viernes, 7 de junio de 2019


50 días y 1 noche

Con la fiesta de Pentecostés culminamos el Tiempo Pascual. Ya hace cincuenta días que la Iglesia universal gritaba de júbilo por la resurrección de Cristo. Siete semanas en las que la liturgia nos invitaba a revivir una única noche, la más grande de todas, la que cumplía la definitiva Alianza en Cristo. La noche de nuestra salvación.

Durante estas semanas el Evangelio nos ha ido conduciendo por los diferentes encuentros de Cristo resucitado con los discípulos, nos ha recordado el mandamiento del amor, nos ha mostrado su misericordia y nos ha anunciado la venida de la fuerza del Espíritu. Hechos y Palabras que serían imposibles de entender y de vivir sin la fuerza de éste último.

Desde la llegada del Espíritu Santo los Apóstoles comenzaron a anunciar el Evangelio por todo el mundo. Su fuerza los iba guiando por sus viajes y les iba mostrando lo que tenían que decir. En Pentecostés la Iglesia empieza a caminar y a crecer hasta nuestros días.

Puede parecer una paradoja esto de que la Iglesia sigue creciendo cuando vemos que nuestras parroquias se vacían poco a poco y que el relevo generacional es más bien escaso. Quizá sea porque hemos dejado de confiar en ese Espíritu que se nos regala tal y como lo hacían los primeros cristianos y nos lo recuerda el Nuevo Testamento.

El viento del Espíritu sigue empujando las velas de esta nave que es la Iglesia. Sin embargo, la hemos sobrecargado con cosas inútiles que la ralentizan y no le permiten avanzar. Miramos el horizonte de donde queremos llegar, nos quejamos de que vamos lentos, pero no somos capaces de echar una mirada crítica hacia dentro de la nave para ver qué es lo que nos hace ir más lentos.

Pidamos al Espíritu Santo que nos ayude a hacer limpieza de todo aquello que nos aleja de Dios en nuestra vida y en la vida de nuestra Iglesia.

Vuestro párroco

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