sábado, 11 de enero de 2020


Danos la paz, Señor

Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo. Ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo. Ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo. Danos la paz.

DANOS LA PAZ, repite en voz alta una de las mujeres que viene asiduamente a la Eucaristía en la parroquia de Fátima una vez que todas las demás personas han acabado de rezar dicha oración antes de comulgar.




Da igual que lo cantemos o lo recemos, que seamos muchos pocos, entre semana o el fin de semana. Esta persona no falta nunca a la cita con el Señor en la Misa y, con la voz quebrada por los años pero firme, repite siempre danos la paz.

Las primeras misas que realicé aquí me sorprendió escucharlo. Pensaba que esta persona iba más lenta que las demás y se quedaba rezagada en la oración del Cordero. Pero poco a poco me fui dando cuenta que sólo era en ese momento; en las demás oraciones de la Misa todo sonaba al unísono.


Un pequeño gesto y peculiaridad de esta persona que comparte con los demás feligreses de la parroquia con total libertad sabiendo (o no) que las demás personas que la acompañan rezarán también por la paz.

No sé el por qué lo hace, si es algo personal, familiar o simple caridad cristiana por las cosas que escuchará en las noticias. Lo cierto es que últimamente siento más fuerte que nunca ese grito y esa necesidad de pedir por la paz.

Conflictos ha habido y habrán siempre. Parece que es más fácil discutir que llegar a un acuerdo y sentarse hablar. Quizá porque esto último exige pensar y reflexionar y para lo primero sólo hay que levantar los puños o apretar un botón.

Visto los enfrentamientos verbales escuchados estos últimos días por todos los políticos de nuestro país y que se trasladan a las conversaciones familiares y vecinales, el último movimiento del presidente americano y las continuas revueltas existentes en muchos países del mundo, es más necesario que nunca este grito sosegado de la mujer que todos los días repite danos la paz en la Misa.

Que escuchemos, como nos dice el Evangelio de esta semana, la voz del Señor que nos invita a vivir nuestra vida desde el amor y hagamos propia también esta oración constante por la paz.

Vuestro párroco