sábado, 25 de abril de 2020


ORACIÓN DOMINICAL EN FAMILIA

III domingo de Pascua

«Lo reconocieron al partir el pan»

En familia preparamos el lugar de la oración: un cirio, un trozo de pan y un poco de vino y una Biblia abierta.

Guía: En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
Todos: Amén.
Guía: Jesucristo resucitado se hace presente verdaderamente entre nosotros; está hoy en esta pequeña comunidad doméstica que es la familia. Lo reconocemos en nosotros mismos, en su palabra que alienta e ilumina el momento que estamos viviendo en el mundo y en la Iglesia, en tantas personas que se entregan en ayuda y servicio generoso a favor de los enfermos, de los pobres, de las personas que viven solas.

Guía: Al comenzar la oración de este domingo, recitamos todos juntos este salmo 27 (26) que nos ayuda a acrecentar nuestra confianza en Dios en este momento que esta- mos viviendo.

Todos:

El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar?
Cuando me asaltan los malvados para devorar mi carne,
ellos, enemigos y adversarios, tropiezan y caen.

Si un ejército acampa contra mí, mi corazón no tiembla;
si me declaran la guerra, me siento tranquilo.

Una cosa pido al Señor, eso buscaré:
habitar en la casa del Señor por los días de mi vida;
gozar de la dulzura del Señor, contemplando su templo.

Él me protegerá en su tienda el día del peligro;
me esconderá en lo escondido de su morada,
me alzará sobre la roca.

Y así levantaré la cabeza
sobre el enemigo que me cerca;
en su tienda sacrificaré sacrificios de aclamación:
cantaré y tocaré para el Señor.

Escúchame, Señor, que te llamo;
ten piedad, respóndeme.

Oigo en mi corazón:
«Buscad mi rostro».
Tu rostro buscaré, Señor.

No me escondas tu rostro.
No rechaces con ira a tu siervo,
que tú eres mi auxilio;
no me deseches, no me abandones,
Dios de mi salvación.
Si mi padre y mi madre me abandonan,
el Señor me recogerá.

Señor, enséñame tu camino,
guíame por la senda llana,
porque tengo enemigos.

No me entregues a la saña de mi adversario,
porque se levantan contra mí testigos falsos,
que respiran violencia.

Espero gozar de la dicha del Señor
en el país de la vida.
Espera en el Señor, sé valiente,
ten ánimo, espera en el Señor.


Lector: Del Evangelio según san Lucas (24, 13-35)

Aquel mismo día (el primero de la semana), dos de los discípulos de Jesús iban caminando a una aldea llamada Emaús, distante de Jerusalén unos sesenta estadios; iban conversando entre ellos de todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo.
Él les dijo: « ¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?». Ellos se detuvieron con aire entristecido. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás,
le respondió: «¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabes lo que ha pasado allí estos días?».
Él les dijo: « ¿Qué?».
Ellos le contestaron: «Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él iba a liberar a Israel, pero, con todo esto, ya estamos en el tercer día desde que esto sucedió. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobre- saltado, pues habiendo ido muy de mañana al sepulcro, y no habiendo encontrado su cuerpo, vinieron diciendo que incluso habían visto una aparición de ángeles, que dicen que está vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron».
Entonces él les dijo: « ¡Qué necios y torpes sois para creer lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto y entrara así en su gloria?».
Y, comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras.
Llegaron cerca de la aldea adonde iban y él simuló que iba a seguir caminando; pero ellos lo apremiaron, diciendo: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída».
Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. A ellos se les abrieron los ojos y lo re- conocieron. Pero él desapareció de su vista.
Y se dijeron el uno al otro: « ¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?».
Y, levantándose en aquel momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo: «Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón».
Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Palabra del Señor.

Todos: Gloria a ti, Señor Jesús.

Después de leer el evangelio se hace un tiempo de silencio. Según las circunstancias, el padre o la madre pueden explicar el evangelio a los hijos a modo de catequesis, especialmente si hay niños pequeños, o bien cada miembro de la familia puede expresar libremente en voz alta lo que más le ha llamado la atención de la lectura.

ü    Este texto describe el nacimiento a la fe y a la misión de los dos de Emaús: se les abrieron los ojos, lo reconocieron al partir el pan, y volvieron a contar a sus compañeros la buena noticia. Caminaron con Jesús, pero su mirada distraída y superficial no supo ver el misterio profundo que habitaba en su vida. Tú y yo sabemos el credo de memoria, vamos a misa… pero ¿comprendemos a Jesús y tenemos experiencia de su compañía?

ü    Al atardecer Jesús se aparece a los dos de Emaús. Huyen, están decepcionados por la muerte de Jesús, su vida está oscura. Nosotros estamos viviendo en este momento tiempos difíciles: el dolor que provoca la pandemia y el cansancio del confinamiento pueden producir en nosotros también desencanto. En esta situación, podemos ver cuestionada la fe en Jesús Resucitado: ¿Por qué esta sombra en la vida de las personas? ¿Hemos experimentado el cansancio, la decepción? ¿No necesitaremos también nosotros ser encontrados por Jesús para recuperar la esperanza y el sentido?

ü    Los discípulos escuchan a Jesús que les explica las Escrituras y al escucharlo «arde su corazón», y lo reconocen «al partir el pan». Llevamos tiempo sin participar comunitariamente en la mesa de la Eucaristía, ¿Echamos de menos este encuentro comunitario con Jesús? ¿Soy consciente de que quién lo escucha y comparte su pan encuentra un proyecto de felicidad? ¿Descubro en los acontecimientos que estamos viviendo ahora la presencia del Señor que camina con nosotros? ¿Será verdad lo que dice el Papa Francisco «con Jesús siempre nace y renace la alegría» (EG 1)?


Guía: Oremos al Señor, nuestro Dios. En él ponemos nuestra esperanza.
Todos: R. Te rogamos, óyenos.

Lector:
  Por la Iglesia, para que, caminando al paso de la humanidad, sepa llevar a todos la esperanza gozosa de la resurrección en Cristo. Roguemos al Señor.

  Por los que viven sin fe, los que caminan sin esperanza, decepcionados, como los dos de Emaús, para que el Señor Jesús camine junto a ellos, abra sus ojos y encienda sus corazones. Roguemos al Señor.

  Por todos los afectados más directamente en la crisis que estamos sufriendo, para que el Señor acoja en su Reino a los fallecidos y consuele a sus familiares, fortalezca a los enfermos y proteja a los que el posible contagio pueda agravar especialmente su salud. Roguemos al Señor.

  Por los jóvenes, para que respondan con generosidad a la llamada de servir a la Iglesia desde el ministerio sacerdotal, presidiendo la celebración de la Eucaristía que hace presente al Señor entre nosotros. Roguemos al Señor.

  Por nosotros, reunidos en familia como Iglesia doméstica, para que seamos capaces de reconocer a Cristo en el prójimo que camina a nuestro lado, en la sagrada Escritura y en la comida eucarística, al partir el pan. Roguemos al Señor.

Guía: Llenos de confianza en Cristo resucitado, que acompaña nuestro caminar de cada día, oremos juntos como él mismo nos ha enseñado.

Todos: Padre nuestro…

Guía: Concluimos nuestra oración haciendo nuestra la oración del papa Francisco, pidiendo el fin de la pandemia y la fortaleza del Espíritu:

Oh, María,
tú resplandeces siempre en nuestro camino como un signo de salvación y esperanza.
A ti nos encomendamos, Salud de los enfermos,
que al pie de la cruz fuiste asociada al dolor de Jesús, manteniendo firme tu fe.

Tú, Salvación del pueblo, sabes lo que necesitamos
y estamos seguros de que lo concederás para que, como en Caná de Galilea, vuelvan la alegría y la fiesta
después de esta prueba.

Ayúdanos, Madre del Divino Amor,
a conformarnos a la voluntad del Padre y hacer lo que Jesús nos dirá,
él que tomó nuestro sufrimiento sobre sí mismo y se cargó de nuestros dolores
para guiarnos a través de la cruz, a la alegría de la resurrección.

Bajo tu protección nos acogemos, santa Madre de Dios;
no deseches las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades;
antes bien, líbranos siempre de todo peligro, oh, Virgen gloriosa y bendita.

viernes, 10 de abril de 2020

VIA CRUCIS  DESDE CASA 2020

Empezamos el ejercicio piadoso del Vía Crucis meditando unas palabras del Papa Francisco pronunciadas en una homilía en la capilla de Santa Marta, en Roma.
"La humanidad sufriente" de Jesús y la "dulzura" de María. Estos son los dos polos que el cristiano debe observar para vivir lo que pide el Evangelio. El Evangelio es exigente, pide cosas fuertes a un cristiano: la capacidad de perdonar, la magnanimidad, el amor a los enemigos ... Sólo hay una manera de ser capaz de ponerlo en práctica: meditar en la Pasión, la humanidad de Jesús e imitar el comportamiento de su Madre.
Necesitamos hoy de la dulzura de la Virgen para entender estas cosas que Jesús nos pide, ¿verdad? Porque estas cosas son cosas no fáciles de vivir. Amen a sus enemigos, hagan bien, presten sin esperar nada ... a quien te pegue en una mejilla derecha, preséntale también la otra, a quien toma tu manto no le niegues el vestido ... Son cosas fuertes, ¿no? Pero todo esto, a su manera, fue experimentado por la Virgen: es la gracia de la mansedumbre, la gracia de la placidez.
Hay un aspecto particular de la vida de Jesús a la que debe dirigirse la contemplación del cristiano: su Pasión, su humanidad sufriente. Es a partir de la contemplación de Jesús, de nuestra vida escondida con Jesús en Dios, que podemos llevar adelante estas actitudes, estas virtudes que el Señor nos pide. No hay otra manera. Pensar en su silencio y su mansedumbre: este será nuestro esfuerzo; Él hará el resto; Él hará todo lo que falta. Pero debemos hacer lo siguiente: ocultar nuestra vida en Dios con Cristo. Esto se hace con la

contemplación de la humanidad de Jesús, de la humanidad sufriente. ¿Hay otra manera? No hay otra. Es la única. Para ser buenos cristianos, hay que contemplar la humanidad de Jesús y la humanidad sufriente. Para dar testimonio, para poder dar este testimonio, hay esto. Para perdonar, contemplamos el sufrimiento de Jesús. Para no odiar a nuestro prójimo contemplamos el sufrimiento de Jesús. Para no hablar mal contra el vecino, contemplamos el sufrimiento de Jesús.
Capilla de Santa Marta, 18 de abril de 2014


Necesitamos hoy, como decía el Papa Francisco, de la dulzura de María, de su humildad, para aprender a contemplar a Jesús y la humanidad según la palabra de Dios que promete a la fe incondicional del hombre su felicidad eterna.

(Recordad rezar un padre nuestro después de cada estación)

+ 1. Jesús es condenado a muerte.
Al hacerse de día, los sacerdotes y los notables del pueblo se reunieron en asamblea contra Jesús para decretar su muerte. Se lo llevaron encadenado y lo entregaron a Pilato. Y dijeron: Nosotros tenemos una Ley y según esa ley merece la pena de muerte. Cuando Pilato oyó estas palabras, sacó afuera a Jesús y lo sentó en el tribunal en el sitio que llaman «el Enlosado» Entonces se lo entregó para crucificarlo.

Oremos: Concédenos, Señor, a nosotros y a los hombres de todos los tiempos, de ser fieles a la verdad y no permitas que caiga sobre nosotros ni sobre los que vendrán después de nosotros el peso de la responsabilidad por el sufrimiento de los inocentes. Por Jesucristo nuestro Señor.


+ 2. Jesús lleva la cruz a cuestas.
Tomaron Jesús, y salió, llevándose él mismo la cruz hacia el lugar llamado Gólgota. Como cordero llevado al matadero, como ovejas mientras las esquilan, él callaba y no habría ni tan solo la boca.
Oremos: Jesús, Rey de gloria, coronado de espinas aceptas la Cruz para hacer de ella un signo del amor de Dios por nosotros; imprime en nuestros corazones la imagen de tu rostro para que nos recuerde que nos has amado hasta dar la vida por todos los hombres.

+ 3. Jesús cae por primera vez.
Jesucristo, siendo de condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios, sino que se despojó hasta tomar la condición de esclavo. Habiéndose hecho semejante a los hombres y empezando a comportarse como un hombre cualquiera, se bajó y se hizo obediente hasta la muerte y muerte de cruz.
Oremos: Dios omnipotente, estamos rodeados de muchos peligros y nuestra fragilidad es tan grande que no nos permite aguantar firmes: concédenos la fortaleza y la protección necesarias para liberarnos de todos los peligros y para poder vencer la tentación. Por Jesucristo nuestro Señor.


+ 4. Jesús encuentra a María, su Madre.
¿A qué te puedo comparar o asemejar, hermosa Jerusalén? ¿Qué ejemplo puedo poner para consolarte, pura y bella ciudad de Sion? Enorme como el mar ha sido tu destrucción; ¿quién podrá darte alivio?
Rogamos: Oh Dios, en la pasión de tu Hijo la espada de dolor traspasó el alma de la gloriosa Virgen María; concédenos por su mediación que la Iglesia, asociándose con ella en la pasión de Cristo, merezca participar de la resurrección. Por Jesucristo nuestro Señor.

+ 5. Simón de Cirene lleva la cruz.
Cuando se lo llevaban, echaron mano de un tal Simón de Cirene y le cargaron la cruz para que la llevara detrás de Jesús. Si alguien quiere venir conmigo, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y que me siga. Aprended de mí, que soy paciente y de corazón humilde; así encontraréis descanso. Porque el yugo y la carga que yo os impongo son ligeros.

Oremos: Padre celestial, tu Hijo bendito vino a servir y no a ser servido: bendice todos aquellos que, siguiendo sus huellas se entregan al servicio de los demás; para que sirvan en su Nombre los que sufren; por amor de aquel que entregó su vida por nosotros, tu Hijo Jesucristo, Salvador nuestro. Amén.

+ 6 La Verónica enjuga el rostro de Jesús.
No tenía ni figura ni nada que se hiciera admirar, era despreciado, rechazo entre los hombres, hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos, parecido a aquel que ocultan los rostros, despreciado y le tuvimos por nada.
Oremos: Oh Dios, que antes de la pasión de tu Hijo unigénito revelaste su gloria en el monte santo: concédenos que, al contemplar por la fe la luz de su rostro seamos fortalecidos para llevar nuestra cruz y ser transformados a su imagen. Por Jesucristo nuestro Señor.

+ 7. Jesús cae por segunda vez.
Todos andábamos errantes como ovejas, siguiendo cada uno su propio camino, y el Señor hizo recaer sobre él las iniquidades de todos nosotros. Al ser maltratado, se humillaba y ni siquiera abría su boca: como un cordero llevado al matadero, como una oveja muda ante el que la esquila, él no habría su boca.

Oremos: Señor, Padre Santo, que quisiste que Cristo, tu Hijo, fuera el precio de nuestro rescate; haz que vivamos de tal manera que, tomando parte en sus sufrimientos, disfrutemos también en la revelación de su gloria. Por Jesucristo nuestro Señor.


+ 8. Jesús consuela a las mujeres de Jerusalén.
Le seguía una gran multitud del pueblo, y también muchas  mujeres enlutadas, que se lamentaban. Jesús se volvió hacia ellas  y les dijo: Mujeres de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos.

Oremos: Dios todopoderoso, Tu no odias nada de lo que has creado y perdonas los pecados de todo el que se arrepiente. Crea en cada uno de nosotros un corazón nuevo y sincero para que, arrepentidos de nuestros pecados, obtengamos de ti, Dios de toda misericordia, perfecta remisión y perdón. Por Jesucristo nuestro Señor.


+ 9. Jesús cae por tercera vez:
Pueblo mío, ¿qué te he hecho? ¿En qué te he entristecido?
¡Respóndeme! Yo te saqué de la tierra de Egipto, y tú has preparado una cruz a tu Salvador. Yo te conduje cuarenta años por el desierto y te nutrí con maná y te introduje en una tierra excelente, y tú has preparado una cruz a tu salvador. ¿Qué más tenía que hacer por ti que no lo haya hecho?

Oremos: Dios todopoderoso y eterno, que quisiste que tu Hijo sufriera por la salvación de todos, haz que, inflamados en su amor, sepamos ofrecernos a ti como una ofrenda viva por la salvación de todos los hombres. Por Cristo nuestro Señor.


+ 10. Jesús es despojado de sus vestidos.

Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota, que quiere decir lugar de la Calavera, le dieron a beber vino mezclado con hiel; él lo probó, pero no quiso beberlo. Se repartieron sus ropas, echándolas a suerte.

Oremos: Señor Dios, tu Hijo bendito, Salvador nuestro, entregó su cuerpo desnudo al tormento de la cruz: concédenos tu gracia para soportar con entereza los sufrimientos de esta vida temporal, confiados en la gloria que nos debe ser revelada. Por Jesucristo nuestro Señor.


+ 11. Jesús es clavado en la cruz.

Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota, lo crucificaron junto con dos criminales, uno a la derecha y otro a la izquierda. Así se cumplió la Escritura que dice: "Lo han contado entre los malhechores." Jesús decía, "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen."

Oremos: Señor Jesucristo, tú, colgado en la cruz, extendiste tus brazos amorosos para dar vida al mundo. Condúcenos por esa vida que nos das a servir a todos aquellos a quienes el mundo no ofrece consuelo ni ayuda. Amén.


+ 12. Jesús muere en la cruz.

Junto a la cruz de Jesús estaban su madre. Jesús la vio y junto a ella al discípulo que tanto quería, dijo a su madre: "Mujer, ahí tienes a tu hijo". Luego dijo al discípulo: "Ahí tienes a tu madre". Jesús después de tomar el vinagre dijo: "Todo está cumplido". Y gritó con fuerza: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu" Dicho esto murió.

Oremos: Oh Dios, que acompañaste a tu Hijo único a la muerte en la cruz para nuestra redención y por su resurrección gloriosa nos liberas del poder de la muerte, haz que muramos al pecado para vivir ya y para siempre de los frutos de su resurrección. Por Jesucristo nuestro Señor.


+ 13. Jesús es descendido de la cruz.

Oh vosotros, todos los que pasáis por el camino mirad y ved si hay dolor semejante al dolor con el que soy atormentada. Mis ojos se funden en lágrimas, mis entrañas se consumen de amargura por la ruina de mi pueblo.

Oremos: Señor Jesucristo, por tu muerte arrancaste el aguijón a la muerte; concédenos a nosotros, tus siervos, de seguir con fe el camino que tú has abierto, para que en la hora postrera la muerte no nos arrebate la vida. A ti todo honor y toda gloria, por los siglos de los siglos. Amén.


+ 14. Jesús es puesto en el sepulcro.

Al atardecer llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, y era también de los seguidores de Jesús. Este hombre acudió a Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús. Pilato mandó que se lo dieran. José, tomándolo, lo envolvió en una sábana y lo colocó en un sepulcro nuevo que se había excavado en la roca. Después de tapar la entrada del sepulcro con una gran piedra, se fue.
Oremos: Oh Dios, el cuerpo de tu bendito Hijo fue puesto en un sepulcro en el huerto y descansó el sábado, te pedimos que concedas a tus fieles sepultados con Cristo en las aguas del bautismo, de habitar con Él en su Reino glorioso y eterno donde vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
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Oremos: Te damos gracias, Padre celestial, porque nos has liberado del poder del pecado y de la muerte, y nos ha llevado al Reino de tu Hijo; te suplicamos que, así como por su muerte nos ha vuelto a la vida, igualmente por su amor resucítanos a los  gozos eternos, donde Él vive y reina contigo, en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios por los siglos los siglos. Amén.

(Rezamos un Padre nuestro, un Ave María y un Gloria al Padre)

viernes, 3 de abril de 2020




ORACIÓN EN FAMILIA EN EL DOMINGO DE RAMOS



En la mesa del comedor familiar ponemos un mantel, y en el centro una cruz, con una vela encendida y si se puede una o varias ramas pequeñas de algún árbol o planta. Gran parte de la celebración la realizaremos sentados alrededor de la mesa. Sin embargo, los ritos iniciales los podemos hacer en la entrada de casa.

INTRODUCCIÓN

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
R. Amén.

Este domingo comienza la gran semana de los cristianos, la semana santa. Santa porque en ella Jesús llevó a cabo su obra de salvación. Hoy vamos a recordar la entrada de Jesús en Jerusalén y su pasión salvadora. Hoy no podemos ir a la iglesia, pero la Iglesia viene a nosotros. No estamos solos, con nosotros están todos los cristianos del mundo. Vamos a rezar de corazón con todos ellos.

RECUERDO DE LA ENTRADA DE JESÚS

LECTURA DEL EVANGELIO

Lectura del santo Evangelio según san Juan. (Jn 12, 12-15):

En aquel tiempo, la multitud que había ido a la Fiesta, oyendo que Jesús llegaba a Jerusalén, tomaron ramos de palmera y salieron a recibirlo, gritando:
−«¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor, el Rey de Israel!».
Jesús encontró un borriquillo y montó en él,  como está escrito:
«No temas, ciudad de Sión, mira, viene tu Rey,
montado en un pollino de asna».

Palabra del Señor.

 

R. Gloria a ti, Señor Jesús.


SALMO

Como la multitud que acompañaba a Jesús con cantos, aclamemos a Jesús, que viene a Jerusalén, que viene a nuestras vidas, para salvarnos. Cantemos con corazón de niño.

 

Bendito el que viene en nombre del Señor. Hosanna en el cielo.


Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
En el peligro grité al Señor,
y me escuchó poniéndome a salvo,
el Señor está conmigo, no temo;
el Señor está conmigo y me auxilia.
Abridme las puertas del triunfo
y entraré para dar gracias al Señor.
Ésta es la puerta del Señor,
los vencedores entrarán por ella.
Te doy gracias porque me escuchaste
y fuiste mi salvación.
Hosanna. Señor,
danos prosperidad.
Hosanna. Señor, sálvanos.
Bendito el que viene en nombre del Señor.
Ordenad una procesión con ramos hasta el altar.
Tú eres mi Dios, te doy gracias;
Dios mío, yo te ensalzo.
Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.

Bendito el que viene en nombre del Señor. Hosanna en el cielo.

 


RECUERDO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR


Nos dirigimos a la mesa que hemos preparado y continuamos la celebración

LECTURA

Jesús subió a Jerusalén para cumplir la voluntad de Dios Padre: dar su vida en la cruz para la salvación del mundo. Escuchamos ahora el relato de la pasión según san Mateo con fe, y llenos de amor a Jesús y a los hombres y mujeres que, como él, también sufren y mueren.

 (Mt 27, 11-15. 17. 21-23. 26. 32-33. 38-39. 46. 50. 54)

Llevaron a Jesús ante el gobernador romano, y éste le preguntó:
−«¿Eres el rey de los judíos?» Jesús respondió:
−«Tú lo dices.»
Y mientras lo acusaban los sumos sacerdotes  y los senadores, no contestaba nada. Entonces Pilato  le preguntó:
−«¿No oyes cuántos cargos presentan contra ti?»
Como no contestaba a ninguna pregunta, el gobernador estaba muy extrañado. Por la fiesta  solía soltar un preso, el que la gente quisiera. Cuando la gente acudió, dijo Pilato:
−«¿A quién queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús, a quien llaman el Mesías?»
Ellos dijeron:
−«A Barrabás» Pilato  les preguntó:
−«¿Y qué hago con Jesús, llamado Mesías?» Contestaron todos:
−«¡Que lo crucifiquen!» Pilato insistió:
−«Pues ¿qué mal ha hecho?» Pero ellos gritaban más fuerte:
−«¡Que lo crucifiquen!»
Al ver Pilato que todo era inútil, les soltó a Barrabás y a Jesús se lo entregó para que lo crucificaran.
Los soldados lo llevaron a crucificar. Al salir encontraron a un hombre de Cirene llamado Simón, y lo forzaron a llevar la cruz.
Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota crucificaron a Jesús y con él a dos bandidos, uno a  la derecha y otro a la izquierda. Los que pasaban lo injuriaban.
A media tarde, Jesús gritó:
−«¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?»
Jesús dio otro fuerte grito y exhaló el espíritu.
El centurión y sus hombres al ver lo que pasaba dijeron:
−«Realmente éste era Hijo de Dios.»

Se tiene un momento de silencio, interiorizando lo escuchado y contemplando la cruz. Después se tiene la oración común:

ORACIÓN DE LOS FIELES

Recemos a Jesús, nuestro Salvador:
R. Señor, ten piedad.


Señor Jesús, tú entraste hoy en Jerusalén, entra también en nuestras casas y en nuestros corazones y muéstranos tu amor.
R. Señor, ten piedad.


Señor Jesús, al cargar con la cruz cargaste con nuestros sufrimientos y dolores, acuérdate de los enfermos, de los que están sufriendo, y pon paz y esperanza en sus corazones
R. Señor, ten piedad.


Señor Jesús, tú te dejaste ayudar por Simón de Cirene, acuérdate de los médicos y del personal sanitario, y de todos los que están ayudándonos en este momento difícil y dales fortaleza.
R. Señor, ten piedad.


Señor Jesús, tú entregaste tu vida en la cruz para salvación del mundo, acuérdate de los que mueren cada día, que estén contigo en el Paraíso.
R. Señor, ten piedad.


Señor Jesús, tú cumpliste siempre la voluntad de Dios, ayúdanos a aceptar también nosotros la voluntad del Padre, con paz y serenidad.
R. Señor, ten piedad.


En este momento se puede tener un gesto de amor a Jesús y al prójimo sufriente, besando la cruz o tocándola con devoción.

ORACIÓN DEL SEÑOR
Con los brazos abiertos y elevados al Padre, como Jesús en la cruz, digamos la oración que él nos enseñó:
Padre nuestro…


CONCLUSIÓN

Hacemos la señal de la cruz mientras decimos:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal
y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
Se puede concluir saludando a la Virgen María:
Dios te salve, María…