domingo, 15 de abril de 2018


Mutis
La cultura religiosa está de capa caída. No digo ya que la gente que viene a Misa sea poca; somos los que somos, aunque siempre nos queda la coletilla de decir que podríamos ser más. Estamos en ello.

Lo que veo más preocupante que el número de personas que se acercan a la mesa del altar de forma continuada son los que vienen de forma esporádica o en las BBCE (bodas, bautizos, comuniones y entierros). No voy a entrar en el comportamiento de estas personas en dichas celebraciones. Con la poca experiencia que tengo como sacerdote, salvo en muy contadas ocasiones, predomina el silencio moderado.

Señor cura, entonces, ¿Cuál es el problema? El problema es que ese silencio significa verdadero silencio. Muchas de las personas que vienen de forma muy esporádica a las celebraciones que hacemos en las parroquias no rezan, simplemente están presentes.

Un signo de que esto del cristianismo no está en su mejor momento es cuando rezamos el Padre nuestro…si, si,…el Padre nuestro, eso que aprendemos casi a la vez que caminar y que, como montar en bici, nunca se olvida. Pues bien, este tipo de personas no sé si sabrán ir en bicicleta pero rezar…ni siquiera la señal de la Cruz.

Podéis pensar que estoy exagerando pero ya os digo que no. Por ejemplo: he realizado muchas celebraciones donde acuden personas que no se acercan demasiado por la parroquia. Y, a pesar de su comportamiento ejemplar, lo que realmente me parece más duro es cuando esperas la respuesta de la gente en algún momento de la celebración y solo oyes la voz del sacristán y de alguna persona aislada que más que responder, musita las contestaciones.

Últimamente, por ejemplo, cuando una funeraria me llama para un entierro, a parte de la información que te brindan sobre el difunto y la situación de la familia, pregunto también si suelen o no asistir a Misa. En caso negativo propongo hacer el entierro sin Misa, es decir, una liturgia de la Palabra. Un poco más breve de lo normal pero con menos contestaciones por parte del “pueblo”.

¿Cuál es la diferencia? ¿Es menos una celebración que otra? La única diferencia es que no se realiza la consagración, es decir, que no se da la comunión. Que ese es otro tema, bajar del altar para dar la comunión con la iglesia llena y que sólo se acerque tres, dos o ninguna persona. Es esos momentos me pregunto ¿Para qué preparar la cena si nadie va a comer?

No hay diferencia entre ninguna de las dos celebraciones, se reza lo mismo por el difunto y, por supuesto, no significa que el cura tenga menos ganas de trabajar sino que, y me lo vais a permitir, tiene menos ganas de padecer y de sentir que está hablando a la pared.

Abogo por este tipo de celebraciones, las Liturgias de la Palabra, y realizar las Misas junto con la comunidad. En Fátima, por ejemplo, todos los lunes ofrecemos la Eucaristía por los difuntos de la semana anterior aunque no hayamos tenido entierros la semana pasada. Lo prefiero así ya que, al menos de esa forma, la familia del difunto se siente arropada por la oración de la misma comunidad parroquial que suele venir a las misas y no por el silencio de los que les rodean (que también acompaña hasta cierto punto).

Cuando vayáis a un entierro y os deis cuenta de que es una Liturgia de la Palabra no penséis que el sacerdote no tiene ganas de trabajar, sino pensad que es más fácil, para las familias de los difuntos, entender algo corto y sencillo que una Misa entera que no saben qué significa.

Vuestro párroco

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