ESTA PUERTA NO SE CIERRA
Este fin de semana, toda la Iglesia culmina el “Año de la
Misericordia” o, mejor dicho, clausura todas las puertas santas que, durante
este año, han servido para ganar el jubileo con motivo de este Año Santo que se
iniciaba con mucha esperanza el 8 de diciembre del año pasado.
Sin embargo, no será hasta el próximo 20 de noviembre,
solemnidad de Jesucristo Rey del Universo, cuando oficialmente concluya este
jubileo por manos del Papa Francisco. En nuestra diócesis de Valencia, además,
culminaremos el Año del Santo Cáliz que, por decreto de la Santa Sede, podremos
celebrar cada cinco años.
Por este motivo, en la parroquia de Nuestra Señora de Fátima
hemos estado celebrando todos los días con la réplica del Santo Cáliz que se
nos concedió, hasta el próximo 13 de noviembre que, coincidiendo con el día que
dedicamos a nuestra Madre, la Virgen de Fátima, culminaremos también el Año
Santo.
Durante todo este año hemos podido reflexionar sobre la
misericordia, su significado, sobre cómo podemos ponerla en práctica, cómo
vivir la Misericordia de Dios. Ahora toca continuar haciéndolo. Es necesario
concluir el Año Santo y cerrar las puertas jubilares porque ahora debe de dar
fruto todo aquello que hemos vivido.
Se nos ha dado la oportunidad de ganar el jubileo sí, pero
eso conlleva una responsabilidad también. Hemos re descubierto una faceta de
Dios que habíamos olvidado y que nos ha ayudado a darnos cuenta de lo necesario
que era mostrarlo al mundo. Por eso, aunque cerremos las puertas del Año Santo,
no podemos hacer lo mismo con todo lo que hemos vivido este año. La puerta de
la Misericordia en nuestras vidas, en nuestras casas, en nuestras parroquias
debe mantenerse siempre abierta.
En nuestras vidas porque nos hemos dado cuenta de que el
Amor de Dios es tan perfecto que no nos lo merecemos pero, por su inmensa misericordia
lo recibimos diariamente. En nuestras casas porque sabemos que todo funciona
mejor si se hace desde el amor y ya ni te digo si lo hacemos intentado vivir
desde el Amor gratuito de Dios. En nuestras parroquias porque es el lugar donde
más se tiene que hacer presente ese amor aunque, desgraciadamente, a menudo se
encuentre al fondo del último cajón de la sacristía.
Se cierran las Puertas Santas pero no podemos cerrar la
puerta a la Misericordia. Las puertas de nuestra parroquia TAMPOCO SE VAN A CERRAR, al contrario, se van a mantener abiertas para acoger, para hacer comunidad, para sentir la libertad de ser amado por Dios, para ayudar, para celebrar, para rezar, en definitiva, para ser inmensamente felices. Se mantendrán abiertas para anunciar al mundo en que vivimos que otra sociedad es posible. Que Dios es
acogida, perdón, amor, felicidad, esperanza, paz, alegría, Vida,…en una
palabra: MISERICORDIA.
Cerremos el Año Santo, sí, pero no cerremos nuestras
vidas al Amor de Dios.
Vuestro párroco
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