viernes, 15 de febrero de 2019


Vocación
Esta semana tenemos una visita especial. En el anterior número, D. Diego enviaba una carta explicando que los seminaristas de nuestra diócesis iban a visitar las parroquias de nuestro arciprestazgo. Durante las misas de este fin de semana os encontraréis a jóvenes (y no tan jóvenes) que se están preparando para ser sacerdotes.

Cincuenta y cinco seminaristas en total convivirán, por un fin de semana, el trasiego de las parroquias y los movimientos de los sacerdotes por los pueblos. Espero que la acogida que les hagamos cale en sus vidas y les anime a continuar su camino hacia el sacerdocio.

Por mi parte, hace 16 años que comencé los estudios en el seminario mayor de Moncada. Hasta entonces, no había estado más de una semana fuera de casa y, de la noche a la mañana, comenzaba una nueva vida rodeado de personas que no conocía pero que compartían un objetivo común: el amor a Cristo y la voluntad de entregar la vida por Él.

Sin embargo, todo esto no se iniciaba un 11 de septiembre de 2003, fecha que ingresé en el Seminario, sino que venía de unos cuantos años atrás. A los 15 años ya era catequista de mi parroquia y, los fines de semana, tocaba en el coro parroquial amenizando las Eucaristías de niños.

Sin darme cuenta, el Señor iba colocando en mi corazón un mundo nuevo que, hasta entonces, vivía en el seno de mi familia como una cosa más de las que hacíamos juntos. Iba a Misa, sí, pero porque iba con mis padres. Ahora adquiría responsabilidades por mi cuenta y comenzaba a ser, casi sin pensarlo, en un colaborador de la parroquia.

La vocación llegaría tras participar en un festival que organiza todos los años el Seminario Mayor de Valencia. Muchos coros de la diócesis presentan allí sus canciones propias con mensaje vocacional; palabrejo que no sabía ni lo que significaba.

“Jo vaig dir sí a la teua crida, Jesus” decía el estribillo de la canción. Fue una tarde muy divertida y amena. Pero ya está. No hubo grandes revelaciones. No vine convencido de que quería ser cura. Simplemente fue una anécdota más en mi vida.

Pero la semilla ya estaba germinando y poco a poco y muy sutilmente fue surgiendo la temida pregunta: ¿Me estás pidiendo que sea un cura? Lo que sólo era un pensamiento, al tiempo se convirtió en un deseo para, más tarde, ser una realidad.

Casi 20 años han pasado desde que participé en ese festival y, a menudo, pienso que mi vida se quedó allí, plantado en medio del escenario con mi guitarra y, con voz temblorosa, no he dejado de cantar: “Jo vaig dir sí a la teua crida Jesus i amb senzillesa i humilitat et seguiré”. Que continúe así.

Vuestro párroco

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