De llaves y espadas
Me hace gracia el momento de
cerrar la parroquia de Sales. A una puerta grande le corresponde una llave
grande, de hierro, de las de antes, que pesa un quintal…y de las que no se
pierden ni te las dejas olvidadas en el bolsillo. Más gracia todavía me hace
cuando cerramos la parroquia de Fátima. Quien lleva las llaves es Pedro…sin el
“san” delante pues, como todos los cristianos, estamos en camino hacia la
santidad.
Total que, como os podéis
imaginar, todos los días me voy con una sonrisa de ambas parroquias al cerrar,
no porque se acaba la jornada (que también) sino por lo antes comentado.
Una cosa tan tonta como las
llaves me hace recordar a uno de los santos que celebramos este fin de semana.
Si bien es cierto que la celebración de San Pedro y San Pablo es el día 29 de
junio, la Iglesia pasa esta celebración al fin de semana con la colecta
conocida como el “Óbolo de San Pedro”, cuya recaudación irá destinada a las
necesidades que el Santo Padre, el Papa Francisco, considere oportunas en su
labor.
Más allá de lo económico, la
celebración que nos ocupa este domingo es la de los grandes pilares de la
Iglesia. Pedro, pescador que negó tres veces a Jesús durante la Pasión pero que
al recibir el perdón de Cristo (Pedro, ¿Me amas más que estos?), no pudo más
que entregar su vida por el Evangelio. Pablo, en cambio, de perseguidor de los
cristianos pasándolos por la espada, se convirtió al cristianismo hasta tal
punto que, las cartas que dirigió a sus comunidades, ocupan gran parte del
Nuevo Testamento. Por cierto, acabó derramando su sangre por Cristo, siendo
degollado…por una espada.
A Pedro se le representa con
las llaves en la mano (Te daré las llaves del reino) y a San Pablo con una
espada recordando la muerte con la que dio gloria a Dios. Uno fue el primer
Papa de la historia de la Iglesia y el otro el gran Evangelizador de los
gentiles.
Ambos con una historia
parecida: los dos negaron a Cristo en algún momento de su vida pero al verse
rodeados por su misericordia y perdón no pudieron más que seguirle hasta las
últimas consecuencias.
Tal vez esta sea una de las
enseñanzas que podemos sacar de este fin de semana. A pesar de nuestras
infidelidades el Señor siempre está dispuesto a perdonarnos como si nada
hubiese pasado. Eso es lo que les pasó a San Pedro y a San Pablo y por eso los
recordamos. Si fuéramos capaces de entenderlo también nosotros de verdad…más
aun, de vivirlo de verdad y a empezar a anunciar el Evangelio como ellos, otro
gallo cantaría...pero no tres veces.
Vuestro párroco
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