Recomendación
Son las 22:15 de la noche.
Tras un día largo y bien aprovechado el teléfono móvil suena rompiendo el
silencio de una casa habitada por un cura y su perro que no tienen nada más que
decirse que las mutuas caricias y lametones.
Una voz amiga desde el otro
lado de la línea telefónica me pregunta si es demasiado tarde para ir a casa de
un familiar para rezar pues está a las puertas de encontrarse sumido en el
abrazo eterno del Padre. “Para eso estamos” contesto.
El resto de la historia no
hace falta contarla. Se queda en la intimidad de una pequeña habitación de la
casa que visité que, lejos de estar llena de muerte, estaba inundada de un
profundo respeto, cariño y piedad.
Pocas veces me han llamado
para acompañar unos minutos en la oración a una familia que está a la espera de
la muerte de un ser querido. No es un momento agradable, sin embargo, creo en
el poder de la oración no sólo por el enfermo sino también por las personas que
lo acompañan.
Sin hacer nada especial. No es momento de un gran discurso
ni tampoco de largas oraciones. Simplemente estar unos minutos, guardar
silencio, abrazar, y pedir desde lo más hondo del corazón por todas las
personas que allí se encuentren.
Lo demás se le deja a Dios…
De entre las muchas cosas que
podemos dejar preparadas para el día que el Señor nos llame para estar por toda
la eternidad gozando de su presencia no olvidemos decir esto a nuestros
familiares: Cuando esté a punto de morir
llamad al sacerdote sea la hora que sea. Quizá no sea consciente de lo que
ocurra a mi alrededor ni necesite la oración…pero vosotros sí.
Vuestro párroco
Vuestro párroco
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