viernes, 16 de diciembre de 2016

…y los sueños, sueños son.

¿Cuáles son tus sueños? Normalmente, cuando formulamos esta pregunta, nos referimos a los deseos, anhelos, ilusiones de una persona. ¿Qué es aquello que le parece irreal pero que le gustaría conseguir? ¿Qué es aquello demasiado fantasioso como para que sea real?

A la luz del Evangelio de este fin de semana me pregunto cuáles serían los deseos y anhelos del joven san José. Me pregunto qué le rondaría la cabeza, qué era lo que le despertaba a media noche, qué le provocaría dar mil y una vueltas por las noches antes de poder conciliar el sueño. Todo ello durante las noches que pudiera dormir, claro, porque el problemón que se le había presentado era como para quitar el sueño a cualquiera.

La mujer con la que estaba desposado estaba esperando un hijo y él no había tenido nada que ver. ¿Cómo había podido hacerle eso María? ¿Qué había ocurrido? José sabía que en sus manos estaba el destino de esa jovencita nazarena. Que, por tal ofensa, él decidía qué hacer con ella. En sus manos estaba el poder de mantenerla con vida o quitársela. De repudiarla o de callar.

Sabía que ambas decisiones le iban a caer como una losa en su corazón. Que la gente lo señalaría, hiciese lo que hiciese, como ya lo estaban haciendo con María. ¿Iba a ser su dedo también quien la señalara?

La decisión del joven José era demasiado pesada y difícil. La Ley era tajante pero su amor también lo era. El pobre estaba hecho un lio…

Supongo también que todo esto que le estaba ocurriendo lo habría llevado a la oración. Que le habría pedido alguna señal a Dios para que le iluminara y que la desesperación le habría llegado al no encontrar respuesta.

Una noche, como tantas otras, un sueño lo despertó, como tantos otros sueños que había tenido desde el día que había sabido del embarazo de María. Pero este sueño fue diferente, se despertó no sobresaltado, sino con una paz que no había conseguido hasta entonces. Pero, ¿cómo va a hacer caso a ese sueño y no a los otros que había tenido? Porque entendió entonces lo que su pueblo había estado soñando desde el anuncio de los profetas: que Dios iba a cumplir su Alianza.

San José confió en la Palabra de Dios que se le había aparecido en un sueño. Confió en que Dios había utilizado algo que le solía desvelar para darle la paz que necesitaba y la respuesta que tanto había ansiado. Confió y, como María, también dijo “sí”.

En este último domingo de Adviento pidamos al Señor que nos ayude también a decirle “sí” a ejemplo de María y de José. Pidámosle que haga realidad nuestro sueño cristiano que no es más que, en el mundo, pueda nacer el verdadero Amor esta Navidad.

Vuestro párroco

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