viernes, 13 de marzo de 2020


Sed de Él
Justo el día que anunciaban la suspensión de las fiestas falleras me encontraba con mis padres viendo las calles iluminadas de Valencia. Sin que nadie dijera nada (ya lo decían todo las redes sociales), la sensación de tristeza y desolación se palpaba en el ambiente.

Ya era anormal la poca gente que había por las calles y más todavía ver las fallas de categoría especial totalmente desiertas: sin artistas retocando, ni falleros observando, ni curiosos haciendo fotografías. Una Valencia que quería arder pero que se encontraba fría como el hielo.

Las decisiones que se han tomado (que pueden ser acertadas o no, han llegado a tiempo o no, o son políticas o no) han provocado de primeras muchas lágrimas: las de todos aquellos que viven (y vivimos) estas fiestas como el tesoro más preciado de nuestra tierra. Pensándolo un poco más en frío, los daños “colaterales” son inmensos: comercios, hoteles, bares y restaurantes, bandas de música, floristerías, vendedores ambulantes,… vamos un desastre.

A esto le sumamos la inseguridad y la histeria colectiva que se está formando a nuestro alrededor crea un caldo de cultivo para una de las mayores crisis de nuestra historia moderna.

Comparto con vosotros que el futuro próximo lo veo muy negro y que, quizá, las fallas no sean lo único que van a suspenderse. Pero en estos momentos es cuando más arraigados hemos de estar a la fe en el Señor.

Puede que llegue el día (espero que no) en que ya no podamos ni celebrar los sacramentos de forma diaria. En Italia ya lo están haciendo. Por eso es necesario revisar nuestros cimientos en Cristo para que no se tambaleen en los momentos de dificultad.

En la tercera semana de Cuaresma Jesús se presenta como el agua viva que nos sacia completamente, como aquello que nos puede llenar hasta que quedemos hartos.

Puede que sea fruto de todo lo que está pasando alrededor tanto ahora como tiempo atrás pero las palabras de Cristo este fin de semana consiguen calmar mi sed de Él. Sed de esa presencia perpetua que se hace más tangible en los momentos de dificultad. Sed de esa paz que sólo el corazón de Cristo puede dar. Sed de saberme mimado por Dios.

Que Él nos dé siempre de esa agua de Vida para que no tengamos que buscar otras aguas en otros pozos que no son de Dios.

Vuestro párroco

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