menos es MÁS
Las festividades de los santos
no están puestas al azar en el calendario. Cuando recordamos alguno de ellos en
la liturgia, lo hacemos el día en que nacieron a la Nueva Vida en Cristo. No el
día de su nacimiento sino el día que murieron.
Solo hay dos casos en que no
es así. El primero es el de Jesús, en la celebración de la Nochebuena del 24 de
diciembre que prolongamos hasta el día siguiente. El segundo es el que
celebramos este fin de semana: el nacimiento de San Juan Bautista, el precursor.
Seis meses justos separan
ambas celebraciones. ¿Esto significa que tenemos noticias exactas del
nacimiento de ambos? La verdad es que no. Sin embargo, estas celebraciones no
están puestas porque sí.
Para encontrar una respuesta
tenemos que mirar el cielo; más en concreto, al astro rey. Las dos festividades
coinciden con el solsticio de invierno y de verano. Si bien es cierto que este
fenómeno ya se celebraba en las religiones paganas, el cristianismo las hizo
suyas dándoles un sentido pleno.
Y ¿por qué se celebran
precisamente en esos días? En Navidad, es decir, en el solsticio de invierno,
el sol cada día va ganando tiempo dándonos más horas de luz. En el nacimiento
de San Juan, el solsticio de verano, ocurre lo contrario, cada día tendremos
menos sol y, por lo tanto, menos horas de luz.
Si aplicamos esto a la vida de
Jesús y de Juan, la explicación al por qué celebramos estas dos festividades en
esos días es realmente preciosa. San Juan comenzó anunciando que venía el
Mesías, tuvo discípulos, lo escuchaba mucha gente. Pero hubo un momento que
dejó de hablar, se hizo a un lado para que todos fijaran su mirada en Cristo,
el Cordero de Dios, como lo llamó en el Río Jordán.
Por lo tanto, San Juan, como
el sol durante el solsticio de verano, tiene que disminuir para que Jesús vaya
aumentando, como ocurre con el sol durante el solsticio de invierno.
Celebrar esta festividad,
lejos de las supersticiones que rodean a la noche de San Juan, es recordar que
nuestra vida como cristianos tiene que ser un reflejo de la de Cristo. Todo
aquello que hagamos debería ser una continuación de la obra de Jesús de forma
que disminuya nuestro egoísmo y aumente la Gracia del Señor en nuestra vida.
Los cristianos tenemos que ser
sal y luz como nos dice Jesús, pero no debemos olvidar que ambas son de Él y no
nuestras. Que todo lo que hagamos sea para mayor gloria de Dios.
Vuestro párroco