domingo, 6 de mayo de 2018


Un hueso duro de roer
Mientras estoy escribiendo esto tengo un bicho peludo de 30 kg recostado sobre mis pies (con lo grande que es mi casa) devorando un precioso hueso de cerdo como si se le fuese la vida en ello. Hace un par de horas que se lo he dado y no ha dejado de roerlo hasta que se lo ha zampado enterito.

En su plato se ha quedado el pienso que le he puesto casi intacto. No vamos a comparar un hueso de cerdo con el pienso que, por muy bueno que sea, sigue siendo pienso. Lo más seguro es que lo tenga un par de días buscando más huesos por la casa y que le cueste comer la comida que le pongo. Y es que una vez hemos probado lo bueno todo lo demás deja de tener el mismo sabor que antes y ya no nos gusta tanto.

Para Cristo, lo mejor de todo, era el amor. Tanto era así que el resumen de su vida entera fue eso: el amor hacia el Padre y hacia los demás. Los mandamientos más importantes como le diría a aquel maestro de la Ley que, para ponerlo a prueba, preguntó a Jesús.

Para nosotros, ese mandamiento es un hueso duro de roer y aunque es apetitoso y sabemos que es saludable para nuestra vida de fe, nos cuesta bastante vivirlo. A diferencia de mi peludo compañero que, hasta que no se lo ha acabado no ha parado de morder el hueso, cuando a nosotros nos cuesta algo, pronto lo dejamos bajo la excusa de que es muy difícil.

Este fin de semana, Jesús, nos propone lo mejor y si nos atreviéramos a darle un bocado de verdad, estoy seguro que nos costaría vivir la vida bajo otro prisma que no fuera el del amor. Pero, ¡es tan complicado! A menudo el orgullo nos vence y nos imposibilita para vivir esa exigencia del amor…si es que al amor se le puede llamar exigencia.

Para mí, ser un cristiano radical, sería vivir desde la radicalidad del amor y no desde la radicalidad de la intransigencia como viven algunos seguidores de Cristo, más prestos a denunciar las actuaciones de los demás con juicios más cercanos a los de la Inquisición que al del amor de Dios.

Degustemos verdaderamente el plato exquisito que nos pone Jesús este fin de semana en la Liturgia de la Palabra. Tal vez el sabor sea a veces amargo y tenga partes duras pero no pongo en duda que la digestión será perfecta.

Vuestro párroco.

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