sábado, 12 de noviembre de 2016

ESTA PUERTA NO SE CIERRA


Este fin de semana, toda la Iglesia culmina el “Año de la Misericordia” o, mejor dicho, clausura todas las puertas santas que, durante este año, han servido para ganar el jubileo con motivo de este Año Santo que se iniciaba con mucha esperanza el 8 de diciembre del año pasado.

Sin embargo, no será hasta el próximo 20 de noviembre, solemnidad de Jesucristo Rey del Universo, cuando oficialmente concluya este jubileo por manos del Papa Francisco. En nuestra diócesis de Valencia, además, culminaremos el Año del Santo Cáliz que, por decreto de la Santa Sede, podremos celebrar cada cinco años.

Por este motivo, en la parroquia de Nuestra Señora de Fátima hemos estado celebrando todos los días con la réplica del Santo Cáliz que se nos concedió, hasta el próximo 13 de noviembre que, coincidiendo con el día que dedicamos a nuestra Madre, la Virgen de Fátima, culminaremos también el Año Santo.

Durante todo este año hemos podido reflexionar sobre la misericordia, su significado, sobre cómo podemos ponerla en práctica, cómo vivir la Misericordia de Dios. Ahora toca continuar haciéndolo. Es necesario concluir el Año Santo y cerrar las puertas jubilares porque ahora debe de dar fruto todo aquello que hemos vivido.

Se nos ha dado la oportunidad de ganar el jubileo sí, pero eso conlleva una responsabilidad también. Hemos re descubierto una faceta de Dios que habíamos olvidado y que nos ha ayudado a darnos cuenta de lo necesario que era mostrarlo al mundo. Por eso, aunque cerremos las puertas del Año Santo, no podemos hacer lo mismo con todo lo que hemos vivido este año. La puerta de la Misericordia en nuestras vidas, en nuestras casas, en nuestras parroquias debe mantenerse siempre abierta.

En nuestras vidas porque nos hemos dado cuenta de que el Amor de Dios es tan perfecto que no nos lo merecemos pero, por su inmensa misericordia lo recibimos diariamente. En nuestras casas porque sabemos que todo funciona mejor si se hace desde el amor y ya ni te digo si lo hacemos intentado vivir desde el Amor gratuito de Dios. En nuestras parroquias porque es el lugar donde más se tiene que hacer presente ese amor aunque, desgraciadamente, a menudo se encuentre al fondo del último cajón de la sacristía.

Se cierran las Puertas Santas pero no podemos cerrar la puerta a la Misericordia. Las puertas de nuestra parroquia TAMPOCO SE VAN A CERRAR, al contrario, se van a mantener abiertas para acoger, para hacer comunidad, para sentir la libertad de ser amado por Dios, para ayudar, para celebrar, para rezar, en definitiva, para ser inmensamente felices. Se mantendrán abiertas para anunciar al mundo en que vivimos que otra sociedad es posible. Que Dios es acogida, perdón, amor, felicidad, esperanza, paz, alegría, Vida,…en una palabra: MISERICORDIA

Cerremos el Año Santo, sí, pero no cerremos nuestras vidas al Amor de Dios.


Vuestro párroco

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