Envidia
Siempre que proclamamos el
Evangelio del Hijo pródigo me suelo detener en la figura del padre que acoge a
su hijo sin reproche alguno o en la figura del hijo menor que, arrepentido,
vuelve al calor del hogar tras darse cuenta que no tenía ningún futuro fuera de
allí.
Ambas figuras se muestran de
forma solemne en este Evangelio que escucharemos y meditaremos este fin de
semana, el cuarto del tiempo de Cuaresma, también llamado de la “alegría” ante
la proximidad ya de la Pascua.
No obstante, pocas veces nos
fijamos en la figura del hijo mayor, el responsable, el que nunca ha hecho nada
malo, el que se ha mantenido fiel a la voz del patriarca…pero el que no acoge
al hermano menor una vez este ha vuelto a casa.
La envidia o la soberbia
ciegan al hermano mayor que no se da cuenta de todo lo que tiene y se fija en
la fiesta que han montado al hermano menor, el pecador y descarriado, tras
haber vuelto a casa.
Hay una frase que dice que el
amor mueve al mundo, pero junto con esta frase deberíamos añadir que la envidia
también lo hace. Si el primero lo lleva hacia la comprensión, la verdad,… la
segunda lo conduce hacia todo lo contrario.
Durante estas últimas semanas,
la parroquia, ha venido haciendo los ya tradicionales buñuelos. Muchos años
llevamos haciendo esta iniciativa que nos ayuda a pagar un poco el préstamo que
llevamos mucho tiempo arrastrando y que, con mucho esfuerzo, vamos cumpliendo
rigurosamente.
Gente que quiere a su parroquia
de forma desinteresada le echa horas, muchísimas horas, para satisfacer las
muchas demandas que tenemos esos fines de semana. La buena voluntad es lo que
mueve a estos feligreses a entregar unas horas a la semana para ayudar a
nuestra parroquia. Sin licencia, utilizando los medios que tenemos (incluso que
alguno trae de su casa) y con mucha limpieza hemos ido caminando sin problemas
y sufragando nuestras deudas. Pues, para qué nos vamos a engañar, nuestra parroquia no es de las más concurridas.
Sin embargo, esto puede que se
acabe. Mi sorpresa fue que, a mitad de semana, se me comunicó que nos habían
denunciado por no tener licencia para vender buñuelos (sé que hay que tenerla,
pero nunca los la han pedido y nunca hemos escondido que hacíamos buñuelos).
Esta vez simplemente ha sido un aviso pero el año que viene será otra cosa.
No comprendo cómo algo que se
lleva haciendo muchos años y que nos ayuda a pagar lo que ha construido con sus
manos medio pueblo de Sueca, como es nuestra parroquia, ahora sea perseguido y criticado no sé con qué
intención.
Mientras pueda (y debamos
dinero) seguiremos al pie del cañón, por mucho que a algunas persones les pique.
Para ellos, sólo tengo una solución, si te pica…te rascas.
Vuestro párroco.
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