viernes, 11 de enero de 2019


Ser hijo
De todos los días de la semana hay un momento que lo reservo, casi con el mismo celo con el que Jesús amaba el templo, para estar con la familia. El domingo para comer es sagrado en mi calendario personal. En muy contadas ocasiones y siendo causas muy especiales no he ido a cumplir con el dominical ritual familiar; ahora bien, lo convalido yendo otro día no sólo por el hecho de que vengo cargado de fiambreras con la comida de casi toda la semana, sino porque en casa uno se carga de pilas y de cariño para toda la semana.

Quienes me conocen de verdad saben que lo que estoy diciendo no es broma. Para mí, cumplir con el cuarto mandamiento es llevar a la práctica el primero y el tercero (en este momento de la carta semanal uno se para y piensa el orden correcto de los mandamientos para saber qué narices está diciendo el cura este).

Cuando entro en casa respiro tranquilo. Ahora me viene a la cabeza una frase de la película El Señor de los Anillos cuando, a punto de morir el rey Theoden, dice a su sobrina Eowin: “Vuelvo con mis padres en cuya poderosa compañía no he de sentir vergüenza”. Esta sana devoción hacia el recinto familiar es fruto de la experiencia de sentirse amado y cuidado.

Al rezar la oración del Padre nuestro traer a la memoria esas vivencias que hemos tenido con nuestros padres puede ayudarnos a tener verdadera experiencia de lo que significa llamar a Dios padre. Sólo puedo llamar padre (o madre) a aquel que ha dado de su vida por mí, que me ha cogido en brazos cuando lloraba, que me ha alimentado y vestido y que me ha regañado cuando ha sido necesario.

Este fin de semana, Juan el Bautista escucha la voz del Padre señalando a su Hijo, al amado, en el Río Jordán que podremos visitar este próximo abril. Sólo espero que, cuando entremos a la parroquia este domingo podamos decir lo mismo que el Rey Theoden antes de morir; y que cuando oigamos el Evangelio (o cuando lo leamos en nuestras casas porque no podemos asistir), podamos cerrar los ojos y sentir que es el Padre que, con sus ojos de misericordia nos mira y, mientras nos coge de la mano (como dirá Isaías en la primera lectura), nos dice: “Tú eres mi hijo amado”.

Vuestro párroco

1 comentario:

  1. Me gusta mucho porque tiene mucha razon a nuestros padres como a Dios se lo debemos todo y es de bien nacidos ser agradecido.Buen domingo.

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