martes, 3 de julio de 2018


De llaves y espadas
Me hace gracia el momento de cerrar la parroquia de Sales. A una puerta grande le corresponde una llave grande, de hierro, de las de antes, que pesa un quintal…y de las que no se pierden ni te las dejas olvidadas en el bolsillo. Más gracia todavía me hace cuando cerramos la parroquia de Fátima. Quien lleva las llaves es Pedro…sin el “san” delante pues, como todos los cristianos, estamos en camino hacia la santidad.

Total que, como os podéis imaginar, todos los días me voy con una sonrisa de ambas parroquias al cerrar, no porque se acaba la jornada (que también) sino por lo antes comentado.

Una cosa tan tonta como las llaves me hace recordar a uno de los santos que celebramos este fin de semana. Si bien es cierto que la celebración de San Pedro y San Pablo es el día 29 de junio, la Iglesia pasa esta celebración al fin de semana con la colecta conocida como el “Óbolo de San Pedro”, cuya recaudación irá destinada a las necesidades que el Santo Padre, el Papa Francisco, considere oportunas en su labor.

Más allá de lo económico, la celebración que nos ocupa este domingo es la de los grandes pilares de la Iglesia. Pedro, pescador que negó tres veces a Jesús durante la Pasión pero que al recibir el perdón de Cristo (Pedro, ¿Me amas más que estos?), no pudo más que entregar su vida por el Evangelio. Pablo, en cambio, de perseguidor de los cristianos pasándolos por la espada, se convirtió al cristianismo hasta tal punto que, las cartas que dirigió a sus comunidades, ocupan gran parte del Nuevo Testamento. Por cierto, acabó derramando su sangre por Cristo, siendo degollado…por una espada.

A Pedro se le representa con las llaves en la mano (Te daré las llaves del reino) y a San Pablo con una espada recordando la muerte con la que dio gloria a Dios. Uno fue el primer Papa de la historia de la Iglesia y el otro el gran Evangelizador de los gentiles.

Ambos con una historia parecida: los dos negaron a Cristo en algún momento de su vida pero al verse rodeados por su misericordia y perdón no pudieron más que seguirle hasta las últimas consecuencias.

Tal vez esta sea una de las enseñanzas que podemos sacar de este fin de semana. A pesar de nuestras infidelidades el Señor siempre está dispuesto a perdonarnos como si nada hubiese pasado. Eso es lo que les pasó a San Pedro y a San Pablo y por eso los recordamos. Si fuéramos capaces de entenderlo también nosotros de verdad…más aun, de vivirlo de verdad y a empezar a anunciar el Evangelio como ellos, otro gallo cantaría...pero no tres veces.

Vuestro párroco

No hay comentarios:

Publicar un comentario