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días y 1 noche
Con la fiesta de Pentecostés
culminamos el Tiempo Pascual. Ya hace cincuenta días que la Iglesia universal
gritaba de júbilo por la resurrección de Cristo. Siete semanas en las que la
liturgia nos invitaba a revivir una única noche, la más grande de todas, la que
cumplía la definitiva Alianza en Cristo. La noche de nuestra salvación.
Durante estas semanas el
Evangelio nos ha ido conduciendo por los diferentes encuentros de Cristo
resucitado con los discípulos, nos ha recordado el mandamiento del amor, nos ha
mostrado su misericordia y nos ha anunciado la venida de la fuerza del
Espíritu. Hechos y Palabras que serían imposibles de entender y de vivir sin la
fuerza de éste último.
Desde la llegada del Espíritu
Santo los Apóstoles comenzaron a anunciar el Evangelio por todo el mundo. Su
fuerza los iba guiando por sus viajes y les iba mostrando lo que tenían que
decir. En Pentecostés la Iglesia empieza a caminar y a crecer hasta nuestros
días.
Puede parecer una paradoja
esto de que la Iglesia sigue creciendo cuando vemos que nuestras parroquias se
vacían poco a poco y que el relevo generacional es más bien escaso. Quizá sea
porque hemos dejado de confiar en ese Espíritu que se nos regala tal y como lo
hacían los primeros cristianos y nos lo recuerda el Nuevo Testamento.
El viento del Espíritu sigue
empujando las velas de esta nave que es la Iglesia. Sin embargo, la hemos
sobrecargado con cosas inútiles que la ralentizan y no le permiten avanzar.
Miramos el horizonte de donde queremos llegar, nos quejamos de que vamos
lentos, pero no somos capaces de echar una mirada crítica hacia dentro de la
nave para ver qué es lo que nos hace ir más lentos.
Pidamos al Espíritu Santo que
nos ayude a hacer limpieza de todo aquello que nos aleja de Dios en nuestra
vida y en la vida de nuestra Iglesia.
Vuestro párroco
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