sábado, 3 de diciembre de 2016

SÍ, YO PUEDO

Continuamos por nuestro camino del Adviento. Cada semana está más cerca la gran fiesta del Nacimiento de Cristo y, poco a poco, nos preparamos para ello. Sin ir más lejos, el pasado fin de semana hablábamos en mi casa del menú que íbamos a preparar para las fiestas de Navidad. Lo de siempre porque manda la tradición (y nos apetece mantenerla): “torrà” el 24 por la noche y sopa cubierta o arroz seco para Navidad. La innovación vendrá a cargo de mi hermano, el gran chef (bueno, detrás de mi madre, no sea que se me enfade y ya no me llene la nevera de fiambreras con rica comida para la semana).

Seguro que muchos de vosotros también estáis pensando qué vais a preparar de comida estos días o programando las visitas anuales a los diferentes familiares para felicitar la Navidad. Todo está muy bien y también es necesario.

Sin embargo, ¿Qué más estamos preparando? La semana pasada hablábamos de hacer pequeños cambios en nuestra vida espiritual durante este tiempo de Adviento. Pequeños cambios que nos ayudaran a profundizar más en el Misterio del Nacimiento de Jesús. ¿También hablamos de eso con los demás? ¿Se lo hemos comentado a nuestro sacerdote? ¿Hemos pedido ayuda?

Corona de Adviento 2016 de la parroquia de Nuestra Señora de Fátima
Preguntas que no nos atrevemos a decir en público ni, a lo mejor, tampoco nos las habremos planteado tan seriamente como el menú de Navidad. Anualmente se nos presenta esta oportunidad de poder cambiar un poquito y, a menudo, la dejamos escapar.

Precisamente del cambio hablan las lecturas de este segundo domingo de Adviento. Un cambio imposible, casi de fábula. Se nos presentan unas imágenes casi fantásticas tanto en la lectura de Isaías como en las palabras de Juan el Bautista. Si no me creéis fijaos en lo que dice el profeta del Antiguo Testamento: “Habitará el lobo con el cordero, la pantera se tumbará con el cabrito, el novillo y el león pacerán juntos”. (Is 11, 6)

Tengo que reconocer que esta lectura me fascina porque, mientras que nosotros vemos cosas imposibles de realizar, el Señor nos está diciendo todo lo contrario. “Déjate hacer”, “déjate allanar”, “déjate sorprender”. Esto nos está diciendo el Señor, que nos dejemos amar por Él.

Aunque nosotros tengamos poca fe en nosotros mismos, tanto Isaías como San Juan Bautista, nos están advirtiendo de que, si ponemos nuestra esperanza en Cristo que viene, todo es posible. Sólo Él puede darnos ese empuje que necesitamos para poder transformar nuestras vidas, sólo Él puede allanar nuestros caminos tortuosos, sólo Él puede calmar aquello que nos hace sacar las uñas a los demás (león), o nos hace desconfiar de los demás (pantera) o nos encierra en nuestra propia soledad (lobo).


Del tronco seco de nuestra vida brota lo único que nos puede dar la verdadera Vida que es Cristo el Señor. Él quiere hacerse un hueco en nuestra historia para transformarla desde el único punto de vista que nos puede dar la verdadera alegría: el amor. Dejémonos, pues, transformar semana tras semana por el Señor durante este Adviento y observemos como, lo que al principio nos parecía imposible, el Señor viene y nos dice: “Yo sí puedo”.

Vuestro párroco

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