Las flores de mi jardín
Os voy a proponer un juego.
Vamos a jugar con la imaginación. En esta ocasión haremos un repaso a lo que ha
sido nuestra vida hasta ahora. Y lo vamos a hacer imaginándonos que es un
jardín grandísimo.
Como en todos los jardines, mi
vida está forrada con una capa de césped verde y fresco. Cada hoja son los días
que he vivido. Hay zonas muy verdes y limpias, zonas más oscuras e, incluso,
hay zonas donde no crece nada y la tierra es árida…no todos los días de nuestra
vida han sido agradables y nuestro jardín nos lo recuerda.
Hay también arbustos bien
cortados que decoran amplias zonas de mi jardín. Como las amistades que vamos
adquiriendo a lo largo de nuestra vida y que van embelleciendo nuestra
existencia. Sin embargo, hay arbustos mal cortados, algunos sin hojas o que,
incluso, intentan tapar los que están sanos. En todos los jardines hay espinas.
Algunas las provocamos nosotros y otras…nos vienen de fuera. No obstante, todo
forma parte de mi jardín.
Gran cantidad de árboles
culminan nuestro jardín. Estos van creciendo y se hacen cada vez más altos y
fuertes. Son nuestra familia que de nuestras simientes van naciendo nuevos
árboles que intentan abrirse paso a la sombra y cobijo de los grandes. Los más
pequeños son las generaciones más jóvenes y así hasta llegar a los árboles más
viejos y sabios que, más tarde o más temprano, darán paso a otros árboles más
jóvenes para que sigan dando vida al jardín.
Rodeando todos los árboles hay
un manto de flores, muchas flores. Son todas las sonrisas y alegrías que
acompañan a todos estos gigantes (y no tan gigantes) de este jardín. Con sus
espinas sí, pero flores al fin y al cabo.
Todo esto va creciendo bajo la
atenta mirada del cuidador de nuestro jardín. Aquel que nos ayudó a plantar la
hierba, los arbustos, las flores y los árboles. Aquel que intenta guiar
nuestras raíces para que crezcamos perfectos aunque nosotros nos encabezonemos
en enredarnos.
Ese cuidador ha puesto una
flor muy especial en medio de nuestro jardín. Una flor que está pendiente de
que, todo lo que crezca a su alrededor, recuerde quién es el que verdaderamente
cuida del jardín. Una flor atenta a los problemas de las seres vivos que le
rodean y que, cuando llega el cuidador, no tarda un segundo en decírselo para
que actúe. Una flor llamada María a la que le dedicamos un mes entero del año
para decirle que, gracias a que está ella en nuestro jardín, todo es mucho más
hermoso.
Vuestro párroco
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