Brotes
Hoy es un día de estos que
estoy sentado cara al ordenador sin saber muy bien que escribir. Leo algunas
cosas para ver si me viene alguna idea, pero nada de nada. Menos mal que he
tenido una llamada de teléfono que me ha hecho asomarme a la ventana que tengo
a mi espalda y me he fijado en los árboles que tengo enfrente.
Entre las ramas desnudas de
mis vecinos más cercanos ya se deja entrever algún brote verde que indica la
cercanía de la primavera. La vida se va abriendo paso. Algo que parecía muerto,
sin darnos casi cuenta, reinicia su ciclo vital y, junto con ellos, el nuestro
también.
Porque no lo podemos negar.
Somos gente que nos gusta el buen tiempo, salir a la calle, pasear, tomar el
sol, disfrutar de todo aquello que el Señor nos regala por medio de su
creación. Los árboles ya nos indican que está cerca el tiempo de poder realizar
todo eso…si no lo estamos haciendo ya.
El Evangelio de este segundo
domingo de Cuaresma viene a ser como esos pequeños brotes verdes de los árboles
que tengo enfrente. Un anuncio de la explosión de vida que está por venir.
¡Ojalá tuviéramos siempre una buena temperatura y pudiéramos disfrutar de días
largos con el calor del astro rey.
Sin embargo, es necesario
pasar por el invierno, donde todo parece que está muerto, pero que, en
realidad, por dentro, se está regenerando para estallar de vida en el momento
oportuno.
La sobriedad y austeridad de
estos días de Cuaresma es esa regeneración interna. Lo que parece que no tiene
vida, nuestro corazón, con la escucha de la Palabra, la oración, el ejercicio
de la caridad y el ayuno, poco va regenerándose para que, en el momento que
podamos saltar de gozo mientras cantamos el Aleluya, pueda, como los árboles,
estallar de vida.
Así también lo haremos estos
días al quemar las fallas. Del fuego que purifica surgirán nuevos proyectos
para el año que viene. Sólo hay que dejarse quemar por el Espíritu que nos
empuja a renacer de nuestras cenizas.
Aunque estemos muy a gusto, no
siempre puede ser primavera o verano, tenemos que pasar por nuestro particular
invierno, la Cuaresma, que no es sinónimo de muerte sino de posibilidad de
crecimiento.
Que cada semana que pase
podamos descubrir en nuestra vida, en nuestra espiritualidad, nuevos brotes
verdes que esperan estallar en la fiesta de la Pascua.
Vuestro párroco
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