viernes, 1 de junio de 2018


Libres…para amar.

Las últimas semanas he visto hasta donde es capaz de llegar la estupidez humana. Somos muy manipulables…pero muy, mucho…hacen de nosotros lo que quieren. Aunque creamos que somos libres para pensar, se dirige la opinión pública hacia donde interesa, de forma que “donde dije digo dije Diego”. Hemos pasado de ser ovejas…a ser borregos.

Es duro admitirlo pero es así. La coherencia en nuestros días brilla por su ausencia y, para intentar taparlo, amontonamos porquería y más porquería que bombardean los telediarios; de forma que, un suceso es tapado por otro y así sucesivamente, hasta la noticia que cause más repercusión. Se corta una cabeza y el ciclo comienza de nuevo.

¿De verdad somos libres en nuestros pensamientos? ¿Somos justos y equitativos con nuestros juicios (que no críticas) hacia las cosas que nos rodean? ¿Medimos con la misma medida todo o somos más indulgentes con lo que nos interesa? Que cada uno lo medite.

Sin embargo, en medio de todo este lodazal mediático, político y social en el que nos ha tocado vivir, el Señor sale a nuestro encuentro para aumentarnos la esperanza en Él y bendecir, con su presencia sacramentada, las calles de nuestros pueblos.

Para algunos será una procesión más que podrán ver ese día por las calles. Para otros será la solemnidad que nos permite vivir nuestro cariño y amor por la Eucaristía tanto dentro como fuera de los muros de nuestras parroquias.

Caridad y Eucaristía vuelven a darse la mano (como el día del Jueves Santo) para recordarnos que la Misa, la presencia del Cuerpo de Cristo en las formas del pan y del vino, es el acto de misericordia más grande que puede tener con nosotros el Señor. Y si Dios se porta así con nosotros a pesar de nuestras infidelidades, ¿No será cuestión de parecernos un poco a Él?

Que el boato de esta Solemnidad del Corpus Christi que viviremos el fin de semana no empañe el verdadero sentido de lo que celebramos: la inmensa caridad que tiene el Señor con nosotros de hacerse presente todos los días sobre el altar y que nos llama a vivir también desde la caridad nuestra vida, sobre todo hacia los más necesitados.

Que nuestra contribución en las parroquias no sea únicamente económica sino que podamos tener gestos que ayuden a contribuir, un poco aunque sea, a la desaparición de la pobreza.

Vuestro párroco

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