Observa y habla
He crecido observando, aunque sin
compartirlo, que se puede criticar a un vivo pero no a un difunto. Sin embargo,
últimamente estoy viendo que nadie se salva ni después de la sepultura. Lo que
antes era un tema tabú ahora se ha banalizado de tal forma que ya no se tiene
respeto ni por una persona que ya no se puede defender.
Ya no hablo de los sucesos de estas últimas
semanas sino de todo en general. Vivimos en un mundo donde soltar la bola
(cuanto más grande e hiriente mejor) es más fácil que contrastar los hechos o,
simplemente, callar. Lo peor de todo es que no es sólo la crítica sino algo
que, a mi parecer, es bastante peor, la falsa adulación de alguien que ya ha
fallecido bien por interés propio bien…por interés propio, no hay otra
explicación.
Si un cantante muere, se saca provecho. Si un
escritor muere, se saca provecho. Si un político muere…se saca votos. Parece
que el mundo se esté convirtiendo cada vez en menos mundo para pasar a ser una
batalla campal donde el “sálvese quien puede” parece ser el primer y el único
mandamiento.
Menos mal que el conjunto de lecturas de este
tercer domingo de Adviento nos inyecta una dosis de esperanza que nos puede
ayudar a sobrellevar todo esto. Este fin de semana llamado “Gaudete” nos
alienta a la alegría superlativa. Para muestra, la lectura de Isaías. Son ese
tipo pasajes en los que me imagino al escritor, en este caso el profeta,
saltando mientras lo escribe. Alégrate, regocíjate, canta, baila, no tengas
miedo,…son palabras que aparecen en el texto y que nos invitan a levantarnos de
nuestras comodidades para gritarlas a pleno pulmón.
Esa misma alegría es la que quiere dar Jesús
a los discípulos de Juan a propósito de ese diálogo que mantienen. ¿Eres tú el
que tenía que venir? Preguntan ellos. ¿Qué no veis que en mi se cumplen las
esperanzas de los profetas? ¿No veis lo que está ocurriendo? Contadle a Juan
que la nueva humanidad ha llegado tal y como él anunciaba.
Jesús les insta a observar. No les dice que
ni que si, ni que no, simplemente les hace ver todo lo que es capaz de hacer: “Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y
oyendo: los ciegos ven, y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios, y
los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el
Evangelio.” (Mt 11, 4-5)
Ahora que los discípulos del bautista lo
habían visto podían dar una respuesta por sí mismos. Nadie les había contado
nada, nadie les dijo algo que no fuera cierto: ellos habían observado y podían
dar testimonio de Jesús a Juan.
Ojalá nosotros pudiéramos hacer lo mismo. Se
acabarían los juicios, las críticas, las mentiras, las envidias,… dejaríamos de
creernos lo primero que nos cuentan o de inventarnos historias sobre las
personas. Simplemente observaríamos y, sólo entonces, podríamos hablar. Las
luces, la música, las comidas familiares o de empresa de estos días nos hablan
de algo. Pero no nos dejemos engañar ni nos hagamos una idea equivocada de la
Navidad.
Los discípulos de Juan observaron y, por eso,
seguro que dieron un buen testimonio ante su maestro. Espero que también
nosotros podamos hacerlo.
Vuestro párroco
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