Descansar
El otro día puede estar un
rato sentado frente al mar. Digo pude, porque está siendo un mes de julio
bastante más movido del que me imaginaba y, aunque estoy contento por todo lo
que estamos consiguiendo y avanzando, ya se nota que el cuerpo y la cabeza
empiezan a pedir un pequeño parón…pronto les haré caso.
Sentado en buena compañía pero
en silencio, observando el mar, escuchando las olas y el corretear de los
últimos niños que apuraban las horas de sol y de arena. Descansando el cuerpo y
clarificando ideas. Disfrutando de la belleza del mundo que Dios nos ha
regalado.
Gozaba del silencio que llena
Dios con su presencia y que, a ritmo del ir y venir del agua, parecía ir
acariciando mi corazón y calmándolo poco a poco. No fue mucho rato lo que pude
estar allí pero lo suficiente como para poder coger carrerilla y apurar las dos
últimas semanas de julio.
El ritmo que llevamos de vida
ha convertido el descanso en casi un lujo que no todos pueden tener. Pero es
necesario. Tanto que hasta en el Evangelio de esta semana el Señor nos invita a
ello.
Los apóstoles habían vuelto de
anunciar, de dos en dos y enviados por Jesús, la buena noticia del Evangelio.
La gente los perseguía porque querían ver al Maestro a todas horas. Pero Cristo
decidió apartarse un rato y estar con sus amigos a solas. Descansando en la
compañía, tal vez también en silencio o contándose todas las experiencias que
habían tenido durante el tiempo de predicación. Lo importante es que pararon un
poco y, nunca mejor dicho, los apóstoles descansaron en Cristo y con Él.
A eso se nos invita esta
semana, a que en el tiempo en que podamos descansar el cuerpo y la mente lo
hagamos junto con Él. Que el tiempo de vacaciones también haya lugar para ese
rato de oración, de silencio y de sentirnos acompañados por Dios. Que, como los
apóstoles, también sintamos la necesidad de descansar en Él.
Vuestro párroco
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