sábado, 30 de marzo de 2019


Envidia
Siempre que proclamamos el Evangelio del Hijo pródigo me suelo detener en la figura del padre que acoge a su hijo sin reproche alguno o en la figura del hijo menor que, arrepentido, vuelve al calor del hogar tras darse cuenta que no tenía ningún futuro fuera de allí.

Ambas figuras se muestran de forma solemne en este Evangelio que escucharemos y meditaremos este fin de semana, el cuarto del tiempo de Cuaresma, también llamado de la “alegría” ante la proximidad ya de la Pascua.

No obstante, pocas veces nos fijamos en la figura del hijo mayor, el responsable, el que nunca ha hecho nada malo, el que se ha mantenido fiel a la voz del patriarca…pero el que no acoge al hermano menor una vez este ha vuelto a casa.

La envidia o la soberbia ciegan al hermano mayor que no se da cuenta de todo lo que tiene y se fija en la fiesta que han montado al hermano menor, el pecador y descarriado, tras haber vuelto a casa.

Hay una frase que dice que el amor mueve al mundo, pero junto con esta frase deberíamos añadir que la envidia también lo hace. Si el primero lo lleva hacia la comprensión, la verdad,… la segunda lo conduce hacia todo lo contrario.

Durante estas últimas semanas, la parroquia, ha venido haciendo los ya tradicionales buñuelos. Muchos años llevamos haciendo esta iniciativa que nos ayuda a pagar un poco el préstamo que llevamos mucho tiempo arrastrando y que, con mucho esfuerzo, vamos cumpliendo rigurosamente.

Gente que quiere a su parroquia de forma desinteresada le echa horas, muchísimas horas, para satisfacer las muchas demandas que tenemos esos fines de semana. La buena voluntad es lo que mueve a estos feligreses a entregar unas horas a la semana para ayudar a nuestra parroquia. Sin licencia, utilizando los medios que tenemos (incluso que alguno trae de su casa) y con mucha limpieza hemos ido caminando sin problemas y sufragando nuestras deudas. Pues, para qué nos vamos a engañar, nuestra parroquia no es de las más concurridas.

Sin embargo, esto puede que se acabe. Mi sorpresa fue que, a mitad de semana, se me comunicó que nos habían denunciado por no tener licencia para vender buñuelos (sé que hay que tenerla, pero nunca los la han pedido y nunca hemos escondido que hacíamos buñuelos). Esta vez simplemente ha sido un aviso pero el año que viene será otra cosa.

No comprendo cómo algo que se lleva haciendo muchos años y que nos ayuda a pagar lo que ha construido con sus manos medio pueblo de Sueca, como es nuestra parroquia, ahora sea perseguido y criticado no sé con qué intención.

Mientras pueda (y debamos dinero) seguiremos al pie del cañón, por mucho que a algunas persones les pique. Para ellos, sólo tengo una solución, si te pica…te rascas.

Vuestro párroco.

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