viernes, 1 de marzo de 2019


Extraordinario
En casi todas las parroquias (por no decir en todas) existen los llamados “Ministros extraordinarios de la Sagrada Comunión” que ayudan al sacerdote a repartir el pan de la Eucaristía en las celebraciones que así lo requiere.

No son personas especiales, no son ni mejores ni peores que los que no lo son; son personas que, elegidas por el párroco, desempeñan esa labor por su amor y veneración al Santísimo Sacramento y a la Iglesia.

Prácticamente todos los días me acompaña alguna persona. Podría hacerlo yo solo (la celebración de la Eucaristía no se alargaría mucho más de dos minutos), sin embargo, me gusta esa participación activa del laicado en las celebraciones. Todo lo que pueda hacer un laico no tengo el por qué de hacerlo yo.

Creo que en la Iglesia deberíamos dar más importancia a las personas que están sentadas frente al altar. La riqueza que eso supondría en nuestras comunidades cristianas sería increíble y nos ayudaría a estar más en sintonía con lo que pasa al otro lado de las puertas de nuestras parroquias.

Todo esto viene porque hace poco visité a una persona que no puede venir a la parroquia a causa de una enfermedad. Le pregunté si venía algún ministro de la comunión a visitarla y me dijo que sí y que, además, había escuchado en la radio que los ministros de la comunión debían ser los que llevaran la Sagrada Eucaristía a los enfermos.

Yo me alegré al escuchar esas palabras porque, desgraciadamente, son pocas las personas que agradecen y valoran la labor de los laicos, en este caso de los ministros extraordinarios de la comunión, en nuestras parroquias. Éstos demuestran que hay acción evangelizadora más allá de la Eucaristía, alargan los dedos de la parroquia para llegar a las casas donde nos esperan los mayores y enfermos de nuestras comunidades. Y eso, el sacerdote solo, no puede.

Por eso, cada vez que veamos al sacerdote o al ministro extraordinario de la comunión dejar al Santísimo en el sagrario, pensemos lo siguiente: cuando acabe la Misa puedo estar rezando delante de él un momento porque ahí permanece Cristo realmente. Sin embargo, también hace presente a todas esas personas que, por enfermedad, no pueden acercarse a la Eucaristía y que luego serán visitadas por un ministro.

Demos gracias por el corazón de nuestras parroquias, que no son los sacerdotes, que vienen y van, sino los laicos que se preocupan y desviven por ellas.

Vuestro párroco

No hay comentarios:

Publicar un comentario