viernes, 9 de junio de 2017

TRES POR UNO
El pasado lunes fui a celebrar la fiesta “Del Miracle dels tres peixets” a Alboraya. El lunes de Pentecostés se recuerda el milagro Eucarístico que ocurrió en el “Barranc del Carraixet” hace más de 600 años y que ha configurado la vida y tradiciones de este pueblo.

Cuando fui a coger el coche me doy cuenta que me había dejado la luz del interior del coche encendida toda la noche consumiendo así toda la batería. No podía ni abrir el coche. ¿Qué hago? Salía con el tiempo suficiente para llegar pero no había contado con este percance y, encima, tenía que presidir yo la celebración.

Menos mal que un alma caritativa no dudó en llevarme hasta la ermita donde se celebraba la Eucaristía y todo quedó en una anécdota más que anotar en el libro de mi vida.

Confías en que todo está en orden, no le prestas demasiada atención, tampoco lo cuidas demasiado,…pero en el momento que falla te das cuenta los problemas que te puede causar si no está.

Lo mismo nos puede pasar en nuestra relación con Dios. Sabemos que está ahí, que nos podemos dirigir siempre que queramos a Él mediante la oración, que siempre vela por nosotros,… Todo esto y mucho más lo sabemos de sobra.

Pero puede llegar el día en que dejemos de prestarle atención, que descuidemos (valga la redundancia) su cuidado, que poquito a poquito nos vayamos alejando de Él. No nos va a dejar tirados, como me pasó con el coche, sino algo que, a mi parecer, es mucho peor: sentirnos extraños delante de Él.

Si perdemos el buen hábito de la oración acabaremos por no saber dirigirnos a Dios, por no saber qué decir, por no saber cómo orar,…eso es sentirse extraño delante del Señor, sentirse extraño delante del Amor Absoluto.

Este fin de semana se nos invita a observar ese amor multiplicado por tres de Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo. A la luz de la fiesta de Pentecostés y del don maravilloso del Espíritu que se nos ha regalado; es una buena ocasión para  que reflexionemos sobre la salud de nuestra relación con Dios. Si es buena, si necesito mejorarla, si me transforma, si es una costumbre vacía,…

Que cuidemos la vida de oración para que no se nos apague nunca la relación con Dios.

Vuestro párroco

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