Teatro
Desde bien jovencito mis
padres me han llevado al teatro. Muchas son las obras que he tenido la suerte
de disfrutar. Desde la extensa Rey Lear de William Shakespeare, pasando por el
musical de Los Miserables, la Corte del Faraón o el Tricicle… de todo vamos.
Estos días que las calles de
nuestro pueblo se llena de cultura con el MIM, he estado recordando y dando
gracias por las veces que he podido sentarme en el patio de butacas para
dejarme llevar por las historias y emociones que salen de los actores.
Todo esto sumado a que dentro
de poco más de un mes vamos a tener que elegir de nuevo a los actores que
protagonizarán el nuevo show de la política, ha despertado, una vez más, las
ganas de poder disfrutar de alguna de las propuestas que la “mostra internacional
de mim” nos propone.
Había un grupo cristiano
llamado Jhaire que cantaba una canción que decía: “Démosle la vuelta a todo. Hagamos del Evangelio teatro. Donde los
principales actores seamos todos nosotros”.
A diferencia de los actores
que representan su papel y, una vez salen de las tablas, vuelven a la vida
normal, a nosotros se nos propone, no desempeñar un papel, sino vivir según las
órdenes de ese gran director que es Jesús.
El marco de esta historia no
es un mundo ficticio, no aparecerán situaciones absurdas, ni diremos frases
rebuscadas y medidas para que quede bien la obra. El marco será nuestra propia
vida y dependerá de nosotros el papel que queremos desempeñar. También
dependerá si hacemos caso o no a las directrices que el director nos pueda
marcar para que nos salga mejor nuestra representación.
¡Ama! ¡Ama! ¡Ama! Imagino que
grita Jesús a los actores desde las butacas para que la obra de nuestra vida
funcione mejor. Sin embargo, a veces estamos tan convencidos de nuestra excelente
interpretación que no prestamos la debida atención a la dirección.
Que cada encuentro que podamos
tener con el Señor en la oración personal o en la Eucaristía podamos aprender
de ese gran maestro que es Jesús para que nuestra interpretación sea siempre
agradable a los ojos del director.
Vuestro párroco