar al menos la nuestra…ya habremos hecho mucho.

Vuestro párroco


lunes, 15 de octubre de 2018

CAP DE SETMANA DEDICAT A LA NOSTRA MARE!!!



Ací vos deixe algunes fotos del que hem viscut este fi de setmana a la nostra parròquia. Començàrem dissabte amb la festa per als més menuts. Ho férem coincidir amb l’inici del cate tant a Fàtima com a Sales…les dos parròquies unides... QUÉ GUAY!!!

Diumenge moltes emocions: ja de matí tinguérem la Primera Comunió dels dos germanets Mario i Bruno. La celebració va ser presidida per son tio Javier, prevere de l'ordre dels Pauls, fill de Sueca.

A la vesprada tinguérem la celebració de la Festa de Fàtima. La parròquia estava plena de gom a gom… dóna goig vore-la així…a l'altar amics i antics retors de la parròquia no es volgueren perdre esta festa tan entranyable.

I com no...els nostres pastorets que ens ajudàren a entendre un poc més el que recordàvem este dia. GRÀCIES A ELLS I ALS SEUS PARES PER L'ESFORÇ DE TOT UN ANY.

A la fi poguérem eixir en processó. Encara que el cel amenaçava en ploure, el mant de la nostra titular va fer que els núvols escamparen i els veïns del nostre barri pogueren vore a la que els cuida tots els dies del any: la nostra mare la Verge de Fàtima.

Per finalitzar presentàrem als nous pastorets per a l'any 2019...esperem que ho facen tan bé com Carla, Toni i Alba...
Unes poquetes fotos que espere poder ampliar en estos dies…

GRÀCIES A TOTS PER FER ESTA FESTA TAN BONICA!!!















viernes, 12 de octubre de 2018


…y la parroquia se llenó de alegría.

Este fin de semana celebramos la fiesta de la última aparición de la Virgen de Fátima a los tres pastorcitos. Tuve la ocasión de visitar el santuario de Fátima y la casa de los pastorcitos hace un par de años. Allí entendí por qué la Virgen los escogió a ellos.

Aunque con el paso de los años ha ido creciendo todo aquello y muchas cosas se han “comercializado”, la esencia de la humildad y la pobreza de Francisco, Lucía y Jacinta era palpable.

Esas son las claves con las que este domingo celebraremos la fiesta de la Virgen: humildad y pobreza. Acabadito de aterrizar en la parroquia de Fátima hace dos años celebré la primera fiesta. Me impactó. Durante la procesión pude conocer por primera vez las calles del barrio donde comenzaba a residir: las calles estrechas del “casco antiguo” y la parte nueva tras cruzar la carretera. Fue allí donde comprobé que el barrio que abraza la parroquia, es un barrio de contrastes.

De casas adornadas y totalmente iluminadas con altares incluidos a calles medio desiertas con edificios viejos y poco cuidados. Me di cuenta que la parroquia tenía que mostrar autenticidad y verdadero convencimiento para que se la tuviera en cuenta.

Tan fácil que es hoy en día la comunicación entre las personas por medio de internet y lo mucho que puede llegar a separar unos simples ocho metros de alquitrán. La parroquia parece estar separada del pueblo (comentarios del tipo: “allà a Fàtima? Que lluny” los escucho a menudo).

Sin embargo, las fiestas que celebramos en honor a nuestra titular son la ocasión perfecto para gritar bien fuerte que estamos aquí y que tenemos las puertas abiertas para reunirnos bajo el manto y la mirada de nuestra madre la Virgen María.

Estas fiestas dan el pistoletazo de salida al curso: el colegio ya está totalmente en marcha, Caritas ya se ha puesto a trabajar duro y a escuchar a todas las personas que nos piden ayuda y las catequesis también. Este año con alguna novedad: ¡¡volvemos a las catequesis del sábado!! En los próximos dos años los cursos de catequesis irán cambiando paulatinamente al sábado para hacerlo coincidir con la Misa especial y adaptada a los niños.

Sé que es una decisión que no gustará demasiado y que será criticada y, además, sé que muchos niños y niñas no vendrán…pero considero que no podemos ceder ante la presión: me niego a dar la comunión a alguien que ni siquiera ha venido a la Misa una vez en tres años. Pienso que tenemos que formar cristianos auténticos y convencidos…aunque por ello seamos muchos menos…

Queremos dar que hablar en el pueblo. Queremos ser visibles y que los fieles nos visiten más porque formamos parte de la historia viva de Sueca y una carretera no nos puede separar. Este domingo las puertas de la parroquia estarán abiertas para pedirle fuerzas a la Virgen de Fátima por el curso nuevo que comenzamos; y lo más maravilloso de todo es que, el fin de semana que viene, también lo estarán. ¡¡¡Os esperamos!!!

Vuestro párroco

viernes, 5 de octubre de 2018


#PrayForTheChurch

Con este “hashtag” en inglés (que significa “Ora por la Iglesia), el Papa Francisco ha hecho un llamamiento a todos los cristianos para que, durante este mes de Octubre, se rece con más insistencia por ella.

Esto no es nuevo. Todos los meses el Papa pide que se rece por alguna de sus intenciones. En la parroquia de Fátima, por ejemplo, al entrar en el templo hay unas cuartillas que nos llegan desde la “red mundial de oración del Papa” donde explica, cada mes, cual es la intención que hay que poner con más fuerza en la oración y así estar más en comunión con el Santo Padre.

Cuando rezamos el rosario lo solemos decir. Casi al final del mismo añadimos un Padre nuestro, un Ave María y un Gloria por las intenciones del Santo Padre. Pues por si no lo sabíais lo que estamos rezando en ese momento corresponde a la Red mundial de oración del Papa que antes os mencionaba.

Sin embargo, la intención del Papa para este mes se hace con más insistencia: Reza por la Iglesia. Francisco pide que durante este mes se culmine el rezo del rosario con las oraciones a San Miguel y el “Bajo tu amparo”. Cita a los místicos rusos que recomiendan cobijarse bajo el manto de la Virgen en los momentos de dificultad.

No es secreto que la Iglesia está pasando por uno de los momentos más duros de su historia reciente con los casos de abusos sexuales, de poder  y de conciencia por parte de muchos clérigos. Lacra que ha permanecido en el silencio del subsuelo de la Iglesia y que ahora sale a la luz con infinidad de casos similares por todo el mundo.

La parte buena de todo esto es que el Papa no se ha quedado de brazos cruzados y está actuando, pasito a pasito, pero con gran determinación y sin que le tiemble el pulso. La intención de este mes pide la conversión de toda la Iglesia para afrontar con valentía estos problemas que pueden llegar a hacer tambalear nuestra fe y hacer menos creíble el gran mensaje de amor (puro y verdadero) de Dios hacia la humanidad.

Espero no equivocarme si digo que en todas las parroquias de nuestro pueblo se reza el rosario antes o después de Misa. Aprovechemos esta oportunidad que nos brinda esta petición del Santo Padre para sentirnos más en comunión unos con otros cuando acudamos a las parroquias a rezar. Y para los que no pueden y se tienen que quedar en casa no hay mejor forma de estar unidos a la parroquia, aunque no se pueda estar en ella, que hacer lo mismo que allí se hace. Hagamos estas dos oraciones que nos pide el Papa para estar más unidos a él y a la Iglesia extendida por toda la tierra.

Vuestro párroco

domingo, 30 de septiembre de 2018


TÓXICO
A lo largo de nuestra vida podemos encontrarnos con situaciones tóxicas. No sólo con situaciones sino también con personas, comentarios o realidades que son tóxicas. El refrán ese del “dime con quién andas y te diré quién eres”, del cual no estoy del todo de acuerdo, nos puede ayudar a entender que es esto de la toxicidad.

Cada uno de nosotros fue educado de la mejor manera que supieron. Conforme vamos creciendo nos vamos configurando hasta llegar a ser las personas que somos hoy. Podríamos pensar que siempre somos igual pero, en realidad, no es así. Continuamente vamos evolucionando aunque no nos percatemos.

Podemos evolucionar para bien o para mal, eso depende de cada uno; y lo podemos hacer bien por nosotros mismos bien por influencias de personas, situaciones o, incluso, del lugar donde estamos. En este segundo caso es donde puede entrar la toxicidad.

Nos podemos encontrar con todo tipo de personas, situaciones o realidades que nos perturban, nos quitan la paz, nos absorben y nos consumen de tal manera que, a veces sin darnos cuenta, hacen que cambien nuestros hábitos, nuestra forma de ser y muchas más cosas de nuestra vida.

Saber reconocer qué hay de tóxico en nuestras vidas no es nada fácil como tampoco lo es alejarse de ello. Ligado a esto, a menudo, hay lugares, amistades o relaciones que, a primera vista, son imposibles de dejar. Es ahí cuando debe aparecer nuestra fuerza de voluntad para vencer todo aquello que puede llegar a alejarnos de nosotros mismos.

De algo así habla el Evangelio de este fin de semana pero...como siempre…si queréis saber más…el Señor os espera en el altar. ¿Te vienes?

Vuestro párroco