sábado, 22 de octubre de 2016




Y A MI ¿QUÉ?


Esta semana celebramos el DOMUND. Un  pequeño alto en el camino que nos permite ver más allá de los límites de nuestras parroquias. Aunque, si bien es cierto que nuestros pueblos cada vez son más tierra de misión, no podemos olvidar a aquellos que decidieron dejar la seguridad de su tierra para ir a las misiones. Sueca puede dar fe de ello.

Hemos de olvidar esa visión del “curilla” en medio de la selva predicando el Evangelio a los negritos (con perdón). Las misiones van mucho más allá. Son lugares donde se intenta formar, ayudar, desarrollar y cobijar a las personas. Lugares donde, en algunos casos, se devuelve al ser humano su dignidad y donde aprenden sus derechos.

Y a mi, ¿Qué? ¿Qué me importan esas personas, esas tierras, esos lugares,…? ¿Acaso no tengo yo bastante con lo mío? No es culpa mía que vivan así… Podemos pensar eso. Podemos excusarnos en comentarios parecidos para olvidar este DOMUND. Podemos mirar a otro lado y pasar de todo. Podemos ser igual que el fariseo que veremos este domingo en el Evangelio: erguido frente a Dios, despreciando al que tiene a su lado únicamente por su condición, haciendo un juicio condenatorio sin conocer a ese pobre hombre que no se atreve a mirar al Señor a la cara.

Haciendo esto estamos anulando la voluntad de Dios en nuestras vidas. El Señor ha puesto en nuestras vidas su semilla de bondad y de misericordia. Somos sus manos, sus pies, sus ojos, su boca y su oído. Somos los llamados a proclamar la esperanza en nuestros ambientes, somos llamados a obrar como lo haría Cristo. Somos su imagen. ¿Acaso giraría Él la mirada ante el sufrimiento del hombre? ¿Acaso lo vamos a hacer nosotros?

Celebrar el DOMUND no es únicamente poner la monedilla en el sobre y darlo en la parroquia. Eso está bien. Pero sería un gesto vacío si no fuera acompañado por nuestro compromiso de orar por todos ellos, y a eso se nos invita este fin de semana.

No hagamos oídos sordos a esta llamada que nos hace Cristo por medio de la Iglesia. Abramos los ojos ante la realidad que nos rodea (la que está más lejos y la que tenemos al lado de nuestra casa) y pidamos al Señor que nos abra el corazón a la caridad.


Vuestro párroco

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