viernes, 25 de octubre de 2019


Incongruente
El diccionario define a una persona incongruente como aquella que está falta de coherencia entre varias ideas, acciones o cosas. Creo que no hay palabra mejor que defina lo que está pasando en el momento de la historia que nos ha tocado vivir.

Eso del “donde dije: digo; digo Diego” se estila mucho en nuestros días. Eso de mostrar una careta a los demás que deforma totalmente cómo somos en realidad está al orden del día. Eso de quedar bien delante de los demás echando por tierra al otro (si es necesario) ha pasado de ser un pecado inconfesable a un vicio necesario si quiero salir airoso de alguna situación.

Somos incongruentes cuando desenterramos a los muertos o, por el contrario, enterramos a los vivos con nuestras palabras y acciones cargadas de odio, rencor, burla o menosprecio. Cualquier cosa con tal de no querer ver cuál es nuestra propia realidad.

Siendo totalmente francos, a ninguno de nosotros nos gusta darnos cuenta de lo que nos hace ser débiles, de lo que fallamos, de lo que necesitamos mejorar, de nuestros errores,… a todos nos gusta mostrar lo bueno que tenemos para que nos den dos palmaditas en la espalda.

Quizá eso nos sirva ante las personas pero no ante Dios. Podemos montarnos mil y una historias ante el Señor que Él seguirá viendo lo que hay en lo más profundo de nuestro corazón para sanarlo evitando, de este modo, que tenga que inventarme nada ante su Presencia. Simplemente sentirme libre ante su misericordia.

Tal vez esta podría ser la petición que podamos hacer esta semana en nuestras oraciones o cuando vayamos a Misa: ser veraces aunque a veces duela. Puede que sea complicado esto que pedimos pero tenemos la suerte de contar con la intercesión de todos los santos que celebraremos el próximo viernes. A ellos, pues, nos encomendamos y pedimos su ayuda para pasar de la incongruencia a la libertad de la verdad.

Vuestro párroco

viernes, 18 de octubre de 2019


Y no eran 
de San Juan

Los que me leéis asiduamente sabéis que no hablo nunca sobre política. Sí que intento hacer un retrato de lo que ocurre a nuestro alrededor intentando dar una visión cristiana de las cosas sin que mis palabras se tiñan ni de rojo, ni de azul, ni morado, ni naranja, ni verde…

Si lo hiciera y, como se dice vulgarmente, “se me viera el plumero” os prometo que no podría dormir tranquilo. No es mi estilo. Sin embargo, como en la viuda del Evangelio de este fin de semana, intento no titubear cuando hay que reclamar justicia ante una injusticia. A tiempo y a destiempo hasta que mi clamor sea escuchado.

Durante estos últimos años hemos convivido con el único problema que, al parecer, había en España como es el tema del independentismo. Todos los santos días aparecía una noticia por allí, unas declaraciones por allá o el típico imbécil de turno que soltaba alguna perla con el único objetivo de tener su minuto de gloria en los medios de comunicación.

El culmen de todo esta vorágine informativa la tuvimos el lunes pasado con la sentencia a los imputados del “procés”. Acertada, necesaria o excesiva han sido algunos de los comentarios que se han hecho sobre la misma.

Ante esto todos tenemos derecho a la pataleta, a la manifestación (que últimamente se estila mucho) o a la crítica. Puedes estar de acuerdo o no con lo que se diga pero cada uno es libre de poder expresarse (o, al menos, eso nos dicen).

Lo que ya no entiendo es la violencia desmesurada que está ocurriendo por las calles de las principales capitales catalanas, en especial, en Barcelona. El miércoles por la noche, mis padres y yo, mirábamos atónitos como una preciosa ciudad se había convertido en un campo de batalla. Es lo que tiene los extremismos o fanatismos…que no tienen límite…siempre se puede ir más allá.

No todos pueden pensar lo mismo y la violencia a modo de guerrilla callejera no puede obligar a nadie a pensar lo que no cree. Tampoco lo puede hacer la violencia política que, aunque vestida con guantes de seda, puede llegar a hacer tanto daño como un cóctel molotov.

Ambas violencias son una injustica que el cristiano ha de denunciar. Por medio de la palabra, sí, pero sobre todo por medio de la oración. Y si algo podemos hacer los que nos consideramos cristianos es rezar para que toda esta barbarie sin sentido cese para siempre.

Mientras no lo hagamos, mientras no pidamos al Padre la paz, las calles de Barcelona (y las de muchas otras ciudades del mundo) seguirán estando llenas de hogueras…pero no serán precisamente en honor de San Juan.

Vuestro párroco

viernes, 11 de octubre de 2019


Barrio
De nuevo, la Virgen María va a ser la protagonista indiscutible de este fin de semana. Primero por la celebración de la Virgen del Pilar y segundo por la festividad de Nuestra Señora de Fátima.

Ambas advocaciones tienen en común que son “aparecidas”; la primera, según la tradición, al Apóstol Santiago, la segunda a los tres pastorcitos Jacinta, Francisco y Lucía. María de nuevo se nos aparece en nuestras vidas para que encontremos en ella consuelo y guía en el camino hacia Cristo.

Para nuestra parroquia de Fátima la fiesta de este sábado y domingo supone, a mi parecer, casi como un grito hacia el pueblo diciendo: ¡HEY! ¡ESTAMOS AQUÍ! No sólo hacia la parroquia sino también hacia el barrio, cada vez más vacío, envejeciendo año tras año y sin ningún atractivo más que el colegio, los dos casales de la falla y un par de tiendas que intentan sobrevivir. A los pies de María nos ponemos este fin de semana pidiendo por nuestro barrio.

Sorpresa me dío que en la calle de aquí al lado comenzaran a poner la acera nueva. Desde que lo vi, no dejo de pedir en la Eucaristía que se acuerden también de la acera de nuestra parroquia, inexistente desde que se levantó el nuevo templo (hace ya 18 años).

Como inexistentes han sido las inversiones para revitalizar nuestro barrio haciéndolo más atractivo para las generaciones futuras. Sin ánimo de ofender, me da la sensación que el único que invierte en mejoras hacia los vecinos es nuestro colegio cuando, año tras año, intenta mejorar para proporcionar una educación de calidad, en un ambiente de calidad y siguiendo el modelo de Jesús a la hora de actuar y enseñar.

Tal vez no sea una carta propia para preparar la fiesta de la Virgen de Fátima…puede que no…sin embargo, las fiestas también pueden ser una ocasión perfecta para alzar la voz y reivindicar nuestro lugar en el pueblo.

Mientras tanto, la parroquia de Fátima seguirá siendo una parroquia de frontera. Que intenta evangelizar en cada cosa que realiza sin vender sacramentos a costa de la comodidad o del “buenismo” pastoral. Llevando esperanza a los usuarios de cáritas que vienen a pedirnos ayuda (somos la parroquia que más tiene y sigue creciendo). Invirtiendo tiempo y dinero en la educación de los niños y en darles una oportunidad cuando en sus casas no la tienen.

Fátima seguirá estando “al otro lado de la carretera” al día siguiente de la fiesta. Sólo esperamos hacer tanto ruido el domingo que no podáis dejar de mirarnos y acompañarnos.

Vuestro párroco

viernes, 4 de octubre de 2019


La liturgia de la vida
La Providencia, de vez en cuando, juega con nosotros. No lo digo en tono negativo. ¡Dios me libre! Al contrario, juega a sorprendernos, si nos dejamos claro. Coincidencias como las de este fin de semana sólo las podemos percibir con un poco de “finura espiritual”, es decir, mirando un poco más allá de nosotros mismos.
Los que sois asiduos a las celebraciones que realizamos en las parroquias sabéis que la liturgia acompaña nuestro día a día. La Palabra que proclamamos y reflexionamos diariamente no es ajena a nuestras vidas. La comunión que compartimos no es un simple paso más en la Eucaristía diaria que se escapa de las paredes de nuestras iglesias para llegar a su culmen cuando vivimos como otros “Cristos” en medio de nuestros quehaceres diarios.
Tras la sana cabezonería de la comunidad cristiana de la Milagrosa, Don Enrique, no ha podido más que ceder y realizar una Misa de despedida que, como anunciamos la semana pasada y en este número del Semanari, se realizará este domingo a las 20:00 horas en dicha parroquia.
Quien piense que va a ser una celebración para vanagloria de D. Enrique está muy equivocado. Es, más que nunca, una acción de gracias del sacerdote hacia aquellos con los que ha convivido los últimos 34 años de su ministerio y viceversa. Ojala, cuando llegue a la puerta de la Milagrosa este domingo, la vea llena de gente porque la ocasión se lo merece.
Pero, volviendo a lo que os comentaba al principio de estas líneas. La Providencia ha hecho que este fin de semana se una esta celebración con un Evangelio muy acorde con la situación. Más que nunca, la liturgia eucarística se juntará y acompañará a esa otra liturgia diaria que es nuestra vida.
Los cristianos debemos vivir nuestra vida, no como un continuo ir “quemando etapas”, sino deteniéndonos en cada momento, vivirlo con intensidad cogidos de la mano del Señor y dar un paso más sin dejar de avanzar, sabiendo de dónde venimos mientras miramos al futuro (aunque este sea a veces algo oscuro).
Don Enrique acabará esta etapa y aprenderá a vivir una nueva en su pueblo. La parroquia de la Milagrosa dará gracias por esta etapa junto a su párroco y aprenderá a esperar la nueva situación que Dios (y el obispo) disponga para ellos.
Con emoción y orgullo culminarán ambos una etapa con la esperanza puesta en la siguiente. Pero ambos podrán exclamar bien alto como Jesús nos invita a decir en el Evangelio de esta semana: “Somos siervos inútiles, hemos hecho lo que teníamos que hacer”.

Vuestro párroco

miércoles, 2 de octubre de 2019


Recomendación
Son las 22:15 de la noche. Tras un día largo y bien aprovechado el teléfono móvil suena rompiendo el silencio de una casa habitada por un cura y su perro que no tienen nada más que decirse que las mutuas caricias y lametones.

Una voz amiga desde el otro lado de la línea telefónica me pregunta si es demasiado tarde para ir a casa de un familiar para rezar pues está a las puertas de encontrarse sumido en el abrazo eterno del Padre. “Para eso estamos” contesto.

El resto de la historia no hace falta contarla. Se queda en la intimidad de una pequeña habitación de la casa que visité que, lejos de estar llena de muerte, estaba inundada de un profundo respeto, cariño y piedad.

Pocas veces me han llamado para acompañar unos minutos en la oración a una familia que está a la espera de la muerte de un ser querido. No es un momento agradable, sin embargo, creo en el poder de la oración no sólo por el enfermo sino también por las personas que lo acompañan.

Sin hacer nada especial. No es momento de un gran discurso ni tampoco de largas oraciones. Simplemente estar unos minutos, guardar silencio, abrazar, y pedir desde lo más hondo del corazón por todas las personas que allí se encuentren.


Lo demás lo pone Dios.

Lo demás se le deja a Dios…


De entre las muchas cosas que podemos dejar preparadas para el día que el Señor nos llame para estar por toda la eternidad gozando de su presencia no olvidemos decir esto a nuestros familiares: Cuando esté a punto de morir llamad al sacerdote sea la hora que sea. Quizá no sea consciente de lo que ocurra a mi alrededor ni necesite la oración…pero vosotros sí.

Vuestro párroco