Un
hueso duro de roer
Mientras estoy escribiendo
esto tengo un bicho peludo de 30 kg recostado sobre mis pies (con lo grande que
es mi casa) devorando un precioso hueso de cerdo como si se le fuese la vida en
ello. Hace un par de horas que se lo he dado y no ha dejado de roerlo hasta que
se lo ha zampado enterito.
En su plato se ha quedado el
pienso que le he puesto casi intacto. No vamos a comparar un hueso de cerdo con
el pienso que, por muy bueno que sea, sigue siendo pienso. Lo más seguro es que
lo tenga un par de días buscando más huesos por la casa y que le cueste comer
la comida que le pongo. Y es que una vez hemos probado lo bueno todo lo demás
deja de tener el mismo sabor que antes y ya no nos gusta tanto.
Para Cristo, lo mejor de todo,
era el amor. Tanto era así que el resumen de su vida entera fue eso: el amor
hacia el Padre y hacia los demás. Los mandamientos más importantes como le
diría a aquel maestro de la Ley que, para ponerlo a prueba, preguntó a Jesús.
Para nosotros, ese mandamiento
es un hueso duro de roer y aunque es apetitoso y sabemos que es saludable para
nuestra vida de fe, nos cuesta bastante vivirlo. A diferencia de mi peludo
compañero que, hasta que no se lo ha acabado no ha parado de morder el hueso,
cuando a nosotros nos cuesta algo, pronto lo dejamos bajo la excusa de que es
muy difícil.
Este fin de semana, Jesús, nos
propone lo mejor y si nos atreviéramos a darle un bocado de verdad, estoy
seguro que nos costaría vivir la vida bajo otro prisma que no fuera el del
amor. Pero, ¡es tan complicado! A menudo el orgullo nos vence y nos
imposibilita para vivir esa exigencia del amor…si es que al amor se le puede
llamar exigencia.
Para mí, ser un cristiano
radical, sería vivir desde la radicalidad del amor y no desde la radicalidad de
la intransigencia como viven algunos seguidores de Cristo, más prestos a
denunciar las actuaciones de los demás con juicios más cercanos a los de la
Inquisición que al del amor de Dios.
Degustemos verdaderamente el
plato exquisito que nos pone Jesús este fin de semana en la Liturgia de la
Palabra. Tal vez el sabor sea a veces amargo y tenga partes duras pero no pongo
en duda que la digestión será perfecta.
Vuestro párroco.
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