viernes, 30 de diciembre de 2016

Este año me propongo…

Hace justo un año preparábamos, en la Diócesis de Valencia, el encuentro de Taizé en el que miles de cristianos de diferentes confesiones venían de toda Europa a nuestros pueblos para gritar que otra sociedad es posible. Que la concordia, el entendimiento y la comunión son posibles si todos ponemos de nuestra parte.

El plato fuerte del encuentro, a parte de las oraciones, los talleres y la propia convivencia con gente diversa, era la gran vigilia de oración por la paz que se realiza la noche del 31 de diciembre. Recuerdo, con mucha emoción, la primera vez que participé en una de esas vigilias en una iglesia de Estrasburgo. Se me hacía raro no entrar en el año nuevo comiéndome las uvas al ritmo de las campanadas. Se me hacía raro estar sentado en el suelo de la parroquia rezando por la paz.

Recuerdo que iba viendo el reloj para ver si se acercaban las doce de la noche. A punto de pasar al año nuevo comenzamos a cantar el “magnificat” y, absorto por ese momento, no me dí cuenta de que ya habíamos pasado de año, hasta que el párroco de la parroquia que nos acogía cogió el micrófono y nos dijo: “Hermanos, hermanas, feliz año nuevo. Dios os bendiga”.

Mientras os escribo esto se me ponen los pelos de punta recordando ese momento y como, todos los que estábamos allí reunidos en oración, comenzamos a felicitarnos el año nuevo. Precioso.

Más impresionante fue poder acoger a los miles de peregrinos que vinieron a nuestra Diócesis para poder vivir ese Encuentro en nuestras tierras. Me consta que aquí, en Sueca, se acogieron algunas familias y que el recuerdo que se tiene aún se mantiene vivo un año después.

Este año el encuentro se realiza en Riga, Letonia, a unos 3400 km de aquí. Muy lejos, sí, pero el espíritu de paz y confianza que propone la comunidad de Taizé, la podemos vivir aquí.

El día 1 de enero, Solemnidad de Santa María Madre de Dios, celebramos también la jornada mundial de la Paz y, a propósito de este evento, el Papa nos escribe una carta para que podamos meditar y dar un sentido cristiano a la paz, tan necesario en el mundo que vivimos.

Esta mensaje será la número 50 que Pablo VI comenzara. En él, además de hacerse eco de todas las situaciones en las que la paz no habita en nuestro planeta, se nos invita a crear una sociedad que trabaje por la no-violencia. Para ello nos propone el texto de las bienaventuranzas. El texto dice así: “Esto (las Bienaventuranzas) es también un programa y un desafío para los líderes políticos y religiosos, para los responsables de las instituciones internacionales y los dirigentes de las empresas y de los medios de comunicación de todo el mundo: aplicar las bienaventuranzas en el desempeño de sus propias responsabilidades. Es el desafío de construir la sociedad, la comunidad o la empresa, de la que son responsables, con el estilo de los trabajadores por la paz; de dar muestras de misericordia, rechazando descartar a las personas, dañar el ambiente y querer vencer a cualquier precio. Esto exige estar dispuestos a «aceptar sufrir el conflicto, resolverlo y transformarlo en el eslabón de un nuevo proceso». Trabajar de este modo significa elegir la solidaridad como estilo para realizar la historia y construir la amistad social. La no violencia activa es una manera de mostrar verdaderamente cómo, de verdad, la unidad es más importante y fecunda que el conflicto.”

El resto de la carta no tiene desperdicio y os invito a que la leáis. Pero en lo que atañe a este texto que os he citado, será cuestión de releernos las Bienaventuranzas y pensar cómo podemos ponerlas en práctica en nuestras comunidades, en nuestros grupos, en nuestras empresas, en nuestras familias etc,…


Si queremos construir la paz comencemos por construirla a nuestro alrededor. Este puede ser uno de los tantos propósitos que nos hacemos (como todos los 31 de diciembre antes de comernos las uvas, lo gajos de mandarina, o lo que se os ocurra) para comenzar el año nuevo. Al menos este intentemos cumplirlo…

Vuestro párroco

¡FELIZ 2017!

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