viernes, 9 de diciembre de 2016

Observa y habla

He crecido observando, aunque sin compartirlo, que se puede criticar a un vivo pero no a un difunto. Sin embargo, últimamente estoy viendo que nadie se salva ni después de la sepultura. Lo que antes era un tema tabú ahora se ha banalizado de tal forma que ya no se tiene respeto ni por una persona que ya no se puede defender.

Ya no hablo de los sucesos de estas últimas semanas sino de todo en general. Vivimos en un mundo donde soltar la bola (cuanto más grande e hiriente mejor) es más fácil que contrastar los hechos o, simplemente, callar. Lo peor de todo es que no es sólo la crítica sino algo que, a mi parecer, es bastante peor, la falsa adulación de alguien que ya ha fallecido bien por interés propio bien…por interés propio, no hay otra explicación.

Si un cantante muere, se saca provecho. Si un escritor muere, se saca provecho. Si un político muere…se saca votos. Parece que el mundo se esté convirtiendo cada vez en menos mundo para pasar a ser una batalla campal donde el “sálvese quien puede” parece ser el primer y el único mandamiento.

Menos mal que el conjunto de lecturas de este tercer domingo de Adviento nos inyecta una dosis de esperanza que nos puede ayudar a sobrellevar todo esto. Este fin de semana llamado “Gaudete” nos alienta a la alegría superlativa. Para muestra, la lectura de Isaías. Son ese tipo pasajes en los que me imagino al escritor, en este caso el profeta, saltando mientras lo escribe. Alégrate, regocíjate, canta, baila, no tengas miedo,…son palabras que aparecen en el texto y que nos invitan a levantarnos de nuestras comodidades para gritarlas a pleno pulmón.

Esa misma alegría es la que quiere dar Jesús a los discípulos de Juan a propósito de ese diálogo que mantienen. ¿Eres tú el que tenía que venir? Preguntan ellos. ¿Qué no veis que en mi se cumplen las esperanzas de los profetas? ¿No veis lo que está ocurriendo? Contadle a Juan que la nueva humanidad ha llegado tal y como él anunciaba.

Jesús les insta a observar. No les dice que ni que si, ni que no, simplemente les hace ver todo lo que es capaz de hacer: Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven, y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios, y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el Evangelio.” (Mt 11, 4-5)

Ahora que los discípulos del bautista lo habían visto podían dar una respuesta por sí mismos. Nadie les había contado nada, nadie les dijo algo que no fuera cierto: ellos habían observado y podían dar testimonio de Jesús a Juan.

Ojalá nosotros pudiéramos hacer lo mismo. Se acabarían los juicios, las críticas, las mentiras, las envidias,… dejaríamos de creernos lo primero que nos cuentan o de inventarnos historias sobre las personas. Simplemente observaríamos y, sólo entonces, podríamos hablar. Las luces, la música, las comidas familiares o de empresa de estos días nos hablan de algo. Pero no nos dejemos engañar ni nos hagamos una idea equivocada de la Navidad.

Los discípulos de Juan observaron y, por eso, seguro que dieron un buen testimonio ante su maestro. Espero que también nosotros podamos hacerlo.     

Vuestro párroco

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