SÍ, YO PUEDO
Continuamos por nuestro camino
del Adviento. Cada semana está más cerca la gran fiesta del Nacimiento de
Cristo y, poco a poco, nos preparamos para ello. Sin ir más lejos, el pasado
fin de semana hablábamos en mi casa del menú que íbamos a preparar para las
fiestas de Navidad. Lo de siempre porque manda la tradición (y nos apetece
mantenerla): “torrà” el 24 por la noche y sopa cubierta o arroz seco para
Navidad. La innovación vendrá a cargo de mi hermano, el gran chef (bueno,
detrás de mi madre, no sea que se me enfade y ya no me llene la nevera de
fiambreras con rica comida para la semana).
Seguro que muchos de vosotros
también estáis pensando qué vais a preparar de comida estos días o programando
las visitas anuales a los diferentes familiares para felicitar la Navidad. Todo
está muy bien y también es necesario.
Sin embargo, ¿Qué más estamos
preparando? La semana pasada hablábamos de hacer pequeños cambios en nuestra
vida espiritual durante este tiempo de Adviento. Pequeños cambios que nos ayudaran
a profundizar más en el Misterio del Nacimiento de Jesús. ¿También hablamos de
eso con los demás? ¿Se lo hemos comentado a nuestro sacerdote? ¿Hemos pedido
ayuda?
Corona de Adviento 2016 de la parroquia de Nuestra Señora de Fátima |
Preguntas que no nos atrevemos
a decir en público ni, a lo mejor, tampoco nos las habremos planteado tan
seriamente como el menú de Navidad. Anualmente se nos presenta esta oportunidad
de poder cambiar un poquito y, a menudo, la dejamos escapar.
Precisamente del cambio hablan
las lecturas de este segundo domingo de Adviento. Un cambio imposible, casi de
fábula. Se nos presentan unas imágenes casi fantásticas tanto en la lectura de
Isaías como en las palabras de Juan el Bautista. Si no me creéis fijaos en lo
que dice el profeta del Antiguo Testamento: “Habitará
el lobo con el cordero, la pantera se tumbará con el cabrito, el novillo y el
león pacerán juntos”. (Is 11, 6)
Tengo que reconocer que esta
lectura me fascina porque, mientras que nosotros vemos cosas imposibles de
realizar, el Señor nos está diciendo todo lo contrario. “Déjate hacer”, “déjate
allanar”, “déjate sorprender”. Esto nos está diciendo el Señor, que nos dejemos
amar por Él.
Aunque nosotros tengamos poca
fe en nosotros mismos, tanto Isaías como San Juan Bautista, nos están
advirtiendo de que, si ponemos nuestra esperanza en Cristo que viene, todo es
posible. Sólo Él puede darnos ese empuje que necesitamos para poder transformar
nuestras vidas, sólo Él puede allanar nuestros caminos tortuosos, sólo Él puede
calmar aquello que nos hace sacar las uñas a los demás (león), o nos hace
desconfiar de los demás (pantera) o nos encierra en nuestra propia soledad
(lobo).
Del tronco seco de nuestra
vida brota lo único que nos puede dar la verdadera Vida que es Cristo el Señor.
Él quiere hacerse un hueco en nuestra historia para transformarla desde el
único punto de vista que nos puede dar la verdadera alegría: el amor.
Dejémonos, pues, transformar semana tras semana por el Señor durante este Adviento
y observemos como, lo que al principio nos parecía imposible, el Señor viene y
nos dice: “Yo sí puedo”.
Vuestro párroco
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