sábado, 31 de marzo de 2018


La Mirada del Resucitado

Me desperté súbitamente aspirando todo el aire que pude. Una luz tímida empezaba a asomar por la entrada de la cueva escavada en la roca en la que me encontraba. Poco a poco, la luz iba penetrando por las paredes de la roca, hasta inundar todo el habitáculo por completo.

Me senté sobre la losa en la que estaba acostado y puse mis manos sobre mi cara. Manos que seguían siendo testigo de todo lo que había ocurrido en los últimos días. Manos que se han convertido en seña de identidad para que los demás crean en mí cuando me vean y se las enseñe.

La brisa de la mañana entraba por el agujero de la roca y llegaba hasta donde yo estaba. Me levanté y me dirigí hacia el exterior. La Creación me envolvió con su manto de primavera y me dejé llevar cerrando los ojos para sentirlo todo en plenitud.

Vinieron a mi cabeza los recuerdos de los últimos días. Recordé los ojos de Judas mirándome fijamente en la Última Cena. Ojos llenos de rabia y de confusión, ojos que me veían pero que no me miraban,… ya en ese momento supe que Judas no lo soportaría, que no sería capaz de vivir con el remordimiento de haberme entregado.

Me vinieron también los ojos de Pedro tras su tercera negación como había augurado. Vi una mirada perdida y culpable. Una mirada que supuraba desesperación e impotencia. Una mirada que se cruzó con la mía y que no pudimos dejar de mantener a pesar de la cantidad innumerable de personas que se agolpaban entre los dos. Intenté trasmitirla toda la paz que pude…no se si logró entenderme.

Recordé los ojos de mi madre cuando ya estaba en la cruz. Había momentos que no podía dejar de mirarlos. Ojos que me habían visto crecer, ojos que hablaban más que las palabras, ojos que miraban a su hijo como sólo una madre puede hacerlo, ojos que ya no serían para mi sino que serían para toda la humanidad, sus “nuevos hijos”, tal y como le pedí casi al final de mi agonía.

Por último, vi tus ojos. Si, tu. El que está leyendo. Vi tus ojos y me di cuenta que necesitabas verme. Intentaba crear contacto visual contigo pero me era imposible. Una y otra vez mis esfuerzos fueron en vano…esquivabas todos mis intentos. Sólo pude hacer una cosa para llamar tu atención: amarte hasta el extremo.

Solo así conseguí que me miraras. Sólo así conseguí captar tu atención. Fue en ese momento cuando te diste cuenta de todo lo que había hecho y sigo haciendo por ti. De los momentos que esquivaste mi mirada y que yo me mantuve a la espera. Te diste cuenta, al fin, de que la última mirada que hice en la cruz fue para ti y que esa mirada duraría para siempre, por toda la Eternidad.

¡FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN!

Vuestro párroco

No hay comentarios:

Publicar un comentario