viernes, 20 de julio de 2018


Descansar
El otro día puede estar un rato sentado frente al mar. Digo pude, porque está siendo un mes de julio bastante más movido del que me imaginaba y, aunque estoy contento por todo lo que estamos consiguiendo y avanzando, ya se nota que el cuerpo y la cabeza empiezan a pedir un pequeño parón…pronto les haré caso.

Sentado en buena compañía pero en silencio, observando el mar, escuchando las olas y el corretear de los últimos niños que apuraban las horas de sol y de arena. Descansando el cuerpo y clarificando ideas. Disfrutando de la belleza del mundo que Dios nos ha regalado.

Gozaba del silencio que llena Dios con su presencia y que, a ritmo del ir y venir del agua, parecía ir acariciando mi corazón y calmándolo poco a poco. No fue mucho rato lo que pude estar allí pero lo suficiente como para poder coger carrerilla y apurar las dos últimas semanas de julio.

El ritmo que llevamos de vida ha convertido el descanso en casi un lujo que no todos pueden tener. Pero es necesario. Tanto que hasta en el Evangelio de esta semana el Señor nos invita a ello.

Los apóstoles habían vuelto de anunciar, de dos en dos y enviados por Jesús, la buena noticia del Evangelio. La gente los perseguía porque querían ver al Maestro a todas horas. Pero Cristo decidió apartarse un rato y estar con sus amigos a solas. Descansando en la compañía, tal vez también en silencio o contándose todas las experiencias que habían tenido durante el tiempo de predicación. Lo importante es que pararon un poco y, nunca mejor dicho, los apóstoles descansaron en Cristo y con Él.

A eso se nos invita esta semana, a que en el tiempo en que podamos descansar el cuerpo y la mente lo hagamos junto con Él. Que el tiempo de vacaciones también haya lugar para ese rato de oración, de silencio y de sentirnos acompañados por Dios. Que, como los apóstoles, también sintamos la necesidad de descansar en Él.

Vuestro párroco

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