PIEDRAS
Cuando acabaron las fiestas de
fallas me dije: Qué bien, aún nos quedan
tres semanas para prepararnos para la Semana Santa y la Pascua. O el tiempo
pasa volando o no se lo que pasa…pero las fiestas grandes de nuestra fe las
tenemos ahí y casi no me he dado ni cuenta.
Demasiadas cosas pendientes y
poco tiempo para resolverlas. En fin, lo importante no es la queja sino el
continuar adelante y, aunque quede poco tiempo para prepararnos, aun no es
tarde.
Esta semana va de piedras la
cosa. Y tipos de piedra hay muchas. Las hay grandes que nos pueden tapar el
camino haciéndonos dar una vuelta grande para poder seguir adelante. Hay
algunas menos grandes que nos pueden hacer tropezar. Las hay también que las
podemos coger con la mano y que, incluso, las podemos lanzar. Por último, las
hay pequeñas, que casi no les prestamos atención, pero que si se nos meten
dentro del zapato son casi son tan molestas y dolorosas como las anteriores.
En algún momento de nuestra
vida nos encontraremos con alguna de las piedras anteriores. Un problema que no
podamos solucionar que nos harán avanzar más lento de lo que nos esperábamos
porque tenemos que dar un rodeo.
También tendremos fallos que
nos harán caer de bruces. Fallos que en ocasiones nos harán daño y que en
otras, simplemente, nos harán dar un traspiés sin mayor importancia. Sea cual
sea el caso siempre nos podremos levantar y continuar adelante.
En otras ocasiones,
arrastraremos problemas o situaciones personales que nos irán acompañando como
una molesta piedra en el zapato. A veces, somos tan masoquistas, que las
mantendremos ahí, aunque nos moleste, pensando que más adelante podremos poner
solución. Como me dijo un buen amigo: los sapos se comen por la mañana que por
la noche sientan mal…lo que puedas arreglar hoy no lo dejes para mañana que
será más difícil.
Sin embargo, hay piedras
peores. Las que se pueden lanzar y hacer daño. Esas piedras pueden ser las
murmuraciones, los juicios, las críticas, las envidias, etc… todas, sin
excepción, hacen daño y las heridas, a menudo, tienen una larga recuperación e,
incluso, algunas dejan marcas para toda la vida. También podemos lanzar esas
piedras sobre nosotros mismos…pero eso es otra cosa aunque con el mismo
resultado.
De estas últimas, todos hemos
tenido en nuestras manos. A lo mejor hasta las hemos tirado para luego esconder
la mano. Podría pasar también que aun la tenemos en la mano y estamos a punto
de tirarla.
Sea lo que sea, el Señor nos
invita a dejar caer esas piedras al suelo porque no somos quien para tirarlas.
Ni siquiera deberíamos cogerlas pues, sin piedras, siempre será mucho más
ligero nuestro equipaje.
Vuestro párroco
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