sábado, 24 de junio de 2017

Últimos coletazos
Esta semana he descubierto una nueva frase suecana que, por lo que he podido comprobar, es típica estos días en los que comenzamos el verano: “M’en vaig a la mar!”. Me imagino que pasear estos días por el Perelló, los Marenys, etc… será casi como pasear por Sueca; cambiamos de domicilio pero no de vecinos.

Me alegro por todas esas personas que me lo han dicho porque significa que van a descansar después de un largo curso que da sus últimos coletazos.

Los timbres de los colegios ya han dejado de sonar, los grupos parroquiales también cesan un poco su actividad y los jóvenes de nuestras parroquias preparan con ilusión el esperado campamento de verano donde esperamos pasarlo genial.

Por mi parte también hago un parón estival de estos escritos. Necesito llenar la cabeza de nuevas ideas y experiencias que luego pueda compartir con vosotros. Pero no sólo yo. Todos nosotros hacemos un pequeño parón para poder cargar las pilas.

Ese parón, sin embargo, no debe producirse también en nuestra vida de fe. Los sacerdotes que llevan también las capillas de la playa están medio invierno buscando curas que les puedan echar un cable en la campaña veraniega. Todo para que podamos encontrar un momento de encuentro con el Señor entre el descanso de la playa y los largos paseos en tranquilidad.

No olvidemos a Cristo durante este verano. Él sigue estando allí esperándonos y más ahora que podemos estar un poco más relajados y, por lo tanto, poder buscar algún momento más para rezar o para leer algún libro de temática religiosa que nos ayude a crecer un poquito en la fe.

¡Que paséis un buen verano a todos…nos vemos en septiembre!

Vuestro párroco

viernes, 16 de junio de 2017

CONSAGRACIÓN
Silencio…Cristo viene y se hace presente. No es magia, no hay trucos. No es un teatro, no hay poses para una foto perfecta. Es un diálogo sin palabras. Sólo un cruce de miradas y una realidad: tú presente delante de nosotros.

Alzo las manos y la mirada al cielo y te pido que vengas. El mundo se paraliza durante unos segundos y sólo existe el silencio, la veneración y la expectación. La grandeza de Dios, el cielo entero, desciende al punto que coloco mis manos sobre el pan y el vino invocando el Espíritu que te hará realmente presente.

Con cuidado y respeto, las yemas de mis dedos rozan la patena donde se encuentra el pan y se van acercando hasta poder cogerlo y sostenerlos a pocos centímetros del altar. Me inclino y cierro los ojos…

Mis manos no notan ningún cambio pero mi corazón sabe que ya estás ahí. “Tomad y comed todos de él,…” comienzo a decir. Tus palabras vuelven a reproducirse otra vez y llenan la iglesia entera. “…Porque esto es mi cuerpo…”, inmerecidamente en mis manos, tu Jesús, te dejas sostener como te sostuvo María al pie de la cruz. “…que será entregado por vosotros” y vuelvo a abrir los ojos para poder contemplar tu presencia entre mis dedos.

Los dos nos incorporamos y te alzo mostrándote a todos los que están esperando verte, rodilla en tierra, porque ante este misterio no podemos más que encogernos y adorarte.

Son sólo unos pocos segundos. Me doy cuenta que estoy alzando al mismo Dios, que mis manos están tocando el cielo por unos instantes. Y nos miramos. Nos miras. Cada uno de los que estamos allí somos acariciados por tu presencia, por tu mirada, por tu misericordia.

Desciendo las manos para posarte sobre la patena como te posaron sobre la piedra del sepulcro a la espera de la resurrección; ahora a la espera de ser entregado a los que te seguimos para salvarnos en el momento de la comunión.

No es un privilegio, es una exigencia continua de mantener esas manos aptas para sostener el Cuerpo de Jesús. Que tengamos un corazón dispuesto para verlo este fin de semana por las calles de nuestro pueblo.

Vuestro párroco

viernes, 9 de junio de 2017

TRES POR UNO
El pasado lunes fui a celebrar la fiesta “Del Miracle dels tres peixets” a Alboraya. El lunes de Pentecostés se recuerda el milagro Eucarístico que ocurrió en el “Barranc del Carraixet” hace más de 600 años y que ha configurado la vida y tradiciones de este pueblo.

Cuando fui a coger el coche me doy cuenta que me había dejado la luz del interior del coche encendida toda la noche consumiendo así toda la batería. No podía ni abrir el coche. ¿Qué hago? Salía con el tiempo suficiente para llegar pero no había contado con este percance y, encima, tenía que presidir yo la celebración.

Menos mal que un alma caritativa no dudó en llevarme hasta la ermita donde se celebraba la Eucaristía y todo quedó en una anécdota más que anotar en el libro de mi vida.

Confías en que todo está en orden, no le prestas demasiada atención, tampoco lo cuidas demasiado,…pero en el momento que falla te das cuenta los problemas que te puede causar si no está.

Lo mismo nos puede pasar en nuestra relación con Dios. Sabemos que está ahí, que nos podemos dirigir siempre que queramos a Él mediante la oración, que siempre vela por nosotros,… Todo esto y mucho más lo sabemos de sobra.

Pero puede llegar el día en que dejemos de prestarle atención, que descuidemos (valga la redundancia) su cuidado, que poquito a poquito nos vayamos alejando de Él. No nos va a dejar tirados, como me pasó con el coche, sino algo que, a mi parecer, es mucho peor: sentirnos extraños delante de Él.

Si perdemos el buen hábito de la oración acabaremos por no saber dirigirnos a Dios, por no saber qué decir, por no saber cómo orar,…eso es sentirse extraño delante del Señor, sentirse extraño delante del Amor Absoluto.

Este fin de semana se nos invita a observar ese amor multiplicado por tres de Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo. A la luz de la fiesta de Pentecostés y del don maravilloso del Espíritu que se nos ha regalado; es una buena ocasión para  que reflexionemos sobre la salud de nuestra relación con Dios. Si es buena, si necesito mejorarla, si me transforma, si es una costumbre vacía,…

Que cuidemos la vida de oración para que no se nos apague nunca la relación con Dios.

Vuestro párroco

sábado, 3 de junio de 2017

VEN

Ven, Espíritu Santo y envía desde el cielo un rayo de tu luz. Ven, padre de los pobres. Ven, dador de las gracias. Ven, lumbre de los corazones.

Cumplidos los cincuenta días desde que gritamos bien fuerte que Jesucristo había resucitado, llegamos al “terratremol final” de esta larga fiesta con la celebración de Pentecostés.

Empezaba la carta con la Secuencia que se lee el día de Pentecostés antes del Evangelio y que el cantante cristiano Luis Alfredo versionó para hacerla canción. Con mucho cariño recuerdo al Coro Joven de Alboraya que hacía su propia versión de esta canción y que seguro cantarán este domingo en su parroquia.

Pero esta carta no va de recuerdos, ni de Teología, ni de actualidad,… Mucha gente me decís a menudo que leéis con agrado estas líneas que comparto con vosotros y os lo agradezco porque anima a continuar.

Esta semana os pido que mientras leáis esto lo hagáis con mucha calma y en actitud de oración. Los discípulos no supieron bien sobre lo que les iba a entregar Jesucristo cuando les hablaba del Espíritu de la Verdad, del Paráclito, etc…Lo descubrieron en sus propias carnes cuando notaron los efectos que el Espíritu provocaba en ellos.

Dos mil años después, nosotros sí sabemos (bueno,…más o menos) qué es lo que el Espíritu Santo puede hacer en nosotros con sus siete dones. Así que, aprovechando que el Señor nos hace este regalo, movidos por el Espíritu hagamos una pequeña oración.

“Ven, Espíritu Santo, porque necesitamos de tu fuerza en nuestra vida. La necesitamos cuando, a veces, no sabemos dar respuesta a las cosas que vemos alrededor. Necesitamos tu luz para entender que, aunque no puedo acabar con las guerras, sí que puedo acabar con las enemistades que me voy creando y, así, crear a mi alrededor un círculo de paz.

Ven, Espíritu Santo, porque sólo tú puedes darnos fuerzas cuando todo parece derrumbarse ante la enfermedad o la muerte.

Que aunque no puedo acabar con el hambre y las injusticias, tu puedes hacer que mi corazón sea más generoso con los que me rodean y que sea más justo en las decisiones que tenga que tomar.

Que aunque no pueda hacer que la gente se lleve bien unos con otros puedes purificar cada día más mis amistades para que, quien se encuentre con nosotros, se encuentre con Cristo y en paz.

Ven, Espíritu Santo, porque sólo tú puedes cambiar la locura de este mundo en el que vivimos para transformarla en la locura de amor que movió a Jesús a dar la vida por nosotros. Sólo tú puedes transformar los corazones que sólo piensan en la venganza y en el mal. Sólo tú puedes acabar con el egoísmo de quienes creen gobernarnos para que su labor sea cada vez más justa.

Sólo tú puedes transformar nuestras parroquias para que sean lugares de encuentro con el Señor y no tiendas de sacramentos.


Ven, Espíritu Santo, y transfórmanos de verdad. Amén.”

Vuestro párroco