sábado, 3 de junio de 2017

VEN

Ven, Espíritu Santo y envía desde el cielo un rayo de tu luz. Ven, padre de los pobres. Ven, dador de las gracias. Ven, lumbre de los corazones.

Cumplidos los cincuenta días desde que gritamos bien fuerte que Jesucristo había resucitado, llegamos al “terratremol final” de esta larga fiesta con la celebración de Pentecostés.

Empezaba la carta con la Secuencia que se lee el día de Pentecostés antes del Evangelio y que el cantante cristiano Luis Alfredo versionó para hacerla canción. Con mucho cariño recuerdo al Coro Joven de Alboraya que hacía su propia versión de esta canción y que seguro cantarán este domingo en su parroquia.

Pero esta carta no va de recuerdos, ni de Teología, ni de actualidad,… Mucha gente me decís a menudo que leéis con agrado estas líneas que comparto con vosotros y os lo agradezco porque anima a continuar.

Esta semana os pido que mientras leáis esto lo hagáis con mucha calma y en actitud de oración. Los discípulos no supieron bien sobre lo que les iba a entregar Jesucristo cuando les hablaba del Espíritu de la Verdad, del Paráclito, etc…Lo descubrieron en sus propias carnes cuando notaron los efectos que el Espíritu provocaba en ellos.

Dos mil años después, nosotros sí sabemos (bueno,…más o menos) qué es lo que el Espíritu Santo puede hacer en nosotros con sus siete dones. Así que, aprovechando que el Señor nos hace este regalo, movidos por el Espíritu hagamos una pequeña oración.

“Ven, Espíritu Santo, porque necesitamos de tu fuerza en nuestra vida. La necesitamos cuando, a veces, no sabemos dar respuesta a las cosas que vemos alrededor. Necesitamos tu luz para entender que, aunque no puedo acabar con las guerras, sí que puedo acabar con las enemistades que me voy creando y, así, crear a mi alrededor un círculo de paz.

Ven, Espíritu Santo, porque sólo tú puedes darnos fuerzas cuando todo parece derrumbarse ante la enfermedad o la muerte.

Que aunque no puedo acabar con el hambre y las injusticias, tu puedes hacer que mi corazón sea más generoso con los que me rodean y que sea más justo en las decisiones que tenga que tomar.

Que aunque no pueda hacer que la gente se lleve bien unos con otros puedes purificar cada día más mis amistades para que, quien se encuentre con nosotros, se encuentre con Cristo y en paz.

Ven, Espíritu Santo, porque sólo tú puedes cambiar la locura de este mundo en el que vivimos para transformarla en la locura de amor que movió a Jesús a dar la vida por nosotros. Sólo tú puedes transformar los corazones que sólo piensan en la venganza y en el mal. Sólo tú puedes acabar con el egoísmo de quienes creen gobernarnos para que su labor sea cada vez más justa.

Sólo tú puedes transformar nuestras parroquias para que sean lugares de encuentro con el Señor y no tiendas de sacramentos.


Ven, Espíritu Santo, y transfórmanos de verdad. Amén.”

Vuestro párroco

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