viernes, 22 de febrero de 2019


Pasado, PRESENTE Y FUTURO

Cosas de la providencia, estos días estoy viviendo unas experiencias muy enriquecedoras e interesantes que se han juntado sin quererlo. A priori pueden parecer totalmente inconexas pero, después de meditarlas un poco, no dudo que el Señor esté hablando por medio de ellas.

Como sabéis, el fin de semana pasado nos visitaron los seminaristas. Durante las celebraciones pudimos escuchar la narración de su experiencia vocativa. Mucha gente me ha comentado que les gustó mucho escucharlos y verlos pues, sólo Dios lo sabe, quizá alguno de ellos llegue a ser algún día el párroco de alguna de nuestras comunidades cristianas.

Las personas que decidieron acogerlos en sus casas para pasar la noche del sábado y compartir con ellos la comida o la cena han disfrutado mucho con ellos. Llegué incluso a escuchar que había sido una bendición tenerlos en casa y que habían podido prestar este servicio de acogida al futuro de la Iglesia con muchísima alegría. Gracias de corazón a todas las personas que abrieron sus casas para acogerlos.

Un futuro de la Iglesia que no es tan lejano y que, a partir de ahora, seguro que los recordaremos y rezaremos por todos ellos y por sus compañeros pidiendo al Señor que se mantengan fieles a la vocación a la que han sido llamados.

Del futuro pasamos al pasado. El 20 de febrero celebrábamos la festividad de los Santos Francisco y Jacinta Marto y, en el colegio de Fátima teníamos que celebrarlo. Sin embargo, como la historia de los pastorcitos se la saben de memoria decidimos que, coincidiendo con la esta fiesta, los alumnos conociesen un poco más la figura del fundador del cole, de la parroquia y de la guardería: Don Francisco Ferri y Puerto.

Poder hablar bien de un sacerdote que tuvo la fuerza necesaria para crear todo esto de la nada, conocer de primera mano la experiencia de las personas que coincidieron con él y trabajaron en la parroquia en sus inicios….son temas interesantes porque nos hace conocer de dónde venimos y dar las gracias por aquellos que nos precedieron.

Todo esto me ayuda a vivir el presente. Conocer un poco más la vida de Don Francisco Ferri es un aliento para esforzarme más en mi labor pastoral; y conocer a los seminaristas hace crecer la esperanza en el futuro de la Iglesia que está a la vuelta de la esquina. El Señor nos habla por medio de la historia. Formemos parte de ella, pues Él ha cargado de Amor y de misericordia para nosotros.

Vuestro párroco

viernes, 15 de febrero de 2019


Vocación
Esta semana tenemos una visita especial. En el anterior número, D. Diego enviaba una carta explicando que los seminaristas de nuestra diócesis iban a visitar las parroquias de nuestro arciprestazgo. Durante las misas de este fin de semana os encontraréis a jóvenes (y no tan jóvenes) que se están preparando para ser sacerdotes.

Cincuenta y cinco seminaristas en total convivirán, por un fin de semana, el trasiego de las parroquias y los movimientos de los sacerdotes por los pueblos. Espero que la acogida que les hagamos cale en sus vidas y les anime a continuar su camino hacia el sacerdocio.

Por mi parte, hace 16 años que comencé los estudios en el seminario mayor de Moncada. Hasta entonces, no había estado más de una semana fuera de casa y, de la noche a la mañana, comenzaba una nueva vida rodeado de personas que no conocía pero que compartían un objetivo común: el amor a Cristo y la voluntad de entregar la vida por Él.

Sin embargo, todo esto no se iniciaba un 11 de septiembre de 2003, fecha que ingresé en el Seminario, sino que venía de unos cuantos años atrás. A los 15 años ya era catequista de mi parroquia y, los fines de semana, tocaba en el coro parroquial amenizando las Eucaristías de niños.

Sin darme cuenta, el Señor iba colocando en mi corazón un mundo nuevo que, hasta entonces, vivía en el seno de mi familia como una cosa más de las que hacíamos juntos. Iba a Misa, sí, pero porque iba con mis padres. Ahora adquiría responsabilidades por mi cuenta y comenzaba a ser, casi sin pensarlo, en un colaborador de la parroquia.

La vocación llegaría tras participar en un festival que organiza todos los años el Seminario Mayor de Valencia. Muchos coros de la diócesis presentan allí sus canciones propias con mensaje vocacional; palabrejo que no sabía ni lo que significaba.

“Jo vaig dir sí a la teua crida, Jesus” decía el estribillo de la canción. Fue una tarde muy divertida y amena. Pero ya está. No hubo grandes revelaciones. No vine convencido de que quería ser cura. Simplemente fue una anécdota más en mi vida.

Pero la semilla ya estaba germinando y poco a poco y muy sutilmente fue surgiendo la temida pregunta: ¿Me estás pidiendo que sea un cura? Lo que sólo era un pensamiento, al tiempo se convirtió en un deseo para, más tarde, ser una realidad.

Casi 20 años han pasado desde que participé en ese festival y, a menudo, pienso que mi vida se quedó allí, plantado en medio del escenario con mi guitarra y, con voz temblorosa, no he dejado de cantar: “Jo vaig dir sí a la teua crida Jesus i amb senzillesa i humilitat et seguiré”. Que continúe así.

Vuestro párroco

viernes, 8 de febrero de 2019


Hipocresía
La semana comenzó con un discurso que rodaba por los medios de comunicación dado por el Goya al mejor actor revelación de este año 2019: Jesús Vidal, uno de los protagonistas de la película “Campeones”.

“Ustedes han distinguido a un actor con discapacidad. No saben lo que han hecho” comenzaba diciendo el actor por el micrófono tras haber recibido el premio. El resto del discurso no tiene desperdicio y, además de sencillo y concreto, es realmente emocionante; agradeciendo a sus padres todos los esfuerzos que habían hecho por él y haciendo un grito a la “inclusión, diversidad y visibilidad” de las personas con algún tipo de discapacidad.

Me parece perfecto que le dieran el premio y supongo (y espero) que será totalmente merecido y no una mera argucia publicitaria del cine español.

Ahora bien, me parece de una hipocresía tremenda que los mismos que se hacen eco de las palabras de este hombre, elogiándolo y poniéndolo por las nubes como un ejemplo de superación, son los que luego no tienen complejos en estar a favor del aborto no permitiendo que se supere a sí mismo un bebé que podía haber nacido pero que, por una decisión que no ha escogido él, no le han dejado.

Sé que este tema es muy controvertido, que son derechos que la modernidad está consiguiendo, que pensar lo contrario es de retrógrados, que hay que pensar en la calidad de vida…cada uno tendrá su opinión. Yo tengo la mía. En España es legal abortar hasta la semana 12 del embarazo, a esas alturas de la gestación, hace seis semanas que son audibles los latidos del corazón del feto. Sin embargo, ese corazón todavía no tiene los mismos derechos que el mío…triste.

La sociedad avanza, sí, eso es bueno y necesario; no obstante, que avance no significa que todos los pasos que dé estén bien dados. También puede tropezar como lo hacemos todos. Pero tras el tropiezo uno se puede levantar y corregir su fallo poniendo más cuidado en dónde pone el pie. Mucho me temo que de este tropiezo no nos levantaremos y que quejarse porque un circo tiene animales está bien pero quejarse de que a un bebé no le dejan nacer está mal.

En fin como gritaban hace unos años: nosotras parimos, nosotras decidimos…dichosa tú que tienes la capacidad de decidir quien vive o no pero, por favor, no me pidas que esté de acuerdo contigo.

Vuestro párroco

viernes, 1 de febrero de 2019


Si la candelaria riu…
No podemos negar que los mediterráneos somos gente que nos gusta la luz. Los meses en que los días son más cortos los vivimos esperando que las horas de sol sean cada vez más y, a estas fechas, ya empieza a notarse un poco.

He crecido escuchando el refrán “Si la candelaria riu, ja ve l’estiu. I si plora, hivern fora” (al menos así me lo recitaban). Sea cual fuere el caso, el tiempo de la alegría y de luz están más cerca. Este fin de semana lo celebraremos con la fiesta de la Candelaria.

La misma liturgia nos lo recuerda con la bendición de las candelas al inicio de la Eucaristía. Celebramos la presentación de Jesús en el Templo y la purificación de María cuarenta días después del parto… ¡Si! ¡Ya han pasado cuarenta días desde que celebrábamos la fiesta de la Navidad! El tiempo vuela.

El Templo de Jerusalén acoge la luz que es Cristo y nosotros lo recordamos con nuestros pequeños cirios encendidos en las manos.

Sin embargo, esta fiesta nos ha de recordar otro momento similar. El día que la luz rompe la oscuridad, el día en que la Iglesia Universal grita al unísono que Cristo ha resucitado. Siempre que he celebrado la fiesta de la Candelaria me ha venido la imagen de la Vigilia Pascual cuando, desde el altar y mientras canto el Pregón Pascual, observo centenares de luces que iluminan la parroquia en tinieblas.

Quiero pensar que esta fiesta es un pregón de la Gran fiesta que celebraremos en Pascua. Jesús, con su entrada al Templo, nos invita a que continuemos siendo luz para el mundo que, como ocurre en nuestras parroquias cuando celebramos la Vigilia de Pascua, está en tinieblas a la espera de ver la verdadera Luz.

Llore o ría, lo cierto es que cada vez tenemos más cerca esa luz que nos transforma, no sólo la del sol, sino la de Cristo que nos salva. Que como el anciano Simeón podamos ver al Salvador, al que se ha presentado ante todos los pueblos, luz para alumbrar a las naciones y gloria de su pueblo.

Vuestro párroco