viernes, 25 de octubre de 2019


Incongruente
El diccionario define a una persona incongruente como aquella que está falta de coherencia entre varias ideas, acciones o cosas. Creo que no hay palabra mejor que defina lo que está pasando en el momento de la historia que nos ha tocado vivir.

Eso del “donde dije: digo; digo Diego” se estila mucho en nuestros días. Eso de mostrar una careta a los demás que deforma totalmente cómo somos en realidad está al orden del día. Eso de quedar bien delante de los demás echando por tierra al otro (si es necesario) ha pasado de ser un pecado inconfesable a un vicio necesario si quiero salir airoso de alguna situación.

Somos incongruentes cuando desenterramos a los muertos o, por el contrario, enterramos a los vivos con nuestras palabras y acciones cargadas de odio, rencor, burla o menosprecio. Cualquier cosa con tal de no querer ver cuál es nuestra propia realidad.

Siendo totalmente francos, a ninguno de nosotros nos gusta darnos cuenta de lo que nos hace ser débiles, de lo que fallamos, de lo que necesitamos mejorar, de nuestros errores,… a todos nos gusta mostrar lo bueno que tenemos para que nos den dos palmaditas en la espalda.

Quizá eso nos sirva ante las personas pero no ante Dios. Podemos montarnos mil y una historias ante el Señor que Él seguirá viendo lo que hay en lo más profundo de nuestro corazón para sanarlo evitando, de este modo, que tenga que inventarme nada ante su Presencia. Simplemente sentirme libre ante su misericordia.

Tal vez esta podría ser la petición que podamos hacer esta semana en nuestras oraciones o cuando vayamos a Misa: ser veraces aunque a veces duela. Puede que sea complicado esto que pedimos pero tenemos la suerte de contar con la intercesión de todos los santos que celebraremos el próximo viernes. A ellos, pues, nos encomendamos y pedimos su ayuda para pasar de la incongruencia a la libertad de la verdad.

Vuestro párroco

viernes, 18 de octubre de 2019


Y no eran 
de San Juan

Los que me leéis asiduamente sabéis que no hablo nunca sobre política. Sí que intento hacer un retrato de lo que ocurre a nuestro alrededor intentando dar una visión cristiana de las cosas sin que mis palabras se tiñan ni de rojo, ni de azul, ni morado, ni naranja, ni verde…

Si lo hiciera y, como se dice vulgarmente, “se me viera el plumero” os prometo que no podría dormir tranquilo. No es mi estilo. Sin embargo, como en la viuda del Evangelio de este fin de semana, intento no titubear cuando hay que reclamar justicia ante una injusticia. A tiempo y a destiempo hasta que mi clamor sea escuchado.

Durante estos últimos años hemos convivido con el único problema que, al parecer, había en España como es el tema del independentismo. Todos los santos días aparecía una noticia por allí, unas declaraciones por allá o el típico imbécil de turno que soltaba alguna perla con el único objetivo de tener su minuto de gloria en los medios de comunicación.

El culmen de todo esta vorágine informativa la tuvimos el lunes pasado con la sentencia a los imputados del “procés”. Acertada, necesaria o excesiva han sido algunos de los comentarios que se han hecho sobre la misma.

Ante esto todos tenemos derecho a la pataleta, a la manifestación (que últimamente se estila mucho) o a la crítica. Puedes estar de acuerdo o no con lo que se diga pero cada uno es libre de poder expresarse (o, al menos, eso nos dicen).

Lo que ya no entiendo es la violencia desmesurada que está ocurriendo por las calles de las principales capitales catalanas, en especial, en Barcelona. El miércoles por la noche, mis padres y yo, mirábamos atónitos como una preciosa ciudad se había convertido en un campo de batalla. Es lo que tiene los extremismos o fanatismos…que no tienen límite…siempre se puede ir más allá.

No todos pueden pensar lo mismo y la violencia a modo de guerrilla callejera no puede obligar a nadie a pensar lo que no cree. Tampoco lo puede hacer la violencia política que, aunque vestida con guantes de seda, puede llegar a hacer tanto daño como un cóctel molotov.

Ambas violencias son una injustica que el cristiano ha de denunciar. Por medio de la palabra, sí, pero sobre todo por medio de la oración. Y si algo podemos hacer los que nos consideramos cristianos es rezar para que toda esta barbarie sin sentido cese para siempre.

Mientras no lo hagamos, mientras no pidamos al Padre la paz, las calles de Barcelona (y las de muchas otras ciudades del mundo) seguirán estando llenas de hogueras…pero no serán precisamente en honor de San Juan.

Vuestro párroco

viernes, 11 de octubre de 2019


Barrio
De nuevo, la Virgen María va a ser la protagonista indiscutible de este fin de semana. Primero por la celebración de la Virgen del Pilar y segundo por la festividad de Nuestra Señora de Fátima.

Ambas advocaciones tienen en común que son “aparecidas”; la primera, según la tradición, al Apóstol Santiago, la segunda a los tres pastorcitos Jacinta, Francisco y Lucía. María de nuevo se nos aparece en nuestras vidas para que encontremos en ella consuelo y guía en el camino hacia Cristo.

Para nuestra parroquia de Fátima la fiesta de este sábado y domingo supone, a mi parecer, casi como un grito hacia el pueblo diciendo: ¡HEY! ¡ESTAMOS AQUÍ! No sólo hacia la parroquia sino también hacia el barrio, cada vez más vacío, envejeciendo año tras año y sin ningún atractivo más que el colegio, los dos casales de la falla y un par de tiendas que intentan sobrevivir. A los pies de María nos ponemos este fin de semana pidiendo por nuestro barrio.

Sorpresa me dío que en la calle de aquí al lado comenzaran a poner la acera nueva. Desde que lo vi, no dejo de pedir en la Eucaristía que se acuerden también de la acera de nuestra parroquia, inexistente desde que se levantó el nuevo templo (hace ya 18 años).

Como inexistentes han sido las inversiones para revitalizar nuestro barrio haciéndolo más atractivo para las generaciones futuras. Sin ánimo de ofender, me da la sensación que el único que invierte en mejoras hacia los vecinos es nuestro colegio cuando, año tras año, intenta mejorar para proporcionar una educación de calidad, en un ambiente de calidad y siguiendo el modelo de Jesús a la hora de actuar y enseñar.

Tal vez no sea una carta propia para preparar la fiesta de la Virgen de Fátima…puede que no…sin embargo, las fiestas también pueden ser una ocasión perfecta para alzar la voz y reivindicar nuestro lugar en el pueblo.

Mientras tanto, la parroquia de Fátima seguirá siendo una parroquia de frontera. Que intenta evangelizar en cada cosa que realiza sin vender sacramentos a costa de la comodidad o del “buenismo” pastoral. Llevando esperanza a los usuarios de cáritas que vienen a pedirnos ayuda (somos la parroquia que más tiene y sigue creciendo). Invirtiendo tiempo y dinero en la educación de los niños y en darles una oportunidad cuando en sus casas no la tienen.

Fátima seguirá estando “al otro lado de la carretera” al día siguiente de la fiesta. Sólo esperamos hacer tanto ruido el domingo que no podáis dejar de mirarnos y acompañarnos.

Vuestro párroco

viernes, 4 de octubre de 2019


La liturgia de la vida
La Providencia, de vez en cuando, juega con nosotros. No lo digo en tono negativo. ¡Dios me libre! Al contrario, juega a sorprendernos, si nos dejamos claro. Coincidencias como las de este fin de semana sólo las podemos percibir con un poco de “finura espiritual”, es decir, mirando un poco más allá de nosotros mismos.
Los que sois asiduos a las celebraciones que realizamos en las parroquias sabéis que la liturgia acompaña nuestro día a día. La Palabra que proclamamos y reflexionamos diariamente no es ajena a nuestras vidas. La comunión que compartimos no es un simple paso más en la Eucaristía diaria que se escapa de las paredes de nuestras iglesias para llegar a su culmen cuando vivimos como otros “Cristos” en medio de nuestros quehaceres diarios.
Tras la sana cabezonería de la comunidad cristiana de la Milagrosa, Don Enrique, no ha podido más que ceder y realizar una Misa de despedida que, como anunciamos la semana pasada y en este número del Semanari, se realizará este domingo a las 20:00 horas en dicha parroquia.
Quien piense que va a ser una celebración para vanagloria de D. Enrique está muy equivocado. Es, más que nunca, una acción de gracias del sacerdote hacia aquellos con los que ha convivido los últimos 34 años de su ministerio y viceversa. Ojala, cuando llegue a la puerta de la Milagrosa este domingo, la vea llena de gente porque la ocasión se lo merece.
Pero, volviendo a lo que os comentaba al principio de estas líneas. La Providencia ha hecho que este fin de semana se una esta celebración con un Evangelio muy acorde con la situación. Más que nunca, la liturgia eucarística se juntará y acompañará a esa otra liturgia diaria que es nuestra vida.
Los cristianos debemos vivir nuestra vida, no como un continuo ir “quemando etapas”, sino deteniéndonos en cada momento, vivirlo con intensidad cogidos de la mano del Señor y dar un paso más sin dejar de avanzar, sabiendo de dónde venimos mientras miramos al futuro (aunque este sea a veces algo oscuro).
Don Enrique acabará esta etapa y aprenderá a vivir una nueva en su pueblo. La parroquia de la Milagrosa dará gracias por esta etapa junto a su párroco y aprenderá a esperar la nueva situación que Dios (y el obispo) disponga para ellos.
Con emoción y orgullo culminarán ambos una etapa con la esperanza puesta en la siguiente. Pero ambos podrán exclamar bien alto como Jesús nos invita a decir en el Evangelio de esta semana: “Somos siervos inútiles, hemos hecho lo que teníamos que hacer”.

Vuestro párroco

miércoles, 2 de octubre de 2019


Recomendación
Son las 22:15 de la noche. Tras un día largo y bien aprovechado el teléfono móvil suena rompiendo el silencio de una casa habitada por un cura y su perro que no tienen nada más que decirse que las mutuas caricias y lametones.

Una voz amiga desde el otro lado de la línea telefónica me pregunta si es demasiado tarde para ir a casa de un familiar para rezar pues está a las puertas de encontrarse sumido en el abrazo eterno del Padre. “Para eso estamos” contesto.

El resto de la historia no hace falta contarla. Se queda en la intimidad de una pequeña habitación de la casa que visité que, lejos de estar llena de muerte, estaba inundada de un profundo respeto, cariño y piedad.

Pocas veces me han llamado para acompañar unos minutos en la oración a una familia que está a la espera de la muerte de un ser querido. No es un momento agradable, sin embargo, creo en el poder de la oración no sólo por el enfermo sino también por las personas que lo acompañan.

Sin hacer nada especial. No es momento de un gran discurso ni tampoco de largas oraciones. Simplemente estar unos minutos, guardar silencio, abrazar, y pedir desde lo más hondo del corazón por todas las personas que allí se encuentren.


Lo demás lo pone Dios.

Lo demás se le deja a Dios…


De entre las muchas cosas que podemos dejar preparadas para el día que el Señor nos llame para estar por toda la eternidad gozando de su presencia no olvidemos decir esto a nuestros familiares: Cuando esté a punto de morir llamad al sacerdote sea la hora que sea. Quizá no sea consciente de lo que ocurra a mi alrededor ni necesite la oración…pero vosotros sí.

Vuestro párroco

jueves, 26 de septiembre de 2019


Teatro
Desde bien jovencito mis padres me han llevado al teatro. Muchas son las obras que he tenido la suerte de disfrutar. Desde la extensa Rey Lear de William Shakespeare, pasando por el musical de Los Miserables, la Corte del Faraón o el Tricicle… de todo vamos.

Estos días que las calles de nuestro pueblo se llena de cultura con el MIM, he estado recordando y dando gracias por las veces que he podido sentarme en el patio de butacas para dejarme llevar por las historias y emociones que salen de los actores.

Todo esto sumado a que dentro de poco más de un mes vamos a tener que elegir de nuevo a los actores que protagonizarán el nuevo show de la política, ha despertado, una vez más, las ganas de poder disfrutar de alguna de las propuestas que la “mostra internacional de mim” nos propone.

Había un grupo cristiano llamado Jhaire que cantaba una canción que decía: “Démosle la vuelta a todo. Hagamos del Evangelio teatro. Donde los principales actores seamos todos nosotros”.

A diferencia de los actores que representan su papel y, una vez salen de las tablas, vuelven a la vida normal, a nosotros se nos propone, no desempeñar un papel, sino vivir según las órdenes de ese gran director que es Jesús.

El marco de esta historia no es un mundo ficticio, no aparecerán situaciones absurdas, ni diremos frases rebuscadas y medidas para que quede bien la obra. El marco será nuestra propia vida y dependerá de nosotros el papel que queremos desempeñar. También dependerá si hacemos caso o no a las directrices que el director nos pueda marcar para que nos salga mejor nuestra representación.

¡Ama! ¡Ama! ¡Ama! Imagino que grita Jesús a los actores desde las butacas para que la obra de nuestra vida funcione mejor. Sin embargo, a veces estamos tan convencidos de nuestra excelente interpretación que no prestamos la debida atención a la dirección.

Que cada encuentro que podamos tener con el Señor en la oración personal o en la Eucaristía podamos aprender de ese gran maestro que es Jesús para que nuestra interpretación sea siempre agradable a los ojos del director.

Vuestro párroco

martes, 16 de julio de 2019


Migrante
Creo que no hay semana en la que no aparezca una noticia relacionada con el tema de la inmigración. No hay semana en la que no se nos anuncie que se ha encontrado una patera, algún problema en los Centros de Internamiento o la muerte de aquellos que intentan pasar a Europa buscando un futuro mejor.

Nuestro país es puerta de entrada a ese sueño dorado para todas esas personas que, confiando en las manos de las mafias que se alimentan de la desesperación, pagan por la posibilidad (que no la certeza) de llegar al Viejo Continente.

¿Qué tiene que pasar por la cabeza de los jóvenes, las embarazadas, las familias,…que deciden dejar atrás su hogar, su cultura, su tierra en pos de un futuro incierto? Es una pregunta que difícilmente podemos responder desde nuestra vida acomodada y segura que tenemos.

Aunque en nuestros pueblos y ciudades hay pobreza, en ellos no hay ni genocidios étnicos, ni guerras, ni hambrunas, ni nada por estilo. Estos son sólo unos ejemplos de las causas por las que, miles de personas, huyen para poder sobrevivir para intentar tener una vida digna…una vida normal.

¿Qué se encuentran al llegar aquí? Puertas cerradas, miedo, racismo y desprecio. El tema de la inmigración es complicado pues intentamos arreglar un problema desde arriba, como empezar a construir una casa por el tejado. La comunidad internacional gira la cabeza ante los graves problemas que campan a sus anchas en los países de origen de las personas que vienen. Es más fácil culpar al indefenso que se sube a una patera que al político que ha provocado dicha situación.

Mientras tanto nosotros, ¿qué hacemos? Mirar hacia otro lado, criticar y, en algunos casos, hasta expulsar de nuestro lado. Alentados por las voces que se alzan diciendo que el extranjero es el malo, que se lleva todas las ayudas que existen, y mentiras varias, cerramos los ojos y las puertas cuando, como cristianos (y como seres humanos) deberíamos ser personas de acogida.

Los colaboradores de Caritas se encuentran con historias verdaderamente insólitas cuando, algunas de estas personas, vienen a pedirnos ayudas. De esas historias rara vez nos damos cuenta o nos enteramos. Sólo cuando ocurre una desgracia en el mar (estoy recordando ahora la foto del pequeño muerto tendido en la arena de la playa) abrimos un poco los ojos.

Ante las palabras del Papa Francisco que decía esta semana que los migrantes son ante todo “seres humanos” sólo haceros caer en la cuenta que es un extranjero el que, en el Evangelio de este domingo, ayuda al hombre que bajaba de la ciudad de Jerusalén.

Vuestro párroco

viernes, 7 de junio de 2019


50 días y 1 noche

Con la fiesta de Pentecostés culminamos el Tiempo Pascual. Ya hace cincuenta días que la Iglesia universal gritaba de júbilo por la resurrección de Cristo. Siete semanas en las que la liturgia nos invitaba a revivir una única noche, la más grande de todas, la que cumplía la definitiva Alianza en Cristo. La noche de nuestra salvación.

Durante estas semanas el Evangelio nos ha ido conduciendo por los diferentes encuentros de Cristo resucitado con los discípulos, nos ha recordado el mandamiento del amor, nos ha mostrado su misericordia y nos ha anunciado la venida de la fuerza del Espíritu. Hechos y Palabras que serían imposibles de entender y de vivir sin la fuerza de éste último.

Desde la llegada del Espíritu Santo los Apóstoles comenzaron a anunciar el Evangelio por todo el mundo. Su fuerza los iba guiando por sus viajes y les iba mostrando lo que tenían que decir. En Pentecostés la Iglesia empieza a caminar y a crecer hasta nuestros días.

Puede parecer una paradoja esto de que la Iglesia sigue creciendo cuando vemos que nuestras parroquias se vacían poco a poco y que el relevo generacional es más bien escaso. Quizá sea porque hemos dejado de confiar en ese Espíritu que se nos regala tal y como lo hacían los primeros cristianos y nos lo recuerda el Nuevo Testamento.

El viento del Espíritu sigue empujando las velas de esta nave que es la Iglesia. Sin embargo, la hemos sobrecargado con cosas inútiles que la ralentizan y no le permiten avanzar. Miramos el horizonte de donde queremos llegar, nos quejamos de que vamos lentos, pero no somos capaces de echar una mirada crítica hacia dentro de la nave para ver qué es lo que nos hace ir más lentos.

Pidamos al Espíritu Santo que nos ayude a hacer limpieza de todo aquello que nos aleja de Dios en nuestra vida y en la vida de nuestra Iglesia.

Vuestro párroco

sábado, 25 de mayo de 2019


Vida
Casi todos los días, a la hora del recreo, bajo a la sala de profesores del colegio para tomar un café con ellos. Aunque somos pocos, casi todas las semanas hay una tarta, una coca o bocadillos pequeños que trae alguno para celebrar un cumpleaños, un santo o una buena noticia que quiere compartir con sus compañeros.

En esta ocasión la tarta venía acompañada por una pequeñaja de apenas tres semanitas de vida llamada Greta. Si de normal, todo lo que traemos para compartir se acaba pronto, hoy la tarta ha pasado a un necesario segundo plano. La pequeña Greta iba pasando de unos brazos a otros mientras sonaban las continuas exclamaciones de los maestros cada vez que entraban a la sala y veían al bebé. De hecho, los mismos profesores se iban turnando para que, los que estaban haciendo guardia en el patio, pudieran pasar a contemplar a la madre y a la hija.

Es curioso como algo tan pequeño puede causar tanto revuelo. Pero es que la vida llama a la vida y no podemos más que alegrarnos cuando vemos una estampa así.

Lo que me ha llamado mucho la atención ha sido el comentario de una de las maestras cuando tenía a Greta en brazos. Le hablaba a la niña diciéndole que reconocía su voz de tantas veces que su madre había estado a su lado en clase. Cierto es que se aconseja hablarle al feto durante el embarazo y que luego reconocen las voces.

En ningún momento la pequeña ha llorado ni ha hecho mala cara. Estaba a gusto y protegida. No sé si porque reconocía nuestras voces, si porque estaba la mar de bien yendo de brazo en brazo o porque acaba de comer… Lo cierto es que estaba muy bien.

La pregunta que me hacía entonces es si yo me encuentro igual de bien ante Dios. Si también sé reconocer su voz como Greta lo hacía con nosotros. Si me dejo coger entre sus brazos cuando acudo a Él en la oración. Si me dejo alimentar por su Palabra y presencia con tanto gusto como lo hacía la pequeñaja con su madre.

Me pregunto también si, con tantas misas como celebro o las que podamos asistir, estoy dejando que el Señor me transforme o, por el contrario, asisto o celebro porque toca sin darme cuenta de esa Presencia que me da la verdadera Vida y la verdadera Paz. Tendremos que pedir fuerza al Espíritu para que no caiga en saco roto lo que vivamos junto con el Señor.

Vuestro párroco

lunes, 13 de mayo de 2019


Las flores de mi jardín

Os voy a proponer un juego. Vamos a jugar con la imaginación. En esta ocasión haremos un repaso a lo que ha sido nuestra vida hasta ahora. Y lo vamos a hacer imaginándonos que es un jardín grandísimo.

Como en todos los jardines, mi vida está forrada con una capa de césped verde y fresco. Cada hoja son los días que he vivido. Hay zonas muy verdes y limpias, zonas más oscuras e, incluso, hay zonas donde no crece nada y la tierra es árida…no todos los días de nuestra vida han sido agradables y nuestro jardín nos lo recuerda.

Hay también arbustos bien cortados que decoran amplias zonas de mi jardín. Como las amistades que vamos adquiriendo a lo largo de nuestra vida y que van embelleciendo nuestra existencia. Sin embargo, hay arbustos mal cortados, algunos sin hojas o que, incluso, intentan tapar los que están sanos. En todos los jardines hay espinas. Algunas las provocamos nosotros y otras…nos vienen de fuera. No obstante, todo forma parte de mi jardín.
Gran cantidad de árboles culminan nuestro jardín. Estos van creciendo y se hacen cada vez más altos y fuertes. Son nuestra familia que de nuestras simientes van naciendo nuevos árboles que intentan abrirse paso a la sombra y cobijo de los grandes. Los más pequeños son las generaciones más jóvenes y así hasta llegar a los árboles más viejos y sabios que, más tarde o más temprano, darán paso a otros árboles más jóvenes para que sigan dando vida al jardín.

Rodeando todos los árboles hay un manto de flores, muchas flores. Son todas las sonrisas y alegrías que acompañan a todos estos gigantes (y no tan gigantes) de este jardín. Con sus espinas sí, pero flores al fin y al cabo.

Todo esto va creciendo bajo la atenta mirada del cuidador de nuestro jardín. Aquel que nos ayudó a plantar la hierba, los arbustos, las flores y los árboles. Aquel que intenta guiar nuestras raíces para que crezcamos perfectos aunque nosotros nos encabezonemos en enredarnos.

Ese cuidador ha puesto una flor muy especial en medio de nuestro jardín. Una flor que está pendiente de que, todo lo que crezca a su alrededor, recuerde quién es el que verdaderamente cuida del jardín. Una flor atenta a los problemas de las seres vivos que le rodean y que, cuando llega el cuidador, no tarda un segundo en decírselo para que actúe. Una flor llamada María a la que le dedicamos un mes entero del año para decirle que, gracias a que está ella en nuestro jardín, todo es mucho más hermoso.

Vuestro párroco

FESTA A LA VERGE DE FÀTIMA

Como todos los 13 de mayo nuestra parroquia se viste de gala para celebrar las fiestas en honor a la Virgen de Fátima. 

El domingo por la noche iniciamos los festejos con la tradicional procesión de las antorchas por las calles de nuestro barrio. 

Acompañados por la imagen de nuestra madre, rezamos el Santo Rosario y llenamos de fervor la noche suecana.

El dia 13 comenzaba la jornada con la Misa de los enfermos. En ella realizamos el sacramento de la Unción de enfermos y la bendición con el Santísimo. Una verdadera caricia de Dios. 

Por la tarde llegaba el momento de los más pequeños. Una preciosa ofrenda de flores, realizada por los niños de nuestro colegio, adornaba el altar Coronado por la imagen de nuestra Titular la Virgen de Fátima.

Los tres pastorcitos representaron la primera aparición de nuestra madre recordándonos, a todos los presentes, cómo empezó esta gran historia de amor. 

Para finalizar el día, celebramos la Eucaristía solemne agradeciendo la presencia perpetua de nuestra madre en nuestra parroquia.

Gracias a todos los que habéis hecho posible estas fiestas y a los que os habéis acercado para acompañar a nuestra madre la Virgen de Fátima.

Vixca la Mare de Déu de Fàtima!!













lunes, 22 de abril de 2019


Certeza
Me pongo cara al ordenador el día 16 de abril, martes santo. Escribir estas líneas pascuales sin haber siquiera empezado el Triduo Pascual es un tanto complicado.

No puedo hablar de las procesiones, por ejemplo, porque no sé si se han realizado. Las noticias hablan de una Gota Fría que afectará a nuestra comunidad justo en los días más importantes. Tampoco puedo hablar de las celebraciones del Triduo porque tampoco sé si han ido bien, si ha habido participación, si las cofradías se han hecho presentes y visibles en las mismas... A día de hoy, todos estos temas, son inciertos.

No puedo fijarme ahora de lo que es incierto porque la Pascua es una certeza. No depende de las condiciones climatológicas ni de la afluencia del personal a las parroquias; no depende de las cofradías ni del sacerdote de turno.

La Pascua sólo depende del amor misericordioso de Dios que, en su infinita sabiduría, nos regaló la Vida Eterna con el sacrificio de Cristo en la Cruz. Esa es la certeza, eso es lo seguro, eso es lo que nunca cambia sino que, año tras año, se renueva en la Vigilia Pascual.

Por delante quedan cincuenta días de fiesta, cincuenta días de resurrección, cincuenta días de Pascua. Esa es la certeza.

La muerte, aunque triste para los que se quedan aquí, será sólo un paso necesario que me llevará a ver el rostro resucitado de Jesús. Esa es la certeza.

El pecado se convierte en una oportunidad de gracia porque Cristo lo ha vencido y, por su sacrificio, soy perdonado siempre. Esa es la certeza.

Mi vida, si acepto de verdad que el Señor ha resucitado en mí, se llena de esperanza porque Jesús le ha dado sentido pleno. Esa es la certeza.

El amor adquiere un nuevo significado: Cristo me ha enseñado que amar hasta el extremo, aunque doloroso, me llena de una Vida que nada en el mundo me puede quitar. Esa es la certeza.

ESA ES LA GRAN CERTEZA: QUE CRISTO HA RESUCITADO Y YO CON ÉL.
¡¡FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN!!

Vuestro párroco

viernes, 5 de abril de 2019


PIEDRAS
Cuando acabaron las fiestas de fallas me dije: Qué bien, aún nos quedan tres semanas para prepararnos para la Semana Santa y la Pascua. O el tiempo pasa volando o no se lo que pasa…pero las fiestas grandes de nuestra fe las tenemos ahí y casi no me he dado ni cuenta.

Demasiadas cosas pendientes y poco tiempo para resolverlas. En fin, lo importante no es la queja sino el continuar adelante y, aunque quede poco tiempo para prepararnos, aun no es tarde.

Esta semana va de piedras la cosa. Y tipos de piedra hay muchas. Las hay grandes que nos pueden tapar el camino haciéndonos dar una vuelta grande para poder seguir adelante. Hay algunas menos grandes que nos pueden hacer tropezar. Las hay también que las podemos coger con la mano y que, incluso, las podemos lanzar. Por último, las hay pequeñas, que casi no les prestamos atención, pero que si se nos meten dentro del zapato son casi son tan molestas y dolorosas como las anteriores.

En algún momento de nuestra vida nos encontraremos con alguna de las piedras anteriores. Un problema que no podamos solucionar que nos harán avanzar más lento de lo que nos esperábamos porque tenemos que dar un rodeo.

También tendremos fallos que nos harán caer de bruces. Fallos que en ocasiones nos harán daño y que en otras, simplemente, nos harán dar un traspiés sin mayor importancia. Sea cual sea el caso siempre nos podremos levantar y continuar adelante.

En otras ocasiones, arrastraremos problemas o situaciones personales que nos irán acompañando como una molesta piedra en el zapato. A veces, somos tan masoquistas, que las mantendremos ahí, aunque nos moleste, pensando que más adelante podremos poner solución. Como me dijo un buen amigo: los sapos se comen por la mañana que por la noche sientan mal…lo que puedas arreglar hoy no lo dejes para mañana que será más difícil.

Sin embargo, hay piedras peores. Las que se pueden lanzar y hacer daño. Esas piedras pueden ser las murmuraciones, los juicios, las críticas, las envidias, etc… todas, sin excepción, hacen daño y las heridas, a menudo, tienen una larga recuperación e, incluso, algunas dejan marcas para toda la vida. También podemos lanzar esas piedras sobre nosotros mismos…pero eso es otra cosa aunque con el mismo resultado.

De estas últimas, todos hemos tenido en nuestras manos. A lo mejor hasta las hemos tirado para luego esconder la mano. Podría pasar también que aun la tenemos en la mano y estamos a punto de tirarla.

Sea lo que sea, el Señor nos invita a dejar caer esas piedras al suelo porque no somos quien para tirarlas. Ni siquiera deberíamos cogerlas pues, sin piedras, siempre será mucho más ligero nuestro equipaje.

Vuestro párroco

sábado, 30 de marzo de 2019


Envidia
Siempre que proclamamos el Evangelio del Hijo pródigo me suelo detener en la figura del padre que acoge a su hijo sin reproche alguno o en la figura del hijo menor que, arrepentido, vuelve al calor del hogar tras darse cuenta que no tenía ningún futuro fuera de allí.

Ambas figuras se muestran de forma solemne en este Evangelio que escucharemos y meditaremos este fin de semana, el cuarto del tiempo de Cuaresma, también llamado de la “alegría” ante la proximidad ya de la Pascua.

No obstante, pocas veces nos fijamos en la figura del hijo mayor, el responsable, el que nunca ha hecho nada malo, el que se ha mantenido fiel a la voz del patriarca…pero el que no acoge al hermano menor una vez este ha vuelto a casa.

La envidia o la soberbia ciegan al hermano mayor que no se da cuenta de todo lo que tiene y se fija en la fiesta que han montado al hermano menor, el pecador y descarriado, tras haber vuelto a casa.

Hay una frase que dice que el amor mueve al mundo, pero junto con esta frase deberíamos añadir que la envidia también lo hace. Si el primero lo lleva hacia la comprensión, la verdad,… la segunda lo conduce hacia todo lo contrario.

Durante estas últimas semanas, la parroquia, ha venido haciendo los ya tradicionales buñuelos. Muchos años llevamos haciendo esta iniciativa que nos ayuda a pagar un poco el préstamo que llevamos mucho tiempo arrastrando y que, con mucho esfuerzo, vamos cumpliendo rigurosamente.

Gente que quiere a su parroquia de forma desinteresada le echa horas, muchísimas horas, para satisfacer las muchas demandas que tenemos esos fines de semana. La buena voluntad es lo que mueve a estos feligreses a entregar unas horas a la semana para ayudar a nuestra parroquia. Sin licencia, utilizando los medios que tenemos (incluso que alguno trae de su casa) y con mucha limpieza hemos ido caminando sin problemas y sufragando nuestras deudas. Pues, para qué nos vamos a engañar, nuestra parroquia no es de las más concurridas.

Sin embargo, esto puede que se acabe. Mi sorpresa fue que, a mitad de semana, se me comunicó que nos habían denunciado por no tener licencia para vender buñuelos (sé que hay que tenerla, pero nunca los la han pedido y nunca hemos escondido que hacíamos buñuelos). Esta vez simplemente ha sido un aviso pero el año que viene será otra cosa.

No comprendo cómo algo que se lleva haciendo muchos años y que nos ayuda a pagar lo que ha construido con sus manos medio pueblo de Sueca, como es nuestra parroquia, ahora sea perseguido y criticado no sé con qué intención.

Mientras pueda (y debamos dinero) seguiremos al pie del cañón, por mucho que a algunas persones les pique. Para ellos, sólo tengo una solución, si te pica…te rascas.

Vuestro párroco.

viernes, 15 de marzo de 2019


Brotes
Hoy es un día de estos que estoy sentado cara al ordenador sin saber muy bien que escribir. Leo algunas cosas para ver si me viene alguna idea, pero nada de nada. Menos mal que he tenido una llamada de teléfono que me ha hecho asomarme a la ventana que tengo a mi espalda y me he fijado en los árboles que tengo enfrente.

Entre las ramas desnudas de mis vecinos más cercanos ya se deja entrever algún brote verde que indica la cercanía de la primavera. La vida se va abriendo paso. Algo que parecía muerto, sin darnos casi cuenta, reinicia su ciclo vital y, junto con ellos, el nuestro también.

Porque no lo podemos negar. Somos gente que nos gusta el buen tiempo, salir a la calle, pasear, tomar el sol, disfrutar de todo aquello que el Señor nos regala por medio de su creación. Los árboles ya nos indican que está cerca el tiempo de poder realizar todo eso…si no lo estamos haciendo ya.

El Evangelio de este segundo domingo de Cuaresma viene a ser como esos pequeños brotes verdes de los árboles que tengo enfrente. Un anuncio de la explosión de vida que está por venir. ¡Ojalá tuviéramos siempre una buena temperatura y pudiéramos disfrutar de días largos con el calor del astro rey.

Sin embargo, es necesario pasar por el invierno, donde todo parece que está muerto, pero que, en realidad, por dentro, se está regenerando para estallar de vida en el momento oportuno.

La sobriedad y austeridad de estos días de Cuaresma es esa regeneración interna. Lo que parece que no tiene vida, nuestro corazón, con la escucha de la Palabra, la oración, el ejercicio de la caridad y el ayuno, poco va regenerándose para que, en el momento que podamos saltar de gozo mientras cantamos el Aleluya, pueda, como los árboles, estallar de vida.

Así también lo haremos estos días al quemar las fallas. Del fuego que purifica surgirán nuevos proyectos para el año que viene. Sólo hay que dejarse quemar por el Espíritu que nos empuja a renacer de nuestras cenizas.

Aunque estemos muy a gusto, no siempre puede ser primavera o verano, tenemos que pasar por nuestro particular invierno, la Cuaresma, que no es sinónimo de muerte sino de posibilidad de crecimiento.

Que cada semana que pase podamos descubrir en nuestra vida, en nuestra espiritualidad, nuevos brotes verdes que esperan estallar en la fiesta de la Pascua.

Vuestro párroco