Ser hijo
De todos los días de la semana
hay un momento que lo reservo, casi con el mismo celo con el que Jesús amaba el
templo, para estar con la familia. El domingo para comer es sagrado en mi
calendario personal. En muy contadas ocasiones y siendo causas muy especiales
no he ido a cumplir con el dominical ritual familiar; ahora bien, lo convalido
yendo otro día no sólo por el hecho de que vengo cargado de fiambreras con la
comida de casi toda la semana, sino porque en casa uno se carga de pilas y de
cariño para toda la semana.
Quienes me conocen de verdad
saben que lo que estoy diciendo no es broma. Para mí, cumplir con el cuarto
mandamiento es llevar a la práctica el primero y el tercero (en este momento de
la carta semanal uno se para y piensa el orden correcto de los mandamientos
para saber qué narices está diciendo el cura este).
Cuando entro en casa respiro
tranquilo. Ahora me viene a la cabeza una frase de la película El Señor de los
Anillos cuando, a punto de morir el rey Theoden, dice a su sobrina Eowin: “Vuelvo con mis padres en cuya poderosa
compañía no he de sentir vergüenza”. Esta sana devoción hacia el recinto
familiar es fruto de la experiencia de sentirse amado y cuidado.
Al rezar la oración del Padre nuestro traer a la memoria esas
vivencias que hemos tenido con nuestros padres puede ayudarnos a tener
verdadera experiencia de lo que significa llamar a Dios padre. Sólo puedo
llamar padre (o madre) a aquel que ha dado de su vida por mí, que me ha cogido
en brazos cuando lloraba, que me ha alimentado y vestido y que me ha regañado
cuando ha sido necesario.
Este fin de semana, Juan el
Bautista escucha la voz del Padre señalando a su Hijo, al amado, en el Río
Jordán que podremos visitar este próximo abril. Sólo espero que, cuando
entremos a la parroquia este domingo podamos decir lo mismo que el Rey Theoden
antes de morir; y que cuando oigamos el Evangelio (o cuando lo leamos en
nuestras casas porque no podemos asistir), podamos cerrar los ojos y sentir que
es el Padre que, con sus ojos de misericordia nos mira y, mientras nos coge de
la mano (como dirá Isaías en la primera lectura), nos dice: “Tú eres mi hijo amado”.
Vuestro párroco
Me gusta mucho porque tiene mucha razon a nuestros padres como a Dios se lo debemos todo y es de bien nacidos ser agradecido.Buen domingo.
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