Promesas
De pequeño me sorprendía ver a
personas que iban descalzas, cirio en mano, en la procesión del Cristo de mi
pueblo o por la televisión durante las procesiones de Semana Santa. Recuerdo
que, al preguntarle el por qué a mis padres, ellos me dijeron que eran personas
que habían hecho una promesa.
Poco a poco, esas imágenes de
“devoción popular”, van desapareciendo de las procesiones bien por la creciente
increencia en nuestra sociedad, porque convertimos las procesiones en un “acto
cultural” más o porque cada vez se nos hace más complicado eso de cumplir
promesas.
Esto de las nuevas tecnologías
nos ha permitido a las generaciones más jóvenes (y algún que otro avispao de cierta edad) comunicarnos con
cualquier lugar del mundo, enterarnos de las noticias casi antes de que ocurran
y vomitar nuestra verborrea mental a diestro y siniestro amparados en el
anonimato virtual.
Las personas cada vez damos
más opinión de todo (que está genial) incluso de lo que no tenemos ni idea (que
ya no me parece tan bien). A las noticias que se pueden leer por internet le
siguen miles de comentarios de todo tipo: a favor o en contra, respetuosos u
ofensivos, delicados o soeces… de todo lo que queráis. Hablamos, hablamos y
hablamos de cosas que no nos atreveríamos a decir en voz alta o delante de
nadie aunque, al menos por la expresión escrita, podamos parecer muy
brabucones.
Creo que estamos perdiendo el
poder que tiene la palabra para crear y la estamos utilizando como un arma más
de destrucción masiva. El lenguaje, que sirve para unir y comunicarnos, cada
vez nos está separando más. Además, la palabra cada vez más está perdiendo su
valor ya que, de la noche, a la mañana se cambia de opinión como nos cambiamos
de calcetines. A veces no nos comprometemos ni siquiera con las palabras que
decimos.
Con este panorama ¿Quién es
capaz de mantener una promesa? ¿Cuántos de nosotros hemos prometido algo que no
hemos podido cumplir? ¿Cuántas palabras que hayamos podido decir se las ha
llevado el viento?
Empezamos el Adviento esta
semana y lo primero que nos viene es el anuncio de la gran promesa: la venida
del Salvador. Esa sabemos que sí que se cumplió y que se sigue cumpliendo día
tras día porque Dios sí que es fiel a su Palabra…a su promesa.
Yo no puedo tampoco prometer
mucho pero, al estilo de los profetas que anunciaban al pueblo de Israel la
venida del Mesías, sí que os puedo gritar con voz potente una promesa que se va
a cumplir: Levantaos, alzad la
cabeza…¡se acerca nuestra liberación!
Vuestro párroco